Por las personas, el planeta y el agua: todos contra el desperdicio alimentario
Casi una quinta parte de toda la comida del mundo acaba en los cubos de basura. Al desperdiciar alimentos, también tiramos el agua, la tierra y el esfuerzo necesarios para producirlos. Reducir este desperdicio se ha convertido en una estrategia clave para combatir el cambio climático global
En un mundo en el que el número de personas afectadas por el hambre ha aumentado lentamente desde 2014, y en el que cada día se pierden o desperdician toneladas y toneladas de alimentos comestibles, es fundamental reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos.
El Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que se celebra cada 29 de septiembre, brinda una oportunidad para hacer un llamamiento a la acción tanto al sector público (autoridades nacionales o locales) como al sector privado (empresas y particulares), con la finalidad de establecer prioridades entre las medidas y avanzar con la innovación para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos a fin de restaurar y reconstruir mejor y de lograr sistemas alimentarios con capacidad de resiliencia.
Unos 931 millones de toneladas de alimentos, el 17% del total de alimentos disponibles para los consumidores en 2019, terminaron en los basureros de hogares, minoristas, restaurantes y otros servicios alimentarios, según revela el informe sobre el Índice de desperdicio de alimentos 2021, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización WRAP.
El peso de esos alimentos equivale aproximadamente a 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados, que puestos en fila darían siete vueltas a la Tierra.
La huella del desperdicio
Los humanos tenemos la oportunidad de reducir nuestra huella hídrica para preservar un recurso tan escaso como lo es el agua
El desperdicio alimentario supone un uso subóptimo de recursos cuya producción conlleva una huella hídrica, un aumento de la tierra cultivable y una emisión de gases de efecto invernadero.
El informe de la FAO revela que los cereales es el tipo de cultivo que mayor huella hídrica supone, un 51% de la huella de aguas útiles o aguas azules en agricultura y ganadería, seguidos de las frutas. La carne supone menos de un 10% del total de la huella de aguas azules de la agricultura.
Los desperdicios vegetales suponen un 16% del total de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura, mientras que los productos de origen animal suponen el 7%. Entre los desperdicios que más contribuyen a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero están las verduras y hortalizas (7%), la carne (6%) y los cereales (5%).
El uso de tierra arable es similar en los productos de origen vegetal y animal. Entre ellos, los cereales, la carne y la leche son los que mayores superficie cultivable ocupan. Una reducción total del desperdicio de los alimentos supondría reducir un 23% las emisiones totales de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura y la ganadería.
Una de las conclusiones más llamativas del estudio es que no se observan grandes diferencias entre países ricos y en desarrollo. Nigeria es uno de los países del mundo donde más comida se tira en los hogares con 189 kilos per cápita al año, comparados con los 59 de Estados Unidos. En México se desperdician 94 kilos, en España, 77; y en Colombia, 70.
La investigación revela que la mayor parte del desperdicio, un 11%, se produce en los hogares, frente a los servicios de alimentación y los establecimientos minoristas que tiran un 5% y 2%, respectivamente.
Por ejemplo, en un momento en que la medidas para frenar el calentamiento global aún está rezagada, entre el 8% y el 10% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero están asociadas con alimentos que no se consumen, si se toman en cuenta las pérdidas que suceden antes del nivel del consumidor.
Disminuir el desperdicio de alimentos reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero y la velocidad de la destrucción de la naturaleza que resulta de la conversión de la tierra y la contaminación. Al mismo tiempo, mejoraría la disponibilidad de alimentos y, por lo tanto, reduciría el hambre y ahorraría dinero en un momento de recesión mundial tras el impacto de la pandemia de la COVID-19.
Desde Naciones Unidas resaltan que “si queremos tomarnos en serio la lucha contra el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación y los residuos, entonces las empresas, los gobiernos y los ciudadanos de todo el mundo deben hacer su parte para reducir el desperdicio de alimentos”.
La Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU de este año se ha comprometido a lanzar nuevas acciones audaces para abordar el desperdicio de alimentos a nivel mundial.
Por ejemplo, los países pueden aumentar su contribución para frenar el calentamiento global de acuerdo con los objetivos del Acuerdo de París incluyendo medidas para reducir el desperdicio de alimentos, al tiempo que fortalecen la seguridad alimentaria y reducen los costos para los hogares.
¿Por qué es importante reducir la pérdida y desperdicio de alimentos?
Los alimentos que se pierden y desperdician representan el 38% del uso total de energía en el sistema alimentario mundial
En todo el mundo, cerca del 14 % de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista, en tanto que aproximadamente el 17 % de la producción total de alimentos se desperdicia (11 % en los hogares, 5 % en los servicios de comidas y 2 % en el comercio al por menor).
Cuando se pierden o desperdician alimentos, todos los recursos que se utilizaron para su producción -como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital- se desaprovechan. Además, la eliminación de los alimentos perdidos o desperdiciados en vertederos genera emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo que contribuye al cambio climático. La pérdida y el desperdicio de alimentos también pueden tener repercusiones negativas en la seguridad alimentaria y la disponibilidad de alimentos, y contribuir a aumentar el costo de la alimentación.
Nuestros sistemas alimentarios no pueden ser resilientes si no son sostenibles. De ahí la necesidad de centrarse en la adopción de enfoques integrados concebidos para la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Es necesario adoptar medidas a escala mundial y local para aprovechar al máximo los alimentos que producimos. Para introducir este cambio transformador es fundamental incorporar tecnologías, soluciones innovadoras (en particular plataformas de comercio electrónico para la comercialización y sistemas de elaboración de alimentos replegables y móviles), nuevas formas de trabajar y buenas prácticas con miras a gestionar la calidad de los alimentos y reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos.
Cuando quedan nueve años para alcanzar la meta 12.3 del Objetivo de Desarrollo Sostenible 12 (ODS), es imperativo agilizar las medidas encaminadas a reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
España frena el desperdicio en los hogares
Tres de cada cuatro hogares españoles tiraron a la basura comida y bebida en el año 2020, con una media de 31 kilos/litros por persona. En total, en el cubo de la basura de las familias terminaron 1.364 millones de kilos/litros de alimentos. Se trata de unas cifras similares a las del año anterior, si bien la tasa de desperdicio frente al total comprado mejora ligeramente y se sitúa en el 4,3 % en comparación con el 4,7 % del 2019. No obstante, todavía se despilfarra demasiada comida que termina en los contenedores.
Desde el Ministerio de Agricultura del Gobierno de España se insiste en que «al desperdiciar alimentos, no solo tiramos comida, también tiramos los recursos económicos y naturales (tierra, agua, energía, insumos) que han sido necesarios para obtenerlos, así como el esfuerzo de quienes los producen». Por ello reducir el desperdicio alimentario debe ser un «objetivo ético para el conjunto de la sociedad».
De ahí que sea perentorio reducir el desperdicio de alimentos tanto en la venta al por menor como entre los consumidores, así como evitar las pérdidas de alimentos en la cadena de producción y suministro. En este sentido se prevé que antes de final de año, se eleve al Consejo de Ministros una propuesta de proyecto de ley para prevenir este despilfarro, que afectará a todos los eslabones de la cadena alimentaria, incluida la restauración, y que «contribuirá a la sostenibilidad y a la economía circular, gracias a una gestión más eficiente de los recursos».
«Antes de tirar un alimento se establecerán prioridades para su destino, con preferencia para la alimentación humana sobre otros usos como la animal o la transformación industrial, y se creará la obligación de reaprovechar todos los productos que se retiren del mercado, fomentando la donación«.
Para concienciar sobre la necesidad de mejorar el aprovechamiento de alimentos y bebidas y evitar que terminen en la basura, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación inicia una campaña de concienciación entre la ciudadanía.
¿Sabías que 2021 es el Año Internacional de las Frutas y Verduras?
El cultivo de frutas y verduras puede mejorar la calidad de vida de los agricultores familiares y sus comunidades. Genera ingresos, crea medios de vida, mejora la seguridad alimentaria y la nutrición y potencia la resiliencia a través de la gestión sostenible de los recursos locales y el aumento de la agrobiodiversidad.
El valor de las frutas y verduras es muy superior a su precio. Mantener su calidad y garantizar su inocuidad a lo largo de la cadena de suministro, desde la producción hasta el consumo, reduce la pérdida y el desperdicio y aumenta su disponibilidad para el consumo.
La innovación, las tecnologías mejoradas y la infraestructura son cruciales para aumentar la eficiencia y la productividad en las cadenas de suministro de las frutas y verduras, a fin de reducir la pérdida y el desperdicio.