Las consecuencias del cambio climático son especialmente duras para Pakistán. Este país centroasiático, el quinto más poblado del mundo con 216,6 millones de habitantes, ocupa el octavo lugar entre los países más afectados por el cambio climático entre 1999 y 2019, con pérdidas económicas equivalentes a 3.772 mil millones de dólares, según apunta el informe de Índice de Riesgo Climático Global 2021. Un terrible balance al que hay que sumar el dudoso honor de ser la segunda nación más contaminada del mundo con una concentración media de PM2,5 de 65,81, de acuerdo al Índice de Calidad del Aire de la ONG IQAir.
Polución, olas de calor extremas, sequías prolongadas, inundaciones… Uno de los principales motivos de este ensañamiento climático con Pakistán es que el país se ve directamente afectado por el deshielo de los glaciares del Himalaya, lo que está provocando una grave escasez de agua en gran parte del país, así como de la paulatina desaparición de los bosques de ribera. De hecho, su tasa de deforestación anual se considera una de las más altas del mundo: entre 2000 y 2010, el país perdió un promedio de 43.000 hectáreas de bosque por año, aproximadamente la mitad del área de su capital, Islamabad.
Los bosques cubren actualmente alrededor de 4.478 millones de hectáreas (5,1%) del territorio pakistaní, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), una proporción muy pequeña si se tiene en cuenta que la cubierta forestal mundial es de aproximadamente el 31% de la superficie terrestre total.
Ante esta situación, el Gobierno que dirige el primer ministro Imran Khan ha puesto en marcha uno de los esfuerzos de forestación más ambiciosos del mundo: Pakistán planea expandir y restaurar los bosques del país mediante la plantación de 10.000 millones de árboles a lo largo de 5 años. Por el momento, la primera fase tiene como objetivo plantar 3.250 millones de árboles este año, con un coste estimado de unos 105.000 millones de rupias paquistaníes (unos 500 millones de euros). Además, irá acompañada de una Iniciativa de Áreas Protegidas para desarrollar 15 áreas protegidas modelo en todo el país y conservar más de 7.300 kilómetros cuadrados de superficie terrestre y crear más de 5.500 empleos “verdes”.


El programa bautizado por Khan como “tsunami de árboles” no se limitará a la reforestación en términos de cantidad, sino que también tiene como objetivo preservar los manglares (un ecosistema de árboles a lo largo de la costa) y reforestar ciudades a través de parques públicos y cinturones verdes. “El Gobierno de Pakistán está plenamente comprometido en desempeñar un papel de liderazgo para abordar el problema del cambio climático, incluida la iniciativa de plantar 10.000 millones de árboles, que restaurarán y mejorará más de 1 millón de hectáreas de bosques en todo el país”, explicó el ministro de Cambio Climático, Malik Amin Aslam, durante la presentación el pasado mes de Pakistán como anfitrión del Día Mundial del Medio Ambiente.
Una oportunidad económica
Más allá de los enormes beneficios ambientales que puede tener este programa de restauración y conservación, Pakistán quiere que su “tsunami” arbolado se convierta también en una oportunidad económica, que permita mejorar la situación social de muchos de sus ciudadanos más vulnerables. Para ello, ha lanzado un Fondo de Restauración de Ecosistemas que busca apoyar otras soluciones basadas en la naturaleza y facilitar la transición hacia iniciativas ambientalmente resilientes y ecológicamente focalizadas sobre forestación y conservación de la biodiversidad. En concreto, el fondo permitiría a los acreedores de Pakistán, en su mayoría otros países, otorgar alivio de la deuda del país a cambio de que el Gobierno cumpla con ciertos objetivos de restauración de la naturaleza.
Es decir, se trata de un bono del Tesoro que vincula el pago de la deuda con los esfuerzos climáticos y de biodiversidad, lo que lo convierte en un instrumento financiero totalmente nuevo. «El gobierno está utilizando actualmente sus propios recursos, pero existe la necesidad de que la comunidad internacional realice inversiones», explica Mahmood Akhtar Cheema, representante de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en Pakistán al medio web Climate Home News. Para Cheema, el nuevo bono es una «gran oportunidad» para recaudar fondos y ayudará a “desarrollar el marco financiero para la restauración de ecosistemas degradados” en un momento en que la liquidez es escasa.


Además, para garantizar la integridad ambiental de este programa piloto, se utilizarán imágenes satelitales para monitorear el desempeño frente a los objetivos de restauración de la naturaleza acordados. Algo que según los expertos creará un incentivo muy fuerte para impulsar la reforestación y acelerar la implementación de los programas gubernamentales de naturaleza y biodiversidad.
En los últimos meses, el Gobierno de Pakistán ha expresado abiertamente la necesidad de que los países ricos proporcionen alivio de la deuda a las naciones en desarrollo que luchan por satisfacer las necesidades básicas de su población y que tienen por tanto dificultades invertir en un desarrollo sostenible y con bajas emisiones de carbono. El revolucionario plan de cambio de deuda por protección del medio ambiente puede ser una fórmula para poder conciliar por fin estas dos realidad y dar a los países en desarrollo como Pakistán una verdadera oportunidad de liderar también la lucha contra el cambio climático.
Gran parte del plan de Pakistán pasa por la conservación y restauración de los manglares del Delta del Indo en el sureste del país, que suponen una de las mayores reservas de la biosfera de esa zona de Asia. Según apunta la FAO, estos ecosistemas funcionan como una suerte de guarderías de peces, ya que en ellos se desovan y se crían cientos de especies de peces pequeños, además de ser el hogar de moluscos, crustáceos y una gran cantidad de aves. Sus raíces, además, son el refugio de reptiles y anfibios.
Por otro lado, los maglares facilitan la salud de ecosistemas adyacentes, como los arrecifes de coral y tienen el doble de la capacidad de almacenamiento de carbono (1.000 toneladas por hectárea) que la que tienen los bosques de tierras altas y cinco veces más que los bosques de sabana.
Además, son los únicos bosques del mundo que representan una suerte de muro natural contra las tormentas. Si los manglares desaparecieran, las comunidades de Pakistán, además de ser una de las poblaciones que más sufre los efectos del cambio climático, también se quedaría sin una de sus más vitales barreras de protección para mitigar la erosión del suelo y evitar inundaciones en época de monzón.
