El agua, la energía y la alimentación no son partes inconexas, sino la misma pieza de un todo que vela por el desarrollo sostenible. En ese nexo, el agua juega un papel vital en la vertebración de las políticas encaminadas a reconciliar los intereses potencialmente conflictivos de los tres sectores



La presentación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) supuso un cambio de paradigma en la forma de hacer políticas, en la medida en que por primera vez y a escala mundial se estableció una agenda de obligado cumplimiento basada en un enfoque holístico, multisectorial y multidimensional.
Por tanto, las viejas formas que abogaban por la fragmentación de las políticas, sobre todo ambientales, en sectores estancos comenzaron a quedar relegadas a un segundo plano para dar paso a una etapa marcada por la búsqueda de sinergias entre sectores con los que sacar el máximo beneficio a los recursos disponibles, principalmente para plantar cara al cambio climático.
Sinergias que, según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE) comienzan irremediablemente por el agua, al ser este recurso motor de desarrollo de los derechos humanos y, por tanto, del resto de objetivos de desarrollo. Así, por ejemplo, sin agua ni saneamiento de calidad no habría salud ni educación, del mismo modo que tampoco se podría erradicar la pobreza y, en definitiva, la crisis climática.
Ahora bien, si el agua actúa como esta suerte de cemento entre todos los ODS, la UNECE, así como otras entidades, como el Foro Económico Mundial, están de acuerdo en decir que la alimentación y la energía son los pilares base en los que se edifican el resto de los objetivos, constituyendo entre los tres el llamado nexo agua-energía-alimentos.
“Aunque cada uno de los 17 ODS está vinculado con una serie de otros objetivos y metas, los tres objetivos mencionados están interconectados de formas particularmente poderosas. Las medidas adoptadas para su cumplimiento tendrán repercusiones directas entre ellos y entre el resto de los objetivos no integrados en el nexo”, señala la UNECE.
Para la Comisión Europea, el nexo entre agua, energía y alimentos representa un cambio de paradigma en la agenda de desarrollo internacional, desde las intervenciones de desarrollo sectorial hasta el uso integrado de recursos en una economía verde.
Una crítica recurrente que se establece a este nexo, según la ONU, es que muchos creen añade escaso valor a los enfoques integrados anteriores a él en lo referente a la gestión de recursos, incluso amenazando con elevar el papel de alguno de los tres campos que trata por encima de los otros dos.
En este sentido, este último supuesto ocurre con el agua “y su papel tan prominente dentro del nexo” que da a entender que lo que se pretende es potenciar en mayor medida sus políticas de desarrollo frente a aquellas destinadas a mejorar la energía o la alimentación. Esta rivalidad incluso motivó a varias organizaciones a cambiar el nombre del nexo por otros en los que se primasen los otros dos sectores, como, por ejemplo, el nexo energía-alimentación-agua.
“Se creía que al centrarse en el agua hubiese riesgo de que se priorizasen los objetivos de desarrollo relacionados con el líquido elemento frente a los otros, sirviendo así como un obstáculo más que como motor de desarrollo capaz de eliminar los enfoques sectoriales estancos”, resalta la ONU.
Sin embargo, que el agua si sitúe en el centro del nexo no es sino un síntoma de la importancia del recurso como conector. En la práctica, el enfoque del nexo considera las diferencias entre las tres dimensiones por igual y reconoce las interdependencias para caminar en sintonía hacia un desarrollo sostenible, tal y como asegura la ONU.
Un nexo para el futuro
Las sinergias entre los tres sectores son numerosas y complejas: por ejemplo, mediante el uso del agua se pueden regar los alimentos que en un futuro vamos a comer, aunque su uso excesivo puede llegar a secar los caudales y nuestras reservas de agua. Del mismo modo, con el agua se puede obtener energía la energía limpia que nos permita sustraer más agua y conseguir más alimentos, entre otras funciones.
No obstante, el concepto del nexo va más allá del simple hecho de presentar estas sinergias, y permite analizarlas para reconciliar los intereses potencialmente conflictivos de los tres sectores, ya que los tres compiten por los mismos recursos escasos, principalmente el agua, mientras capturan las oportunidades existentes y exploran las emergentes. Esto, en esencia, tiene enrome interés de cara a un mundo asediado por el cambio climático y nuestra necesidad por alcanzar un desarrollo sostenible y circular.
En la actualidad, este sector consume aproximadamente el 70% del agua disponible para nuestro consumo y el 30% de la energía que se produce a nivel mundial, por lo que el «aumento desproporcionado y dramático de estos recursos arrastraría al resto de sectores», por ejemplo, el eléctrico, que representa el 15% de todas las extracciones de aguas mundiales, al ser este recurso necesario en la producción de energía hidroeléctrica como en otras modalidades de producción de energía.
En este sentido, el agua, lejos de ser un problema, para la ONU es un motivo de solución, sobre todo si se apuesta por la mejora de los tres recursos al mismo tiempo. Así pues, la energía hidroeléctrica podría satisfacer la demanda eléctrica de las más de 790 millones de personas que carecen de electricidad en sus hogares, situados sobre todo en áreas rurales, así como ofrecer grandes depósitos de agua derivado de la construcción de los embalses necesarios para su correcta ejecución.


Del mismo modo, la ONU apunta que esa misma energía podría servir para alimentar las infraestructuras necesarias para bombear el agua de los acuíferos y ríos, la maquinaria agrícola y, sobre todo, las infraestructuras destinadas a asegurar la circularidad del recurso. Eso sí, sin olvidar las posibles repercusiones que puedan tener la alimentación y la generación de electricidad frente al agua y, en definitiva, las personas.
“Los embalses, por ejemplo, pueden servir para generar electricidad, pero también impactan negativamente en los ecosistemas y desplazan a miles de personas. Esto se puede solucionar en cierto modo, potenciando el desarrollo económico mediante la acuicultura o infraestructuras más vanguardistas que tengan en cuenta el traspaso de sedimentos, entre otros impactos”, señalan desde la ONU.
“Los acuíferos, por su parte, prometen ganar más importancia en el futuro debido a que proporcionan una mayor flexibilidad frente a otros tipos de reservas en respuesta a las demandas del agua. En este caso, las infraestructuras del ciclo integral del agua se pueden utilizar para evitar el agotamiento y conducir hacia un ahorro energético derivado de la explotación de estos accidentes geográficos”, añade.
Otro de los muchos ejemplos de conflicto se encuentra en los cultivos para producción de agrocombustibles, que se promueven con fines de generación de energía, pero compiten fuertemente con la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, así como con el suelo o los recursos hídricos.
En cualquier caso, la solución de todos ellos radica en un cambio actual de gobernanza del agua, la alimentación y la energía, incorporando un enfoque eficiente económica y ambientalmente, que ponga en el centro de las políticas y acciones la mejora de los medios de vida de las personas y la sostenibilidad ambiental y en el que se entienda que los unos no son nada sin los otros, pero, sobre todo, sin el agua que los vertebra.
