El uso eficiente del e-mail, una herramienta en la lucha climática

El uso eficiente del e-mail, una herramienta en la lucha climática

El uso eficiente del e-mail, una herramienta en la lucha climática

Las emisiones globales de dióxido de carbono producidas por internet ya habían alcanzado el 3,7 % del total antes del inicio de la crisis de la pandemia y continúan creciendo. Con gestos simples podemos contribuir a reducir el impacto de nuestra vida online


Redacción/Agencias
Madrid | 5 noviembre, 2021


Desde el comienzo de la pandemia, el tráfico de Internet ha crecido en torno a un 20%, una consecuencia de la vida hogareña que muchos llevan debido al teletrabajo. Sin embargo, pese a lo que muchos puedan pensar, gestos cotidianos como enviar un e-mail también generan emisiones de gases de efecto invernadero: el dióxido de carbono producido por los servicios online ya suponían el 3,7 % del total en 2020, una cifra que solo puede crecer con mejoras técnicas como el 5G, que aumentarán casi exponecialmente los datos almacenados en la nube. Ante esta situación, empresas y usuarios pueden modificar sus hábitos para hacer un uso mucho más eficiente de esta herramienta de comunicación y ayudar así en la lucha contra el cambio climático.

Pensar en la huella de carbono de un e-mail es difícil porque la mayoría de los elementos que se usan para enviarlo o recibirlo no está a la vista, pero debemos ser conscientes de que los proveedores de buzones y las operadoras de telecomunicaciones utilizan equipos y que los dispositivos que usamos para enviarlos o leerlos los mantenemos encendidos las 24 horas del día en muchos casos.

«Una vez que somos conscientes de toda esta cadena empezamos a entender el impacto que tiene el envío de un correo electrónico en el medio ambiente», ha explicado a EFE el vicepresidente internacional de Customer Engagement de Validity, Guy Hanson, que ha señalado que se calcula que diariamente se envían unos 100.000 millones de correos electrónicos, el 85% de ellos spam.

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La huella de carbono de Internet representa aproximadamente el 3,7% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Por ello, poner coto a estos envíos masivos no deseados debe ser una prioridad de las autoridades, según este ejecutivo, que ha explicado que un envío sin documentos adjuntos implica de media una huella de carbono de 1 gramo, cifra que aumenta a hasta los 50 gramos en el caso de los correos promocionales con muchas imágenes.

Además, teniendo en cuenta la huella de carbono de nuestros dispositivos, internet y los sistemas que los soportan representa alrededor del 3,7% de las emisiones de efecto invernadero del mundo, el equivalente a las generadas por la aviación, por lo que hablamos de gestos que serán cada vez más importantes. Según las previsiones, el uso de internet seguirá aumentando hasta alcanzar para 2023 el 66 % de la población global, de la que más del 70% poseerá conectividad móvil. Se tendrán, además, 3,6 dispositivos por persona ese año conectados a internet.

Racionalizar el e-mail

El punto de partida para la reducción de las emisiones de carbono es concienciar a empresas y consumidores sobre las consecuencias de sus acciones y saber que enviar menos correos electrónicos será sólo una parte de la solución porque la infraestructura que utilizan existe independientemente de si se envían o no. Según el directivo, los proveedores de servicios (ESP) deberían dejar de operar con modelos de precios basados en CPM (coste por 1.000 impresiones), que implican que a más volumen más barato, y sustituirlos por tarifas basadas en resultados y que recompensen la eficacia.

Por su parte, los proveedores de buzones de correo (MBP), como Gmail o Microsoft, tendrían que elevar la eficiencia energética de sus granjas de servidores, y las empresas de telecomunicaciones deberían comprometerse con la neutralidad del carbono. Las organizaciones remitentes tendrían que priorizar calidad sobre cantidad en sus campañas de e-mailing, segmentando mejor sus listas de suscriptores para hacer llegar el mensaje a las personas realmente interesadas, en el momento oportuno y en su cuenta principal; reduciendo el tamaño de las imágenes o suprimiendo correos que generan rebotes (por ejemplo, porque esté mal una dirección).

Servidores informáticos en un centro de datos.

Del lado de los receptores, las opciones pasan por darse de baja de suscripciones que realmente no les interesan, en lugar limitarse a eliminar un correo, y por usar centros de preferencias. En cuanto a los correos personales, deberíamos pensar «¿es este correo realmente necesario?», según Hanson, que ha abogado por evitar respuestas con una sola palabra como «gracias» o «jajaja» y por recortar los hilos de correo para que sólo se envíe el contenido más reciente.

Otra forma de contribuir a reducir la huella de carbono sería apagando nuestros dispositivos cuando no los usamos o cargándolos en los momentos de menor consumo, ha añadido. No obstante, ha subrayado que el envío de una carta típica genera una huella de carbono media de 140 gramos, por lo que ha animado a las organizaciones que aún hacen envíos postales masivos, como los bancos o las energéticas, a trasladar ese tráfico al correo electrónico, pero siempre de una forma socialmente responsable.

La huella hídrica de la red

Internet no solo genera emisiones, sino que también consume agua. Esto se debe al soporte físico de la red, los llamados centros de datos, que pueden variar en tamaño, desde pequeños gabinetes hasta grandes almacenes de «hiperescala» del tamaño de estadios. En el interior, hay ordenadores llamadas servidores que admiten el software, las aplicaciones y los sitios web que usamos todos los días.

A finales de 2020, estaban en funcionamiento 597 centros de datos de hiperescala (39% en EE. UU., 10% en China, 6% en Japón), casi un 50% más desde 2015. Amazon, Google y Microsoft representan más de la mitad de éstos y otros 219 se encuentran en diversas etapas de planificación. Pues bien, según un artículo publicado en The Conversation, los centros de datos representaron alrededor del 1% o 2% de la demanda mundial de electricidad en 2020. Toda esa potencia de procesamiento genera mucho calor, por lo que los centros de datos deben mantenerse frescos para evitar daños con agua.

En este sentido, no solo se requiere energía para enfriar el agua (a menos que el sistema esté diseñado específicamente como un circuito cerrado) sino que el agua se pierde a medida que se evapora. En un centro de datos relativamente pequeño de 1 megavatio (que usa suficiente electricidad para abastecer a 1,000 casas), estos tipos tradicionales de enfriamiento usarían 26 millones de litros de agua por año.


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