El exceso de CO2 intensifica los monzones en el sur de Asia

El exceso de CO2 intensifica los monzones en el sur de Asia

Un trabajo científico, en el que se han analizado restos fósiles en sedimentos, apunta a que a medida que se han intensificado las emisiones de dióxido de carbono, los monzones en el sur de Asia se han vuelto más violentos, como el que se vive en estos momentos en India


Los monzones del sur de Asia son la expresión más poderosa del hidroclima terrestre. En cuestión de minutos, las lluvias que generan pueden llenar regiones enteras más de un metro de agua, como ocurrió el año pasado, que, por otro lado, es vital para recargar los acuíferos y embalses.

Dado que los monzones desempeñan un papel tan importante en la vida de casi 1.400 millones de personas, es fundamental comprender cómo puede afectarles el cambio climático.

En este sentido, un estudio publicado en la revista Science Advances ha descubierto que los cambios periódicos en la intensidad de las lluvias monzónicas durante los últimos 900.000 años estaban asociados a las fluctuaciones del dióxido de carbono atmosférico (CO2), el volumen de hielo continental y la importación de humedad desde el Océano Índico del hemisferio sur.

Por tanto, estos resultados refuerzan las predicciones de los modelos climáticos según los cuales el aumento del CO2 y de las temperaturas globales conducirán a temporadas de monzones más fuertes.

«Demostramos que durante los últimos 900.000 años los niveles más altos de CO2 junto con los cambios asociados en el volumen de hielo y el transporte de humedad se asociaron con lluvias monzónicas más intensas», destaca Steven Clemens, profesor de ciencias geológicas en la Universidad de Brown, en Estados Unidos, y autor principal del estudio.

«Eso nos dice que los niveles de CO2 y el calentamiento asociado fueron protagonistas de la intensidad de los monzones en el pasado, lo que apoya lo que los modelos predicen sobre los monzones futuros: que las precipitaciones se intensificarán con el aumento del CO2 y el calentamiento de la temperatura global», añade.

Para llegara estas conclusiones, los autores se desplazaron en 2014 hasta la Bahía de Bengala, frente a la costa de la India, para recuperar muestras de núcleos de sedimentos del fondo marino. Estas muestras conservan un registro de la actividad monzónica que abarca millones de años.

El agua de la superficie es un hábitat para los microorganismos llamados foraminíferos planctónicos, que utilizan los nutrientes del agua para construir sus caparazones, que están hechos de carbonato de calcio (CaCO3). Cuando las criaturas mueren, las conchas se hunden en el fondo y quedan atrapadas en el sedimento.

India, asediada por las lluvias

La India es uno de los países que desde junio hasta septiembre sufren los estragos de los monzones, sobre todo en forma de inundación. En Bombay, una de las ciudades más icónicas del país, las lluvias han dejado durante las últimas 12 horas 222 mm. A esto se le une la brutalidad de las olas, que algunas alcanzaron casi cinco metros de altura.

De hecho, la fuerza del agua ha acabado por echar abajo un edificio de tres plantas durante la noche del miércoles, quitando la vida a 11 personas y dejando heridas a otras siete. Al mismo tiempo, el canal de televisión de Nueva Delhi afirmó que el edificio se derrumbó sobre otra estructura en un barrio pobre en el área de Malad West.

Los derrumbes de edificios son comunes en la India durante la temporada de monzones, cuando las fuertes lluvias debilitan los cimientos de las estructuras mal construidas. En 2019, un edificio de tres pisos se derrumbó en una zona montañosa en la ciudad de Solan, en el norte de la India, tras las fuertes lluvias, matando a 14 personas. Un edificio de cuatro pisos se derrumbó en Mumbai el mismo año y mató a 10 personas.

Al tomar muestras de sedimentos y analizar los isótopos de oxígeno de esos fósiles, los científicos pudieron adivinar la salinidad del agua en la que vivían las criaturas. Esa señal de salinidad puede utilizarse como indicador de los cambios en las cantidades de lluvia a lo largo del tiempo.

Los datos de los foraminíferos se complementan con otros datos procedentes de las muestras ya que la escorrentía de los ríos hacia la bahía trae consigo sedimentos del continente, lo que proporciona otro indicador de la intensidad de las lluvias.

La composición isotópica del carbono de la materia vegetal arrastrada al océano y enterrada en los sedimentos ofrece otra señal relacionada con las lluvias que refleja los cambios en el tipo de vegetación. La composición isotópica de hidrógeno de las ceras de las hojas de las plantas varía en función de los distintos entornos pluviométricos, y esa firma también puede reconstruirse a partir de núcleos de sedimentos.

«La idea es que podamos reconstruir las precipitaciones a lo largo del tiempo utilizando estos indicadores y, a continuación, observar otros datos paleoclimáticos para ver cuáles podrían ser los principales impulsores de la actividad monzónica», explica Clemens.

«Esto nos ayuda a responder a preguntas importantes sobre los factores que impulsan los monzones ¿Son principalmente impulsados por factores externos como los cambios en la órbita de la Tierra, que alteran la cantidad de radiación solar procedente del sol, o son más importantes los factores internos del sistema climático como el CO2, el volumen de hielo y los vientos que transportan la humedad?».

Los investigadores descubrieron que los periodos de vientos y lluvias monzónicas más intensos tendían a seguir los picos de CO2 atmosférico y los puntos bajos del volumen de hielo global. Los cambios cíclicos en la órbita de la Tierra, que alteran la cantidad de luz solar que recibe cada hemisferio, también influyeron en la intensidad de los monzones, pero por sí solos no pudieron explicar su variabilidad.

En conjunto, los resultados sugieren que los monzones son realmente sensibles al calentamiento relacionado con el CO2, lo que valida las predicciones de los modelos climáticos sobre el fortalecimiento de los monzones en relación con el aumento del CO2.

«Los modelos nos dicen que en un mundo que se calienta, habrá más vapor de agua en la atmósfera. En general, las regiones que reciben mucha lluvia ahora van a recibir más lluvia en el futuro. En cuanto a los monzones del sur de Asia, eso es totalmente coherente con lo que vemos en este estudio», concluye Steven Clemens.

Los niveles de CO2 son más altos que en los últimos 4 millones de años

Lo investigadores de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos han registrado un récord de CO2 en el Observatorio Mauna Loa, situado en Hawái. En concreto, la cifra observada se sitúa en 419 partes por millón “el nivel más alto desde que comenzaron las mediciones precisas hace 63 años”, según la NOAA.

«Estamos agregando aproximadamente 40 mil millones de toneladas métricas de contaminación de CO2 a la atmósfera por año. Esa es una montaña de carbono que extraemos de la Tierra, quemamos y liberamos a la atmósfera en forma de CO 2 , año tras año. Si queremos evitar un cambio climático catastrófico, la máxima prioridad debe ser reducir la contaminación por CO2 a cero lo antes posible”, señala Pieter Tans, científico senior del Laboratorio de Monitoreo Global de la NOAA.

Lo más curioso es que se trata de la cifra más alta también en los últimos 4,5 millones de años. En aquel momento, en el Plioceno, los océanos eran 23 metros más altos que los del presente, la temperatura se situaba cuatro grados Celsius por encima de los niveles preindustriales y los estudios indican que grandes bosques ocuparon áreas del Ártico que ahora son tundra.


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