Indígenas, los guardianes olvidados de la naturaleza

Indígenas, los guardianes olvidados de la naturaleza

Los indígenas son conocidos como los guardianes de la naturaleza por preservar el 80% de la biodiversidad de este planeta, lo que los convierte en un aliado contra el cambio climático. Sin embargo, las atrocidades contra ellos no paran de sucederse, sobre todo, en lo que a agua se refiere


En nuestro planeta existen cerca de 370 millones personas que se identifican como miembros de culturas indígenas, cada una de ellas herederas de las tradiciones y vertientes únicas con las que los humanos solíamos conectar en el pasado con la naturaleza.

Precisamente por ese motivo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) los conoce como “los guardianes de la naturaleza”. Y es que, representando tan solo el 5% de la población mundial, administran el 28% de la superficie terrestre y cuidan de nada más y nada menos que del 80% de la biodiversidad, incluida la mayoría de las especies de plantas y animales de la Tierra.

Su impacto en la naturaleza es tan ínfimo con los beneficios que aportan que estudios científicos se han atrevido a catalogar algunos de las regiones que habitaron como prístinas. Uno en concreto publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) este año habla de bosque en Perú que, a pesar de haber acogido tribus locales, ha permanecido relativamente inalterado durante 5.000 años.

«Lejos de implicar que los complejos asentamientos humanos permanentes en la Amazonía no tuvieron influencia sobre el paisaje en algunas regiones, nuestro estudio agrega sustancialmente más evidencia que indica que la mayor parte del impacto grave de la población indígena en el medio forestal se concentró en los suelos ricos en nutrientes cerca de ríos, y que su uso de la selva tropical circundante fue sostenible, sin causar pérdidas de especies o alteraciones detectables durante milenios”, comenta Dolores Piperno, autora principal del estudio.

Los pueblos indígenas obtienen una voz más fuerte en la acción climática

El papel vital de los pueblos indígenas fue reconocido en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUDPI) del 2007 y más tarde, fueron uno de los principales actores en dar vida a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

De hecho, esta Agenda 2030 hace alusión a los pueblos indígenas en seis ocasiones: tres veces en la declaración política; dos en las metas del Objetivo 2 sobre Hambre Cero (meta 2.3) y el Objetivo 4 sobre educación (meta 4.5), y uno en la sección de seguimiento y revisión que pide la participación de los pueblos indígenas.

Uno de los últimos pasos dado en su reconocimiento fue la reciente petición por hacer que la Plataforma de Comunidades Locales y Pueblos Indígenas (LCIPP) fuera ampliamente accesible, incluso mediante el desarrollo de un portal web específico sobre LCIPP, para así “crear un mejor espacio abierto e inclusivo en el que favorecer los intercambios de experiencias y servir como altavoz para estos pueblos para construir un mundo resiliente al clima para todos”.

Este jueves, precisamente, tendrá lugar el evento en el que se decidirá el enfoque participativo para diseñar y desarrollar el portal web de LCIPP, al tiempo que se hablará sobre nuevas formas de intercambiar experiencias y elevar la voz de los pueblos indígenas y las comunidades locales.

“Los pueblos indígenas deben ser parte de la solución al cambio climático. Esto se debe a que tiene el conocimiento tradicional de sus antepasados. El importante valor de ese conocimiento simplemente no puede, ni debe, subestimarse. También es esencial para encontrar soluciones hoy y en el futuro”, recuerda Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

Indígenas, olvidados

A pesar de la importancia de los pueblos indígenas en la consecución de los ODS y, en definitiva, del Acuerdo de París, muchas veces quedan apartados no solo de las tomas de decisiones, sino de su derecho a la vida.

Prueba de esto último son las constantes atrocidades que han sufrido a lo largo de nuestra historia reciente y que siguen sufriendo, a pesar de la creación figuras internacionales que supuestamente velan por su seguridad, sobre todo en lo que a materia hídrica se refiere.

Esta semana, por ejemplo, salía a la luz un estudio en el que se indicaba que poblaciones indígenas de la Amazonía peruana sufren por contaminación por plomo, un elemento presente en la lista de las diez sustancias químicas que constituyen una preocupación para la salud pública.

En concreto, una concentración de plomo de 5 µg/dl en sangre puede ser catastrófico para la salud, sobre todo en niños que, por cierto, estaban presentes también en ese estudio. La presencia del plomo, en este caso, se debe a la extracción de petróleo cerca de las áreas en las que viven estas personas.

Además del crudo, la minería de oro está contaminando las aguas de los ríos con mercurio, también muy contaminante. Según un estudio, en las zonas más cercanas a las zonas de operaciones se puede encontrar cantidades 250 veces superior de este elemento que, entre otras cosas, contaminan las únicas fuentes de alimentos de las comunidades indígenas.

pueblos indigenas
A pesar de las contundentes pruebas de que los pueblos indígenas protegen la biodiversidad, están asediados por todos los frentes.

Sin mencionar tampoco que ambas actividades están reduciendo la capacidad de recuperación de la Amazonía, mermando así un vital sumidero de carbono del planeta y, además, las áreas en las que viven estos pueblos que ahora se ven obligados a desplazarse.

Más sonado aun es el tema de las Primeras Naciones en Canadá. Allí, estas tribus llevan años dependiendo del agua embotellada, a pesar de estar rodeados por masas de agua dulce que, sin embargo, no utilizan por miedo a las enfermedades que esconde el agua.

“El daño emocional y espiritual de no tener agua limpia, tener que mirar toda el agua que nos rodea a diario y no poder usarla, es casi imposible de cuantificar”, comenta la Jefa Emily Whetung, en un reportaje en The Guardian.

Como consecuencia de las leyes de la era colonial, a las comunidades indígenas se les ha prohibido financiar y administrar sus propios sistemas de tratamiento de agua, y el gobierno federal tiene la responsabilidad de solucionar los problemas que, en este caso, han quedado apartados a un segundo plano.

De seguir por este camino, lo más seguro es que la Agenda 2030 sufra el mismo destino que las metas de Aichi, eso sí, en un periodo en el que el tiempo vale oro y en el que los pueblos indígenas seguirán sufriendo los problemas del resto del mundo y del cambio climático de forma desproporcionada, a pesar de vivir teóricamente aislados de ese mundo que los está consumiendo.



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