Un estudio publicado en Nature asegura que proteger unas áreas clave de los océanos permitiría invertir el declive de la biodiversidad marina, asegurar una pesca abundante y sostenible y mitigar la emisión del dióxido de carbono almacenado en el fondo oceánico



Todos los elementos de nuestro mundo están interconectados en una red en la que cualquier minúsculo cambio termina en consecuencias a escala planetaria. Por ese mismo motivo no es de extrañar que un cambio en la forma que gestionamos nuestros océanos pueda ofrecer una solución al clima, la seguridad alimentaria y la biodiversidad.
En este sentido, un estudio publicado en la revista Nature destaca que, si se llegan a proteger una serie de áreas específicas de los océanos, se salvaguardaría más del 80% de los hábitats de especies marinas en peligro de extinción y aumentarían las capturas de pesca en más de ocho millones de toneladas métricas, además de evitar la emisión de millones de toneladas de dióxido de carbono al océano cada año.
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«Está claro que la humanidad y la economía se beneficiarán de un océano más saludable. Y podemos obtener esos beneficios rápidamente si los países trabajan juntos para proteger al menos el 30% del océano para 2030. En este estudio hemos identificado aquellos lugares que deben ser fuertemente protegidos”, añade el experto científico.
Para delimitar estas áreas, los autores responsables de la investigación analizaron las aguas oceánicas desprotegidas del mundo en función del grado en que están amenazadas por las actividades humanas, como la sobrepesca.
Después desarrollaron un algoritmo para identificar aquellas áreas donde las protecciones brindarían los mayores beneficios en los tres objetivos complementarios de protección de la biodiversidad, producción de mariscos y mitigación del clima. Como último paso mapearon estos lugares para crear un «plan» práctico que los gobiernos pueden utilizar para implementar sus compromisos de proteger la naturaleza.
«No existe una mejor solución para salvar la vida marina y obtener estos otros beneficios. La solución depende de lo que le importe a la sociedad, o un país determinado, y nuestro estudio proporciona una nueva forma de integrar estas preferencias y encontrar estrategias de conservación eficaces”, señala Juan S. Mayorga, coautor del informe.
Así pues, según su criterio, el establecimiento de áreas marinas protegidas (AMP, por sus siglas en inglés) con protección estricta principalmente en las zonas económicas de cada estado -zona desde la línea base de la costa hasta las 200 millas náuticas- salvaguardaría más del 80% de los rangos de especies en peligro de extinción, frente a una cobertura actual de menos del 2%.


Proteger estas áreas, además, impulsaría la producción de la pesca al aumentar una oferta de especies que en la actualidad no ha parado de mermarse, logrando así incrementar la captura de mariscos en más de 8 millones de toneladas métricas en relación con las operaciones habituales.
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Lejos de identificar estos beneficios, “este trabajo es el primero en calcular los impactos climáticos de la pesca de arrastre de fondo”, tal y como subrayan sus autores por lo que exponen proteger solo el 4% del océano de esta práctica ayudaría a mitigar el 90% de la alteración de carbono.
“El fondo del océano es el depósito de carbono más grande del mundo. Si queremos tener éxito en detener el calentamiento global, debemos dejar intactos los fondos marinos ricos en carbono. Sin embargo, todos los días estamos rastreando el fondo marino, agotando su biodiversidad y movilizando milenios carbono y, por lo tanto, exacerbar el cambio climático”, explican los autores.
Para los expertos, todo este abanico de impactos ayudará a cerrar una brecha en nuestro conocimiento sobre los impactos de la conservación de los océanos que hasta la fecha no se había estudiado en relación con la conservación basada en la tierra.
Todo ello bajo el contexto de que este año se celebrará, en principio, la 15ª Conferencia de las Partes del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, que se espera que tenga lugar en Kunming, China.
En esa conferencia se espera, entre otras cosas, lograr un acuerdo para proteger el 30% de la tierra y los océanos del planeta para 2030.
