El nexo entre alimentación y el agua se encuentra bajo una presión sin precedentes por la escasa sostenibilidad de la producción agroalimentaria, impactos sobre el líquido elemento y los desafíos climáticos y demográficos. La FAO señala en un informe que la solución no será sencilla, pero de ejecutarse podrá crear resiliencia y un futuro para la humanidad



El acceso al suelo es una base fundamental para la protección humana, sobre todo cuando hablamos de la alimentación, así como también lo es el agua. Por este motivo, forman un nexo natural y de vital importancia que, en estos momentos, está siendo amenazado por los distintos impactos humanos y climáticos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) habla de un escenario en el que se está llevando al límite la capacidad productiva de los sistemas de tierra y agua y, por lo tanto, “amenazando la seguridad alimentaria de nuestro futuro”. Un futuro en el que las personas necesitarán producir un 50% más de alimentos con menos tierra y agua disponible.
Y es que en el nuevo informe “Estado de los recursos terrestres y hídricos para la alimentación y la agricultura en el mundo” (SOLAW 2021) la FAO expone la tierra agrícola disponible per cápita para cultivos y cría de animales ha disminuido en un 20% entre 2000 y 2017. Las proyecciones indican que seguirá disminuyendo por este factor y por el incremento de la degradación del suelo, que en la actualidad afecta a 1.660 millones de hectáreas agrícolas, es decir, el 34% del total de tierra disponible para estos usos.
“La erosión del suelo arrastra entre 20 y 37 mil millones de toneladas de tierra vegetal al año, lo que reduce el rendimiento de los cultivos y la capacidad del suelo para almacenar y reciclar carbono, nutrientes y agua. Las pérdidas anuales de producción de cereales debidas a la erosión se estiman en 7,6 millones de toneladas”, subraya la FAO.


Por si fuese poco, el crecimiento demográfico también ha propiciado un aumento de las extracciones y el uso de agua. De hecho, a cada persona le corresponde un 20% menos de las extracciones de agua dulce desde el 2018, siendo la cifra superior en regiones donde el estrés hídrico y la demanda es superior, como en el África subsahariana, donde la reducción se tasa en el 41%.
“Más de 733 millones de personas viven en países con estrés hídrico alto, lo que representa casi el 10% de la población mundial. En vista de las proyecciones, la escasez de agua amenazará a 3.200 millones de personas que viven en zonas agrícolas, además de la seguridad alimentaria mundial y el desarrollo sostenible”, declara la FAO.
Irónicamente, cabe destacar que la agricultura está matando al agua, y no solo por ser el mayor demandante de este recurso, sino por la contaminación que emana esta actividad. Los datos de la FAO en este sentido muestran que al año se vierten unos 2.250 kilómetros cúbicos de efluentes al medio natural, siendo la agricultura responsable de 1.260 km3 de ellos en forma de nitratos y fosfatos responsables de la eutrofización de las masas de agua.
A esto se suma las presiones dadas por la crisis climática. La FAO nombra el aumento de la demanda evaporativa por las temperaturas, que disminuirá el rendimiento del agua, pero dedica una sección entera a un impacto del cambio climático que cree que es aun peor: las inundaciones. En este sentido, habla sobre la mayor incidencia de tormentas devastadoras capaces de destruir campos de cultivo y contribuir a la degradación de la tierra, sobre la intrusión de aguas salinas debido al incremento del nivel del mar y de la cada vez menor capacidad del suelo para recuperarse de unas induraciones que serán más comunes.


Para QU Dongyu, director general de la FAO, estos indicadores solo demuestran la insostenibilidad del sistema agroalimentario actual, pero al mismo tiempo, “la oportunidad que ofrecen para desempeñar un papel relevante en la mitigación de las presiones y el impulso a los objetivos climáticos y de desarrollo sostenible”.
En este sentido, SOLAW 2021 proporciona soluciones que se alejan de las practicas habituales, inyectando un sentido de urgencia para realizar la transformación necesaria en las raíces de los sistemas alimentarios globales. De este modo, propone el impulso de la digitalización y el uso de las nuevas tecnologías, por un lado, para construir resiliencia al clima e impulsar la planificación y la gestión sostenibles.
Unido a esto, la FAO detalla que la gobernanza de la tierra y el agua debe ser uno de los pilares fundamentales para el futuro y que por eso debe ser “más inclusiva y adaptada” para para beneficiar a millones de pequeños agricultores, mujeres, jóvenes y pueblos indígenas: “Es necesario desarrollar políticas efectivas, eficientes e inclusivas sobre la tierra y el agua a través de una gobernanza multinivel”, exclama la FAO en el informe.
“La evidencia demuestra que la restauración de los recursos degradados, el mantenimiento de la intensificación y el aumento de la resiliencia se pueden lograr mediante la planificación y la implementación de iniciativas integradas y de múltiples partes interesadas a escala”, añade.
Como última pieza de este “paquete completo de soluciones viables”, la FAO reitera en la necesidad de realizar inversiones para poder sostener las dos anteriores soluciones. Para ello el papel del sector privado, indica, será fundamental y, por tanto, las alianzas y la cooperación, tanto a gran escala como a nivel local.