El nuevo etiquetado energético de fuentes de iluminación (principalmente de bombillas y lámparas) ha entrado en vigor este primero de septiembre para «adaptar la clasificación de eficiencia energética a los nuevos métodos de ensayo sobre el consumo»



Para ayudar a los consumidores de la UE a reducir su factura energética y su huella de carbono, desde hoy empezará a aplicarse en todas las tiendas y puntos de venta en línea una nueva versión de la etiqueta energética de la UE, ampliamente reconocida, a las bombillas y otros productos de iluminación.
Este paso se da como consecuencia de la considerable mejora de la eficiencia energética en este sector experimentada en los últimos años, que ha supuesto que cada vez más «fuentes luminosas» (como las bombillas y los módulos LED) hayan obtenido las etiquetas A+ o A++ según la escala actual. El cambio más importante consiste en volver a utilizar una escala más sencilla (A-G).
Desaparecen las clases energéticas A+, A++ y A+++, volviendo a una escala de clasificación que va de la A a la G en función del consumo y eficiencia energética de cada producto
La nueva escala es más estricta y está diseñada de manera que muy pocos productos puedan alcanzar inicialmente las clasificaciones «A» o «B», lo que deja espacio para que se vayan introduciendo gradualmente en el mercado productos más eficientes. Los productos más eficientes desde el punto de vista energético que se comercializan en la actualidad normalmente irán etiquetados a partir de ahora como «C» o «D».
Según informan desde el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco) «los distribuidores tendrán 14 días hábiles para efectuar el cambio en los productos» y los consumidores contarán con un código QR en las nuevas etiquetas para «acceder, a través de su smartphone, a las características y datos específicos de cada modelo».
A estas medidas medidas las precede un reajuste de la etiqueta energética efectuado el 1 de marzo de 2021 y aplicable a otras cuatro categorías de productos: frigoríficos y congeladores, lavavajillas, lavadoras y televisores (y otros monitores externos).
La etiqueta energética de la Unión Europea es un distintivo ampliamente reconocido de los productos domésticos, como las bombillas, los televisores o las lavadoras, y durante más de veinticinco años ha permitido a los consumidores estar mejor informados a la hora de elegir.
En una encuesta (Eurobarómetro) a escala de la Unión realizada en 2019, el 93% de los consumidores confirmó que reconocía la etiqueta y el 79 %, que esta había influido en su decisión sobre qué producto comprar.
Junto con los requisitos mínimos de rendimiento armonizados («diseño ecológico»), se calcula que las normas de la Unión sobre etiquetado energético reducirán el gasto de los consumidores en decenas de miles de millones de euros cada año, ofreciendo al mismo tiempo otros muchos beneficios para el medio ambiente y para los fabricantes y minoristas.
En 2020 se vendieron 1.500 millones de fuentes luminosas en la UE
Se calcula que en 2020 se vendieron aproximadamente 1.500 millones de fuentes luminosas en la UE, pero es probable que esta cifra disminuya a 600 millones en 2030 (es decir, que se reduzca en un 60%), a pesar de que el número de fuentes luminosas utilizadas aumentará en más de un 17%.
Esto se debe a la mayor eficiencia energética y, en particular, a la prolongación de la vida útil de las fuentes luminosas de LED. El hogar medio de la UE compró siete fuentes luminosas en el año 2010, para pasar a comprar cuatro en 2020, y se prevé que esta cifra caiga a menos de una al año de aquí a 2030.
Según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), en 2018 la iluminación suponía un 11,75 % del consumo eléctrico de los hogares en España
Entre 2009 y 2015, la eficiencia energética media de los LED se cuadruplicó y los precios disminuyeron significativamente: en 2017 la lámpara LED típica para uso doméstico era un 75% más barata que en 2010, y la lámpara LED típica para oficinas, un 60%.


La Comisión Europea ha llevado a cabo una evaluación de impacto de las nuevas normas que indica que, en comparación con una hipotética situación en la que no se apliquen medidas de diseño ecológico de la UE, los cambios supondrán un ahorro de siete millones de toneladas equivalentes de CO2 al año de aquí a 2030. Esto se añade al ahorro de 12 millones de toneladas equivalentes de CO2 ya previsto en los Reglamentos adoptados en 2009 y 2012.
Como se exige en el Reglamento marco, otros grupos de productos se «reajustarán» en los próximos años, entre ellos las secadoras, los aparatos de calefacción local, los acondicionadores de aire, los aparatos de cocina, las unidades de ventilación, los armarios de refrigeración profesionales, los radiadores y calentadores de agua y las calderas de combustible sólido.