El legado medioambiental de la Unión Soviética

El legado medioambiental de la Unión Soviética

La que fue una de las potencias mundiales tomó una serie de decisiones que tuvieron un enorme impacto directa o indirectamente en el medio ambiente, como la desertificación del mar de Aral, la desaparición de especies únicas en el mundo


La desaparición del país más extenso del mundo dejó un gran impacto en el planeta y también en el medio ambiente. Aunque la Unión Soviética tomó decisiones avanzadas respecto al ecologismo en sus inicios, posteriormente esas ideas pasaron a un segundo plano y en su territorio se produjeron algunas catástrofes medioambientales que a día de hoy aún dejan huella. Esta situación se ha convertido en un reto para los 16 estados que surgieron del que en ese momento, era el país más grande del mundo.

Las naciones que surgieron de aquel país se han encontrado con todo tipo de dificultades y uno de ellos es combatir elementos tan nocivos para el medio ambiente como la contaminación radioactiva, la desaparición de grandes masas de agua o la desaparición de vida salvaje. Los problemas derivados de la disolución de la Unión Soviética como los conflictos bélicos o la proliferación de grupos criminales pusieron en segundo plano las preocupaciones por el medio ambiente.

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Un zorro descansa entre las ruinas de la ciudad de Prypiat, rodeada de una gigantesca zona de exclusión ahora llena de vida silvestre

Pero el factor más decisivo fue el colapso económico, que empobreció en pocos meses a millones de ciudadanos de la ya entonces exURSS y dejó a los sucesivos gobiernos con escasos recursos para gestionar sus países, y también para proteger su vida salvaje o renovar la contaminante industria, que en la época final de la URSS contaminaba proporcionalmente 1.5 veces más que los Estados Unidos, aunque en términos absolutos sus rivales les superaban en emisiones. Sin embargo, algunas regiones se beneficiaron de la desaparición de la URSS, como la estepa de Kazajistán que con menos granjas dio paso a un “reflorecimiento”.

El mar seco

En el mismo Kazajistán se vio el desastre del mar de Aral, que es uno de los ejemplos más claros de mala planificación ambiental. A partir de los años 60 este gran lago se fue secando cuando se desviaron sus afluentes, el Amu Darya y el Syr Darya, para campos de cultivo de algodón de Asia Central.

El gobierno soviético quería impulsar la producción de melones, arroz, cereales, pero especialmente algodón, con el objetivo de ser el mayor productor de este “oro blanco” del planeta. La República Socialista Soviética de Uzbekistán lo consiguió brevemente en 1988 . A pesar de conseguir el objetivo, la mayor parte del agua desviada se perdió debido a fugas y la evaporación y las orillas del mar empezaron a retroceder hasta bien entrado el siglo XXI.

Los antiguos barcos pesqueros yacen varados en la arena frente al puerto de Moynaq, en la antigua orilla del Mar de Aral en Uzbekistán. | Foto: Pedro Cáceres
Los antiguos barcos pesqueros yacen varados en la arena frente al puerto de Moynaq, en la antigua orilla del Mar de Aral en Uzbekistán. | Foto: Pedro Cáceres

Lo que quedó de él se lo repartieron entre Kazajistán y Uzbekistán, aunque la recuperación es compleja porque los afluentes pasan por Tayikistán y Kirguistán. Es decir, se necesita el entendimiento entre cuatro países distintos para tomar medidas conjuntas.

A día de hoy la parte norte, en Kazajistán, se ha recuperado parcialmente. En ella sobreviven algunas especies de peces que en su día nadaron a lo largo de todo el mar de Aral, aunque algunas especies se cree que se han extinguido, como el esturión del Syr Darya, parte de los “más buscados” de la iniciativa de la ONG Global Wildlife Conservation.

En la mitad sur, en cambio, la que pertenece a Uzbekistán, es en su mayor parte irrecuperable y a día de hoy el gobierno uzbeco optó por plantar árboles típicos de la región para combatir una mayor desertificación de la zona.

Lo que hoy es el antiguo lecho del Mar de Aral contiene una mezcla de fertilizantes, pesticidas y herbicidas de la era soviética, que además del problema ambiental también produce dolencias a la población, que tiene niveles anormales de enfermedades como anemia, tuberculosis, enfermedades hepáticas y renales, infecciones respiratorias, alergias y cáncer. Además de un índice de malformaciones hasta cinco veces superior al de países europeos.

Zona de exclusión de Chernóbil

Donde hay también graves problemas de contaminación y salud es en los alrededores de la antigua ciudad de Prypiat. El 26 de abril de 1986 allí se produjo el accidente nuclear más importante de la historia. A día de hoy, algunas partes del norte de Ucrania y del sur de Bielorrusia permanecen cerradas a los civiles por los altos niveles de radiación, que se estima que seguirán contaminados por la radioactividad durante por lo menos, 20.000 años.

Cerca de 300.000 personas fueron relocalizadas. Se contaminaron diferentes hábitats naturales como bosques y ecosistemas de agua dulce y marina, principalmente en la llamada Zona de Exclusión alrededor de la antigua central nuclear de Chernobil, de 30 km2, la parte más afectada, aunque en principio cerca de 200.000 km2 se vieron afectados de alguna forma por la contaminación radioactiva.

Barcos abandonados en uno de los ríos cercanos a la ciudad rusa

La falta de actividad humana en la zona provocó un aumento de vida animal y vegetal, por ello las autoridades no recomiendan pasear por la zona por la presencia de osos y lobos entre otros animales salvajes. A pesar de que la naturaleza reclama áreas antiguamente habitadas por las personas, la radioactividad afecta a los seres vivos que se hallan en las cercanías de la central, ya que si bien la radioactividad no afecta de la misma manera a animales y humanos, la contaminación radioactiva también perjudica a algunas especies.

Por ejemplo, se han observado malformaciones en plantas y animales como las golondrinas, así como un aumento de la mortalidad en coníferas, invertebrados, mamíferos, así como esterilidad.  Estos efectos fueron más notorios en los años inmediatamente posteriores al accidente, pero a día de hoy aún son visibles.

Desaparición de grandes felinos

A lo largo del siglo XX algunos animales desaparecieron o disminuyeron sus poblaciones a lo largo de la geografía soviética. Una subespecie del tigre, la del Caspio, desapareció en los años 70. La pérdida del hábitat pero, sobre todo, la caza humana fueron los mayores causantes de la extinción de este animal. La URSS utilizaba a principios del siglo XX al ejército para matar ejemplares de este felino que pudieran causar problemas en asentamientos o tierras que fueran destinadas a la agricultura y se daban grandes incentivos a los que abatieran a uno.

Años más tarde se declararon especie protegida en 1947, aunque fue insuficiente y en 1970 ya no quedaban ejemplares de esta subespecie. Poblaciones de este mismo felino menguaron en otras zonas en las que vivía, como el lejano este ruso. El tigre de Amur (también conocido en Occidente como tigre siberiano), se vio perjudicado en los años 90 por la caza furtiva para vender sus pieles a China.

Un ejemplar de tigre siberiano

A día de hoy, se han realizado campañas de protección y reintroducción exitosas, que han conseguido que la población de este felino en el este del país llegue a los 700 ejemplares.

Es parecido el caso del leopardo persa, que vivía en la montañas del Cáucaso y hasta el 2019 no se reintrodujeron unos pocos ejemplares en Rusia, aunque existían algunos en la parte sur de estas montañas. En 1954 se creyó que este animal había desaparecido de Georgia por la caza.

En regiones aledañas quedaban algunos ejemplares, que en los años 90 vieron aún más diezmadas sus poblaciones por el debilitamiento de la protección de los parques naturales por la falta de recursos económicos. A día de hoy campañas de reintroducción de ejemplares de leopardo se han llevado a cabo tanto al norte como al sur del Cáucaso.



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