Desde 1948, cada 10 de diciembre las personas celebramos el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Este año, el lema está relacionado con la pandemia de COVID-19 y se centra en la necesidad de reconstruir para mejorar, asegurándose de que los derechos humanos sean la base para los esfuerzos de recuperación.
Solo alcanzaremos nuestros objetivos comunes en todo el mundo si somos capaces de crear igualdad de oportunidades para todos, abordar los fracasos que la pandemia ha dejado en evidencia y aplicar las normas de derechos humanos para hacer frente a las desigualdades, la exclusión y la discriminación arraigadas, sistemáticas e intergeneracionales.
La celebración de este día es una oportunidad para reafirmar la importancia de los derechos humanos para construir de nuevo el mundo que queremos, la necesidad de solidaridad mundial, y la interconexión y humanidad que compartimos como seres humanos.
Una de las lecciones que deja la pandemia es la importancia de uno de los derechos más recientes de la humanidad, el Derecho Universal al agua potable y al saneamiento, un recurso que ha marcado nuevamente la diferencia entre la salud y la enfermedad, la vida, porque allí donde no había agua para lavarse las manos, el contagio de COVID-19 ha sido más cruento.
El acceso al agua es el derecho más fundamental
Sin agua, ni la salud, ni la alimentación ni la sostenibilidad medioambiental, ni el desarrollo frente a la pobreza están garantizadas.
De ahí que en 2010 se entendiera este derecho por sí mismo como un pilar esencial para la consecución del resto de los derechos universales, y posteriormente, con la aprobación de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, se reconociera el recurso como inherente al logro efectivo del resto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ya que su presencia es transversal en todos ellos.
Ninguno de los Objetivos recogidos en la Agenda 2030 puede ejercerse con plenitud si no existe la garantía previa del derecho al agua.
Cuando en el año 2010 las Naciones Unidas reconocieron el derecho humano al agua y al saneamiento, a la vez establecieron las condiciones necesarias para que fuera realidad. El abastecimiento de agua por persona debe ser suficiente y continuo, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible.
¿Qué es el derecho al agua?
Suficiente. El abastecimiento de agua por persona debe ser suficiente y continuo para el uso personal y doméstico. Estos usos incluyen de forma general el agua de beber, el saneamiento personal, el agua para realizar la colada, la preparación de alimentos, la limpieza del hogar y la higiene personal. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), son necesarios entre 50 y 100 litros de agua por persona y día para garantizar que se cubren las necesidades más básicas y surgen pocas preocupaciones en materia de salud.
Saludable. El agua necesaria, tanto para el uso personal como doméstico, debe ser saludable; es decir, libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud humana. Las medidas de seguridad del agua potable vienen normalmente definidas por estándares nacionales y/o locales de calidad del agua de boca. Las Guías para la calidad del agua potable de la Organización Mundial de la Salud (OMS) proporcionan las bases para el desarrollo de estándares nacionales que, implementadas adecuadamente, garantizarán la salubridad del agua potable.
Aceptable. El agua ha de presentar un color, olor y sabor aceptables para ambos usos, personal y doméstico. […] Todas las instalaciones y servicios de agua deben ser culturalmente apropiados y sensibles al género, al ciclo de la vida y a las exigencias de privacidad.
Físicamente accesible. Todo el mundo tiene derecho a unos servicios de agua y saneamiento accesibles físicamente dentro o situados en la inmediata cercanía del hogar, de las instituciones académicas, en el lugar de trabajo o las instituciones de salud. De acuerdo con la OMS, la fuente de agua debe encontrarse a menos de 1.000 metros del hogar y el tiempo de desplazamiento para la recogida no debería superar los 30 minutos.
Asequible. El agua y los servicios e instalaciones de acceso al agua deben ser asequibles para todos. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sugiere que el coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar.
Aunque en España ambos derechos, agua y saneamiento, están cubiertos en todo el territorio nacional, no podemos olvidar que a nivel global todavía existen 2.000 millones de personas sin acceso y disponibilidad de agua potable en el hogar, y 4.500 millones sin servicios de saneamiento seguros, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef.
Las personas que carecen de un acceso mejorado al agua en países en desarrollo consumen mucho menos, en parte porque tienen que portarla a lo largo de largas distancias y el agua es pesada.
Para los 884 millones de personas en el mundo que viven a más de 1 kilómetro de una fuente de agua, el uso es normalmente inferior a 5 litros al día de un agua insalubre.
No solo la pandemia ha evidenciado que el derecho al agua es un reto pendiente de afrontar, la previsión de mayor escasez de recursos hídricos como consecuencia del cambio climático, un escenario que, además, amenaza con nuevos desastres naturales relacionados con inundaciones y sequías, una demanda creciente a medio plazo exigen soluciones eficaces e inteligente fruto de la fusión de la tecnología, la ciencia y la innovación basada en la colaboración de todos los estamentos implicados, en las alianzas entre administración, ciencia, empresa y entre Estados.
Porque otra lección de la pandemia es que de la salud de unos depende la de todos, y el agua ahí es una clarísima barrera de contagios.
No importa cómo lo logremos, lo único claro es que será entre todos. La cuestión prioritaria es que el derecho humano al agua y al saneamiento sea una realidad, y ello requiere no dejar a nadie de lado, venga de lo público o lo privado.
