Idaho quiere exterminar al 90% de sus lobos - EL ÁGORA DIARIO

Idaho quiere exterminar al 90% de sus lobos

Idaho quiere exterminar al 90% de sus lobos

La Cámara estatal de Representantes de Idaho acaba de aprobar medidas para exterminar más eficientemente a un 90% de los lobos presentes en su territorio, una decisión apoyada por los ganaderos que ha levantado las críticas de grupos ecologistas


Argemino Barro
Nueva York | 30 abril, 2021


Una vez vi un lobo en Colorado. Estaba cautivo, rodeado de alambradas, dando paseos en círculo por un terreno ocre y desangelado, al pie de una gran montaña cubierta de pinos. El cuidador lo alimentaba desde fuera; una distracción en presencia del gran cánido puede ser fatal. Era una pena ver a aquel magnífico ejemplar en estas condiciones, incapaz de esquivar las miradas de los curiosos y de los grupos de niños en visita escolar. Como tener un Ferrari Tributo acumulando polvo en el garaje, condenado a desperdiciar sus poderosas virtudes.

En cierto modo, el lobo es el perro originario, un súper-perro: moldeado solo por la naturaleza y los desafíos de la vida salvaje. Diseño natural. Un perro por lo general más grande, más fuerte, más veloz y más inteligente. Y, sobre todo, más bello. Un perro que no necesita caridad, y que, en las noches de luna llena, aprovecha la visibilidad para llamar a la caza aullando desde una colina.

“Nuestras visitas educativas requeridas primero te educan acerca del lobo, su importancia y la refutación de viejos mitos”, dice la página web de Colorado Wolf and Wildlife Center. “La parte interactiva fue diseñada para que aquellos que participen puedan tener la experiencia más impresionante. Pasar tus dedos a través del pelaje y posiblemente mirar un momento rápido a sus ojos para capturar la profundidad de su espíritu y de su alma es algo que nunca olvidarás”.

Y sin embargo, la Cámara estatal de Representantes de Idaho acaba de aprobar, por mayoría de 58 a 11 votos, medidas para exterminar más eficientemente a los lobos presentes en su territorio. Si el gobernador republicano, Brad Little, firma la ley, el Estado podrá gastar 590.000 dólares en cazadores privados para matar lobos; estos tendrán nuevas facilidades, como la opción de disparar desde sus todoterrenos o máquinas quitanieves, y de usar gafas de visión nocturna, entre otras medidas.

“Tenemos áreas del estado donde los lobos tienen un impacto realmente pernicioso en nuestra fauna”, declaró el líder de la cámara baja, Mike Moyle. “Están haciendo daño a los rebaños, alces y ciervos. Esto permite al Consejo de Control de Lobos y a otros controlarlos, también, lo que no habíamos hecho en el pasado”.

Está previsto que estas nuevas libertades para acabar con el lobo reduzcan su población, de aproximadamente unos 1.500 ejemplares, en un 90%: hasta unos 150. Lo cual agradecerían muchos ganaderos y rancheros.

Un lobo gris aúlla en el Estado de Idaho.

La dinámica es tan vieja como la humanidad, al menos desde el Neolítico. Hace unos diez mil años que los granjeros de Eurasia y Norteamérica dan vueltas en la cama por las noches, pensando que han oído sigilosos pasos en la oscuridad de su rancho, jadeos sospechosos, los gemidos de una vaca o de una oveja moribunda, con el lanaje empapado en sangre. Un sentimiento de miedo regurgitado en los cuentos y canciones de cuna, donde el lobo suele simbolizar el peligro de lo desconocido: la negrura traicionera del bosque al que no deben acercarse los niños.

La percepción cultural del lobo, sin embargo, ha variado con la tradición y con la época. Estos han sido a ratos figuras biehechoras o figuras malévolas; protectores de los malos espíritus o el mal espíritu encarnado.

Antes de la conquista europea de Norteamérica, entre 250.000 y medio millón de lobos circulaban por el territorio de los actuales Estados Unidos. Se trataba de una figura central en los mitos nativoamericanos. Las tribus de los Quileute y Kwakiutl creían que sus antepasados procedían del lobo; los Shoshoni, que el lobo era un dios creador, y los Zunis utilizaban su imagen como un talismán. Un espíritu protector que los curaba e impulsaba sus habilidades de caza.

Según Annie B. White, las indígenas y los lobos convivían en relativa armonía. Los cánidos seguían, incluso, a los cazadores, aprovechando los cadáveres de grandes bisontes que dejaban atrás en sus partidas. Los lobos se acercaban a los poblados, aunque seguían siendo relativamente tímidos. El biólogo especializado en lobos L. David Mech especuló que la postura erguida de los humanos les genera desconfianza, pues le recordaría a la de los osos, que se ponen de pie para intimidar.

Las oleadas de colonos que fueron cubriendo el continente desde el siglo XVII, con su agricultura extensiva, sus ciudades y sus armas de fuego, cambiaron las circunstancias. Los europeos americanos dependían de la ganadería para sostenerse, y desarrollaron un odio virulento hacia quienes amenazaban sus piaras y sus rebaños. Incluso John James Audubon, venerado naturalista y pionero de la ornitología, los detestaba. Los lobos empezaron a desaparecer y se volvieron aún más desconfiados. Sus vidas dependían de ello.

A principios del siglo XX, la boyante civilización industrial americana requería más tierras en las que cultivar y desplegar el ganado; tierras que estaban infestadas de lobos, ya que estos no podían deambular con la libertad de antaño. El presidente Theodore Roosevelt, pese a su amor a la naturaleza y sus pioneros esfuerzos en el conservacionismo, se refirió al lobo como “una bestia de desperdidio y desolación”, una alimaña egoísta que vivía del daño, y en 1906 auspició una campaña nacional para exterminarlo.

Un lobo yace muerto tras ser abatido en Montana, Estados Unidos.

De aquella época datan muchas fotos en blanco y negro de lobos muertos colgando de un gancho, junto a sus verdugos en cuclillas, fumando y sosteniendo una escopeta. La Oficina de Sondeos Biológicos animaba a los cazadores diseminando propaganda anti-lobo y refiriendo las recompensas que podían ganarse matándolos. En 1950, el lobo gris americano estaba al borde de la extinción.

Los tiempos, poco a poco, volvieron a cambiar, y uno de los presidentes más ecologistas que ha tenido Estados Unidos, el republicano Richard Nixon, firmó la Ley de Especies en Peligro de Extinción, que protegía la biodiversidad; incluidos los lobos. Desde entonces el animal de fábula ha ido creciendo lentamente, sobre todo en los estados del Medio Oeste, como Idaho, Washington, Wyoming, Nevada, Colorado o Michigan. Aunque está rodeado todavía de opiniones dispares.

Douglas Smith, encargado del proyecto de reintroducir lobos en el Parque Nacional de Yellowstone, dijo que el tema de qué hacer con los lobos siempre ha sido polarizante y controvertido; algo así como “la cuestión del aborto” pero en la vida salvaje. Un territorio en el que hay dos perspectivas opuestas e irreconciliables: la de los que detestan a los lobos y la de quienes quieren protegerlos.

“La frontera, para los lobos, siempre han sido los corazones y las mentes de los humanos”, dijo a The Guardian Douglas Smith. “Los lobos son diferentes a otras especies de fauna en el sentido de que son generalistas, son adaptables. El problema es que la gente los mata”.

Ahora los partidarios de la nueva ley en Idaho, que tiene previsto aprobar el gobernador, alegan que los lobos son una amenaza directa para el ganado del estado y para la economía. “Están destrozando a los rancheros”, dijo el senador republicano Mark Harris. “Están destruyendo la fauna. Esta es una ley necesaria”.

Idaho
Una manada de lobos grises en Colorado, EEUU.

Según la agencia Associated Press, los granjeros alegan que los lobos están matando a su ganado, costándoles decenas de miles de dólares. Lo matan o lo hostigan, metiéndole el miedo el cuerpo y afectando a su rendimiento. Muchas vacas estarían perdiendo peso ante el pánico que provocan los lobos, perdiendo, por tanto, una parte de su rentabilidad.

El hecho de que Idaho quiera exterminar el 90% de los lobos de su territorio, y no, por ejemplo, al 50%, o al 100%, se debe al llamado Plan de Conservación y Gestión del Lobo de Idaho, aprobado en 2002 por el Congreso estatal. Este plan considera que una población sostenible de lobos en Idaho rondaría los 150 ejemplares: un equilibrio que permitiría su reproducción sostenida, pero manteniéndolos, al mismo tiempo, en un umbral manejable que no suponga una amenaza para los granjeros.

Los grupos ambientalistas consideran que se trata de un número bajo, y plantean dudas sobre la amenaza que suponen los lobos. El portal de naturaleza Outside dice que, desde 2018, los lobos han matado una media anual de 113 vacas u ovejas en Idaho. Números exiguos, si tenemos en cuenta que el estado posee en torno a 2,7 millones de vacas y ovejas. Por otro lado, dado que a veces es difícil calcular las muertes totales, debido a las dificultades del terreno, es posible que el número real sea hasta ocho veces mayor.

Observadores del lobo como la asociación Defenders of Wildlife sostienen que, para proteger el ganado, matar al depredador no siempre es una garantía. Las manadas que pierden miembros se vuelven más débiles, lo cual las haría más propensas a buscar presas fáciles. Es decir, ganado.

Aunque los cazadores de Idaho se coloquen las gafas de visión nocturna y se suban a sus todoterrenos, con dinero público, el lobo ha recuperado algo de presencia desde los días aciagos del siglo pasado. Actualmente se encuentra en los 50 estados del país, sobre todo concentrados en el oeste y el norte, junto a Canadá. Y en Alaska.



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