Lecciones de la pandemia: trabajar juntos es el único camino

Lecciones de la pandemia: trabajar juntos es el único camino

Un nuevo informe de la AEMA reflexiona sobre las lecciones aprendidas en la pandemia y cómo se pueden aplicar para avanzar en sostenibilidad. Establecer alianzas, atender las alertas tempranas que nos da la ciencia y actuar sin perder más tiempo son las claves


La pandemia de COVID-19 ha cambiado la economía, la sociedad, la manera de relacionarnos y la perspectiva sobre el futuro de la humanidad. Estos dos años han sido un tiempo de cambios involuntarios y voluntarios, de transformación en definitiva, de los que debemos aprender. Porque el progreso humano depende de la capacidad y la voluntad de aprender del pasado.

Este es el punto de partida de un nuevo informe publicado por la Agencia Europea del Medio Ambiente titulado ‘COVID-19: lecciones para la sostenibilidad’ que reflexiona sobre las lecciones aprendidas de la pandemia y cómo se pueden aplicar estos aprendizajes a nuestra búsqueda de la sostenibilidad. Y sobre todo cómo podemos gobernar nuestras sociedades de una manera que respete la salud planetaria como una condición previa para la salud humana y económica.

En primer lugar, el informe destaca que hemos aprendido ‘a las malas’ que hay que hacer caso a las alertas tempranas. Tras la pandemia de influenza A (H1N1) de 2009, la ciencia alertó del gran reservorio de coronavirus existente y que suponía una “bomba de relojería” y la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió de que el mundo estaría “mal preparado” para responder a una pandemia grave que amenazara a la salud pública. Se demostró que tenían razón.

Además, la pandemia de COVID-19 ha sido claro recordatorio de que nuestra identidad está profundamente entrelazada con la de los ecosistemas de la Tierra. La idea de que somos parte de la naturaleza y no estamos separados de ella es un concepto que nuestras sociedades sofisticadas parecen haber olvidado.

La AEMA señala que la forma en que surgen las alertas tempranas de peligros ambientales y humanos, y cómo se manejan, nos brinda muchas lecciones «tardías». Estas lecciones pueden ayudar a allanar el camino hacia sociedades más resilientes y mejor preparadas. En este sentido, la pandemia nos ha demostrado la importancia de escuchar a la ciencia y las advertencias sobre los efectos del cambio climático, de prepararnos para lo que está por venir.

Donde hay voluntad hay un camino: cooperar

Una cosa positiva que hemos aprendido de la crisis sanitaria es que las sociedades contemporáneas son, de hecho, capaces de “actuar con la fuerza necesaria” cuando se requiere. Las nuevas regulaciones se pueden hacer cumplir rápidamente, incluso prohibiendo ciertas prácticas sociales y actividades económicas. Los Estados miembros de la UE han tomado voluntariamente medidas contra el COVID-19 que han tenido enormes costes económicos, además de crear el riesgo de recesión económica y desempleo severo.

¿Se puede movilizar un nivel similar de capacidad de respuesta para lograr transiciones hacia la sostenibilidad? La estimación de la Organización Mundial de la Salud de siete millones de muertes anuales debido a la contaminación del aire también justificaría medidas estrictas. A la luz del COVID-19, es difícil ver cómo los costes económicos per se o el riesgo de recesión pueden seguir siendo argumentos válidos contra la acción ambiental o las transformaciones hacia la sostenibilidad.

Y cuando hay voluntad ante un desafío tal, toda ayuda es poca y todo compromiso es bienvenido. Gobiernos, instituciones, científicos, empresas y sociedad civil unidos en un mismo objetivo es la única manera de avanzar en las soluciones. Naciones Unidas advierte cada vez que tiene ocasión que la financiación pública será insuficiente para lograr hacer frente a la emergencia climática y hace llamamientos a las alianzas entre el sector público y el privado como la mejor manera de conseguir los objetivos planteados y ser más ambiciosos en las metas climáticas.

Empresas, a la vanguardia

Las empresas han demostrado en estos casi dos años de pandemia su implicación y compromiso tanto en la prestación de servicios para toda la sociedad, sin fallar ni en los momentos más duros, como en el sostenimiento de las familias más vulnerables por el impacto de la crisis. Además han tomado la iniciativa en la recuperación económica, apostando por modelos más sostenibles que permitan avanzar en la transición ecológica.

Ejemplo de ello ha sido y está siendo el sector del agua, que ha asegurado en todo momento un recurso esencial como es el agua a toda la ciudadanía, más necesario si cabe ante el virus mediante la higiene; ha colaborado con el sistema sanitario a través de los sistemas de alerta temprana y detección del virus en las aguas residuales; y está impulsando la sostenibilidad en el ciclo integral del agua y sus centros de trabajo en materia de descarbonización y economía circular.

Estar preparados

La pandemia de COVID-19 ha revelado la fragilidad sistémica de nuestra economía y sociedad global. Actualmente vivimos en un mundo caracterizado por múltiples crisis globales: una crisis de salud, una crisis económica y financiera, una crisis climática y una crisis en la naturaleza. Una cosa que nos ha enseñado la historia, es que se deben esperar más crisis y pandemia y, como mínimo, debemos estar preparados.

Como destacó la OCDE en su informe ‘La vida en pandemia’, volver a la normalidad significaría perder una oportunidad vital para abordar los desafíos ambientales, económicos, sociales y relacionales subyacentes e interconectados que son anteriores al COVID-19. Un enfoque de bienestar podría guiar el proceso de «reconstruir mejor», especialmente si está respaldado por la comprensión de que la salud ambiental es un requisito previo para la salud pública.

No nos faltan conocimientos ni ideas solucionar las cosas. El factor limitante es la acción, la acción para abordar las fuerzas impulsoras que sustentan esta y otras crisis globales.

«La próxima crisis, cualquiera que sea la forma que adopte, es probable que se revele por lo que es: otro síntoma más del mismo problema subyacente: la producción y el consumo humanos insostenibles. Es este problema crónico el que continúa expresándose en desafíos que se enmarcan como ‘problemas’, que deben abordarse en ciclos de políticas premeditados, o como ‘crisis’, que requieren medidas extraordinarias y de emergencia», señala el informe.

Así, para abordar el problema de sostenibilidad al que nos enfrentamos, las prácticas sociales y económicas deben cambiar en los diferentes niveles y aspectos de la sociedad: la forma en que vivimos nuestras vidas y la forma en que comemos, nos movemos y proporcionamos energía a nuestras sociedades no puede seguir siendo la misma.

Y este ejercicio no puede abordarse de manera individual, sino conjuntamente desde el ámbito institucional, científico, empresarial y social para conseguir avances reales, sin dejar a nadie atrás. Un desafío como nunca antes había tenido la humanidad, en el que todos, sin excepción, debemos aportar.



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