La alimentación también es clave para nuestro futuro. Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de la ONU el numero doce hace hincapié en la producción y consumo responsable que consiste en hacer más y mejor con menos. También se trata de desvincular el crecimiento económico de la degradación medioambiental, aumentar la eficiencia de recursos y promover estilos de vida sostenibles, por no hablar de que, según la ONU, el consumo y la producción sostenibles también pueden contribuir de manera sustancial a la mitigación de la pobreza y a la transición hacia economías verdes y con bajas emisiones de carbono.
Guiados por el cumplimiento de este ODS, en el 2014 se abrió la delegación en España de la Fundación Daniel y Nina Carasso, con Marina Nahmias al frente de ella y como directora Isabelle Le Galo. Su sede está en Madrid, pero su trabajo es para toda España, utilizando el mecenazgo para abordar este reto. Sus ayudas pretenden que los proyectos sean económicamente perdurables en el tiempo, por lo que hablamos “sobre todo de una fundación filantrópica”, señala Pilar Martínez, ingeniera agrónoma y coordinadora del área de Alimentación Sostenible. Un concepto que, aunque opina que es complejo, “para nosotros significa aplicar un enfoque sistémico por eso nos preocupa toda la cadena que interviene, no solo lo que comemos, sino como se produce y se transforma. Y por supuesto fomentando la justicia social. Hay que unir sostenibilidad y salud, tanto para las personas como para el planeta”, asegura.


La Fundación trabaja sobre todo en Francia y España, aunque tiene actuaciones puntuales en emergencias internacionales. “El equipo lo formamos seis personas, pero contamos con personal en prácticas y consultores y evaluadores externos y personas expertas en los distintos jurados. Estamos muy bien acompañados”, explica Martínez. Para esta especialista, “abordar estos retos requiere algo más que mejoras graduales: es necesario un cambio de paradigma audaz que nos permita reinventar nuestros sistemas agroalimentarios y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París sobre el clima y el Convenio sobre la Diversidad Biológica, así como para respetar la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y de otras personas que trabajan en las zonas rurales”.
Por una parte, el cambio climático afecta los sistemas alimentarios a través de cambios en la productividad agraria, disponibilidad de agua y la calidad nutricional de los alimentos, con importantes implicaciones en nuestra seguridad alimentaria. Por otra, los sistemas alimentarios tienen un impacto en el cambio climático a través de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la producción, distribución y consumo de alimentos y, al mismo tiempo, un gran potencial de mitigación. Nuestras elecciones en términos de alimentación son, pues, determinantes para actuar en una situación de emergencia climática y de justicia social a nivel global. “La ONU viene a apoyar la visión que tenemos en la Fundación desde nuestro eje de Alimentación Sostenible”, apunta Martínez.
Facilitar encuentros
Para la Fundación Carasso conectar a las personas e instituciones es uno de sus trabajos más gratificantes, razón por la cual una de sus principales misiones pasa por facilitar el encuentro de diferentes agentes. “Proponemos numerosas oportunidades de encuentro e intercambio, ya sea a través de seminarios interproyectos, talleres de investigación o grandes eventos como los encuentros de alimentación sostenible. Y estamos siempre conectados con otras organizaciones europeas y fundaciones sobre todo para llevar a cabo nuestros programas de investigación. Apoyamos proyectos tanto en el lugar como en investigación, somos parte la Alianza global para el futuro de la alimentación. Estamos en grupos de think tank que nos generan conocimientos”, subraya Martínez.


El IPES-Food, que es un panel de expertos, es uno de ellos. Este grupo independiente de especialistas de 18 países de cinco continentes agrupa a científicos ambientales, economistas del desarrollo, nutricionistas, agrónomos, sociólogos y profesionales experimentados de la sociedad civil, o de diversos movimientos sociales. Una vocación internacional que no impide a la Fundación Carasso centrar gran parte de sus actividades en la península ibérica.
Nos comenta Martínez que en España “lo primero que hemos intentado es saber el posicionamiento que se tiene con respecto a la alimentación sostenible, tanto de administraciones como de investigadores, para ello creamos Alimenta, otro think tank, que impulsamos en 2018, que es un grupo de investigadores de distintas disciplinas, múltiples perspectivas, desde agrónomos a nutricionistas, que nos ayuden a definir la sostenibilidad en la dieta mediterránea, teniendo en cuenta los recursos, la justicia social, la viabilidad económica impacto para la salud”.
Según la ONU, si bien los impactos ambientales más graves en los alimentos se producen en la fase de producción (agricultura y procesamiento de alimentos), los hogares influyen en estos impactos a través de sus hábitos y elecciones dietéticas. Esto, en consecuencia, afecta el medio ambiente a través del consumo de energía relacionada con los alimentos y la generación de residuos. Por toda esta situación, la Fundación Carasso “también está trabajando en un libro blanco sobre alimentación sostenible, en colaboración con la Fundación Alternativas, con la idea de conocer los diferentes posicionamientos de expertos de diferentes ámbitos. Y que estas posiciones permitan dar soluciones y ayuden a fomentar la transición necesaria”.
Contra el desperdicio de alimentos
Cada año, se calcula que un tercio de todos los alimentos producidos, equivalentes a 1.300 millones de toneladas por valor de alrededor de 1.000 millones de dólares, termina pudriéndose en los contenedores de los consumidores y minoristas, o se estropea debido a las malas prácticas del transporte y la cosecha. Para la Fundación Carasso lo que comemos, lejos de ser anecdótico, ocupa un papel crucial en la lucha contra el cambio climático, siendo el sector alimentario causante de una tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
El sector de la alimentación representa alrededor del 30% del consumo total de energía en el mundo y un 22% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este sentido, transformar los sistemas alimentarios hacia modelos más sostenibles es fundamental para frenar el cambio climático y sus consecuencias, teniendo en cuenta desde la energía que se utiliza para producir y transportar los alimentos hasta los residuos que estos generan.


La alimentación sostenible es un concepto que va calando poco a poco en la población, pero Martínez opina que sigue siendo necesario aportar ejemplos y demostrar que otra forma es posible. “Intentamos generar aprendizaje, también fomentar alianzas con las administraciones, sobre todo locales con los agentes de los proyectos. Para ello disponemos de becas y ayudas”. Desde su creación en 2010, la Fundación ha concedido más de 1.200 subvenciones por un valor total superior a 96 millones de euros.
Conectar con lo local
“El despoblamiento es un factor grave, por eso apoyamos a grupos locales, para relocalizar tanto la producción como el consumo. La Fundación piensa que la falta de rentabilidad económica de las pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas de base agroecológica complica la sostenibilidad futura de este tipo de sector productivo, estrechamente ligado al territorio y con gran capacidad para generar empleo y dinamizar las zonas rurales”, indica Martínez. “Trabajamos para que surjan soluciones innovadoras, acompañamos a una gran diversidad de personas y proyectos en el camino de la transición, estimulando la conexión entre disciplinas y enfoques. Al apoyar la mediación y la participación ciudadana, creamos puentes entre las personas para estimular la curiosidad y favorecer el compromiso”, apunta
Para Martínez en España hay muchos puntos débiles y es necesario cambiar muchas cosas, hay que trabajar de manera multisector, por lo que hablamos también de un trabajo de todos los consumidores. En este sentido, mediante el social lab La Mesa, y junto a UpSocial como entidad colaboradora, la Fundación Carasso ha buscado reunir actores clave para desarrollar soluciones innovadoras y escalables frente a este reto global de manera conjunta y con un enfoque sistémico. La Mesa se ha basado en la metodología de los laboratorios de innovación social o modelos de social lab que han emergido en los últimos 20 años y que se han demostrado como herramientas de gran potencial para aportar respuestas alternativas y eficaces a problemas complejos.
“El objetivo es desarrollar soluciones a una alimentación sostenible para las personas, en especial para aquellas en situación de vulnerabilidad”, precisa Martínez.


Por último, la Fundación tiene otra gran línea de actuación que es fomentar el arte ciudadano. Con él se trabaja para el desarrollo del espíritu crítico y el refuerzo de la cohesión social. Son conscientes que en Francia y en España muchas personas que viven en zonas rurales sus infraestructuras culturales y artísticas son insuficientes. Y por tanto la democratización de la cultura sigue siendo limitada.
“Desde el arte también se puede aprender metodología, conciencia ambiental y conciencia humanística. La alianza entre arte y alimentación nos permite también generar encuentros que escapan de lo convencional y que promovemos desde nuestros programas, nuestros eventos y nuestro trabajo diario. Es una manera de fomentar los vínculos entre la personas”, concluye Martínez. Cuenta también esta Fundación con un premio al artista comprometido, que además de ser económico sirve para difundir su trabajo. La inspiración de estos artistas también es un buen motor para los cambios que han de suceder.
