Uno de los objetivos de Joe Biden para su mandato es lograr reconducir a los Estados Unidos por la senda del clima con ayuda de un equipo diverso y con experiencia en la materia. Sin embargo, una cosa son las intenciones y otra la posibilidad de ejecutarlas, sobre todo por el riesgo de que el Senado quede en manos republicanas



Joe Biden aún no ha jurado el cargo de comandante en jefe, pero desde hace semanas se esfuerza en transmitir a Estados Unidos y al mundo su compromiso contra el cambio climático. El demócrata acaba de anunciar el equipo que se encargará de coordinar los esfuerzos medioambientales, y asegura que, en sus conversaciones con otros jefes de Estado, siempre aborda el tema del calentamiento global. La tarea es ciclópea y también lo son las promesas.
“Estamos en una crisis”, declaró Joe Biden, poco antes de presentar al equipo climático desde su cuartel general de Wilmington, en Delaware. “De la misma forma que necesitamos una nación unificada en respuesta a la Covid-19, necesitamos una respuesta nacional unificada contra el cambio climático”.
Joe Biden pretende que Estados Unidos encabece la lucha contra el cambio climático
En la cima de la operación habrá dos cabezas: una que mire al exterior y otra que mire al interior. La cabeza internacional es John Kerry, el veterano ex senador, ex secretario de Estado y ahora nominado como Enviado del Clima del futuro gabinete. Su tarea más urgente es convencer a los socios de que Estados Unidos ha vuelto al escenario de la lucha climática y está dispuesto a liderar. El primer paso, como ha dicho Biden, es volver al Acuerdo Climático de París, un trámite que puede llevar apenas unas semanas. A partir de ahí Kerry se cercioraría de que las grandes naciones contaminantes, empezando por la suya, cumplen los objetivos pactados y desarrollan otros compromisos multilaterales.
La cabeza interior de la operación es Gina McCarthy, antigua jefa de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA). McCarthy ocupará el recién creado puesto de Consejera Nacional del Clima: su trabajo será coordinar las políticas verdes de los múltiples departamentos y agencias del Gobierno para cumplir a nivel nacional los objetivos ambientales. El cambio climático “está siendo tratado como una cuestión sistémica, no como algo que sea solo pertenezca a la EPA o al Departamento del Interior”, dijo McCarthy a la radio pública NPR. La alta funcionaria afirma que las sensibilidades climáticas estarán presentes en cada ministerio y también en los presupuestos de la administración Biden.


Kerry y McCarthy, además, cuentan con la ventaja de tener ya una relación profesional consolidada. Cuando John Kerry era senador de Massachusetts, Gina McCarthy asesoraba al gobierno del estado en materia medioambiental. Luego los dos formaron parte del gabinete de Barack Obama: una como administradora de la EPA y el otro como negociador jefe del Acuerdo de París.
La nueva administración empieza con una sensación de urgencia, después de una presidencia del todo antitética con sus postulados y en medio de la peor ola de la pandemia de coronavirus. La presencia de conocidos tecnócratas en torno a Biden, muchos de ellos veteranos de los años de Obama, reflejaría la intención del presidente de poner la maquinaria a funcionar el mismo 20 de enero.
El equipo verde va más allá, e incluirá también a distintos secretarios y altos cargos; por ejemplo, a la congresista Deb Haaland, nominada para dirigir el Departamento del Interior. El hecho de que Haaland sea la primera nativa americana en optar al puesto es significativo. Entre los deberes de Interior se cuentan gestionar y proteger las tierras, los ríos y la vida salvaje, y velar por las relaciones entre el Gobierno y las reservas de nativos americanos, de donde proviene la propia Haaland.


La ex gobernadora de Michigan, Jennifer Granholm, ha sido nominada a secretaria de Energía y miembro del equipo climático. Joe Biden era vicepresidente cuando tuvo que coordinar, junto a Granholm, el rescate de la industria automovilística durante la Gran Recesión. “En 2009 se enfrentó al colapso de la industria clave de su estado y de nuestra nación. Vi de primera mano cómo respondió”, declaró Biden poco antes de presentar la nominación de Granholm. “Ella apostó por los trabajadores de la automoción. Apostó por la promesa de un futuro de energías limpias”.
La ex gobernadora aceptó el honor con un tono Made in America que cabría perfectamente en boca de un ministro de Donald Trump, y que Joe Biden ha abrazado como uno de sus vectores ideológicos para llegar a la clase obrera. “El camino para reconstruir mejor [el eslogan de Biden] empieza con levantar, y fabricar, y desplegar esos productos aquí”, dijo Granholm. “Poniéndoles el sello, hecho en América, y exportándolos por todo el mundo. Podemos ganar esos empleos para los trabajadores americanos con la política correcta. Podemos. Y sé lo que significarán esos trabajos tanto para el planeta como para esos trabajadores y familias”.
En el equipo del clima, naturalmente, estará el nominado para dirigir la EPA, Michael Regan. Un veterano de la agencia que ya estuvo nueve años trabajando en el programa de calidad del aire, bajo las administraciones de George W. Bush y Barack Obama. Luego en el grupo activista Environmental Defense Fund y recientemente en el Departamento de Calidad Medioambiental de Carolina del Norte.
La experta en leyes medioambientales, Brenda Mallory, completará el equipo. Será presidenta del Consejo de Calidad Medioambiental, cuyo cometido es asesorar a la Casa Blanca sobre cuál es la mejor forma de aplicar a nivel federal las regulaciones ambientales. El órgano fue creado en 1969, junto a la EPA, por el que hasta ahora ha sido el presidente más preocupado por el clima: Richard Nixon.


Además de su experiencia medioambiental o de gobierno, Biden ha tenido en cuenta las identidades de los nominados. El demócrata ha puesto mucho énfasis en crear un gabinete diverso. De los seis miembros del equipo climático, cuatro son mujeres. La mitad son personas blancas, dos afroamericanas y una nativa americana.
Las intenciones y el equipo ya están. Otra cosa es que Joe Biden pueda cumplir sus ambiciones verdes. Su margen de maniobra dependerá en gran parte de lo que suceda en Georgia el próximo 5 de enero. Los dos escaños del Senado se jugarán en segunda vuelta. Si los candidatos demócratas, Jon Ossoff y Raphael Warnock, ganan sendas carreras, el Senado quedaría partido por el medio: 50 senadores demócratas contra 50 republicanos. El voto del desempate quedaría a cargo de Kamala Harris, vicepresidenta y por tanto presidenta de la cámara. Si es así, camino casi despejado para Biden. Si no, si el Senado continúa en manos republicanas, los conservadores podrían obligar a la Casa Blanca a desechar o recortar esos planes medioambientales.
Te puede interesar
Biden ha indicado, por ejemplo, que en su primer año de mandato quiere reforzar las regulaciones de las plantas de carbón, terminar con los subsidios a la industria de los combustibles fósiles, ampliar la conservación del 12% al 30% del territorio nacional y prohibir nuevas perforaciones energéticas en tierras públicas. Por otro lado, como indica el portal The Hill, volvería a implementar una regla de Obama que obligaba a las automovilísticas a fabricar coches que pudieran viajar 88 kilómetros por cada galón de combustible consumido. Un límite que Trump ha relajado hasta los 64 kilómetros.
La aplicación de su plan de infraestructuras de dos billones de dólares queda pendiente del Congreso, pero se espera que Biden también dé pasos en esa dirección. Su Gobierno resucitará un Departamento de Justicia Medioambiental dentro del Departamento de Justicia e ideará estrategias para proteger a las comunidades más pobres de la contaminación y ofrecerles alternativas de empleo.
De cara al exterior, con John Kerry al frente, la administración demócrata volverá al Acuerdo de París y tratará de ir más allá. Biden ha prometido reunirse, en sus primeros 100 días, con los líderes de las principales naciones contaminantes para acordar objetivos medioambientales más agresivos y buscar otros pactos adyacentes. Por ejemplo, para limitar el uso de hidrofluorocarburos, que dañan la capa de ozono.
A sus 78 años, el presidente más mayor de la historia promete ser también el más ambiental. La opinión pública, aunque dista de ser un bloque uniforme, se inclina cada vez más hacia estas sensibilidades. Según una encuesta de Pew Research de la pasada primavera, un mayoría de norteamericanos, el 67%, considera que el Gobierno federal no está haciendo suficiente para combatir el calentamiento global. Proporciones que pueden crecer si la agenda verde da el salto del papel a la realidad.
