A contracorriente: el fracaso del Relator en la ONU

A contracorriente: el fracaso del Relator en la ONU

A contracorriente: el fracaso del Relator en la ONU

El Relator del derecho humano al Agua y al Saneamiento, Pedro Arrojo, presentó el pasado octubre ante la 76ª Asamblea General de Naciones Unidas un informe sobre la supuesta mercantilización del agua que, no solo ha generado indiferencia entre los países, sino que incluso ha chocado frontalmente con una diplomacia europea que le pide que asuma que los retos hídricos necesitan de alianzas



Un año después, el Relator para el derecho humano al Agua y al Saneamiento, Pedro Arrojo, parece ser por fin consciente de su soledad. Tras malgastar el primero de sus tres años de mandato en batallas ideológicas, el exdiputado de Podemos se ha dado de bruces con la realidad durante la presentación de su informe sobre la supuesta mercantilización del agua ante la 76ª Asamblea General de Naciones Unidas (ONU). Nadie quiere saber nada de sus extrañas obsesiones: las principales democracias, comandadas por la Unión Europea, rechazan de plano su enfoque anti-empresa, y los países vulnerables, con verdaderos problemas hídricos, le piden que reordene sus prioridades.

Este revés, sin embargo, era de esperar. Para cualquiera que haya seguido los movimientos de este político español a lo largo de los últimos meses era prácticamente imposible justificar su plan de acción. Y es que, desde que llegó al cargo, no ha guardado apenas las apariencias para tratar de demostrar que no se olvidaba de los más de 2.000 millones de personas que en la actualidad no tienen acceso seguro a agua potable, o las casi 4.200 millones que todavía no disfrutan de servicios de saneamiento adecuado. Ni siquiera en analizar cómo el cambio climático o la falta de infraestructuras pueden sumir en la pobreza hídrica a millones de vulnerables más.

No, Arrojo ha preferido seguir los dictados de su ideología. Apoyado por asociaciones anti-empresa de todo signo y condición, aunque de dudosa representatividad, el Relator ha hecho honor a su pasado como diputado morado para desarrollar un mandato parcial y poco coherente con lo que pide la ONU, defensora irreductible de las alianzas como mejor forma de avanzar en la senda del desarrollo sostenible. Su participación en numerosos eventos contra le gestión privada así lo atestiguan, aunque no hay mejor prueba de las obsesiones de Arrojo que su primer informe como Relator, dedicado a una supuesta mercantilización del agua que sólo existe en su cabeza.

Para la Unión Europea, “todas las fuerzas de la sociedad deberían forma parte de los esfuerzos para garantizar el derecho humano al agua, ya sean actores públicos o privados”

El pasado mes de octubre, el Relator tuvo la oportunidad de defender su trabajo del último año ante los 193 países que conforman Naciones Unidas. Pero lo que él veía como una ocasión inmejorable de poner en primer plano su visión del mundo, en que las empresas son culpables de todo mal, ha acabado por exponer lo evidente: Arrojo se ha empeñado en nadar a contracorriente y está solo en su cruzada.

La mayor prueba de su soledad está en las respuestas que dieron las principales democracias presentes tras la exposición de su informe. Sin ir más lejos, para el delegado de la Unión Europea (UE) “todas las fuerzas de la sociedad deberían forma parte de los esfuerzos para garantizar el derecho humano al agua, ya sean actores públicos o privados”, una constatación alineada con lo que pide tanto la Comisión como la propia Naciones Unidas a través de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). De hecho, el representante europeo parecía tan sorprendido por lo que afirmaba el informe de Arrojo que le instó directamente a que indicara en qué áreas consideraba adecuado apostar por la colaboración público-privada.

Misma consigna para España, Alemania o Eslovenia, que no solo se alinearon con la posición europea, sino que, en el caso de la delegación española, pidieron directamente al Relator que reflexionara y pusiera en valor un modelo de gobernanza democrática del agua “que aúne lo mejor de los dos mundos, incluyendo fórmulas de participación equilibrada del sector privado”.

Pero más allá de estas peticiones directas, Arrojo pudo constatar que tampoco en el mundo en desarrollo encuentra apoyos su desacertado informe. Países como Egipto, Siria, Etiopía, Argelia o Armenia no aprovecharon su intervención para alabar lo expuesto por el Relator o pedirle que profundizara en lo ya expuesto, sino que llamaron la atención sobre sus propios problemas hídricos, ignorados por este cargo de Naciones Unidas a pesar de ser su misión. La mayor parte le pidieron que mediara para solucionar sus conflictos transfronterizos, pero también hubo espacio para recordar la urgencia que supone el cambio climático y la necesidad de afrontar juntos el reto del estrés hídrico creciente.

En vez de afrontar la realidad y dar respuesta a las urgencias que planteaban los países, el Relator se refugió en un batiburrillo de lugares comunes

De hecho, el Relator hizo extraños aliados. El único país que apoyó su informe y no llamó la atención sobre los retos hídricos del planeta fue China, que aprovechó la ocasión para atacar a Estados Unidos por la escasez en California. Un amigo del que debería recelar Arrojo, ya que no parece que el modelo chino sea el más adecuado para aplicar esa gobernanza democrática del agua en la que tanto insiste.

Es más, por parte de los países que deberían apoyar este modelo que se quiere inclusivo, pero en realidad es excluyente, no solo hubo rechazo frontal como el de la UE, sino un tratamiento incluso más displicente: el silencio. Al fin y al cabo, países como Chile, Australia o el propio Estados Unidos, en los que estaba centrado el desenfocado informe del Relator a pesar de ser lugares donde el acceso al agua está garantizado, ni siquiera creyeron necesario dignificar los desvaríos de este político español con una respuesta directa.

Pero incluso más grave fue la reacción del Relator al vislumbrar su la falta de apoyos. En vez de afrontar la realidad y dar respuesta a las urgencias que planteaban los países a los que, al fin y al cabo, les debe el mandato, el Relator se refugió en un batiburrillo de lugares comunes, perdiéndose en una serie de generalidades sobre el cambio climático y la falta de acceso al agua potable en zonas con estrés hídrico, evitando respuesta alguna a las preguntas que le habían formulado las delegaciones.

Aunque parezca imposible, ya es hora de dar un vuelco a un mandato que corre el serio riesgo de resultar fallido

Es cierto que entre los disparates ideológicos de Arrojo había diagnósticos correctos, como la constatación de que la brecha de financiación a nivel de infraestructuras hídricas exige una mayor inversión pública, o el hecho de que sea necesario fortalecer los programas de seguridad hídrica para garantizar la soberanía alimentaria. Pero estos mensajes parecen más un esfuerzo desesperado por parecer en sintonía con los países de la ONU en un escenario en el que están discutiendo su autoridad que un cambio de registro. Nada de lo que ha hecho Arrojo en los últimos meses parece indicar que haya superado su ceguera ideológica. Una auténtica tragedia.

Y es que, aunque parezca imposible, ya es hora de dar un vuelco a un mandato que corre el serio riesgo de resultar fallido. Arrojo ya ha indicado que a lo largo del próximo año centrará sus esfuerzos en realizar un informe sobre los pueblos indígenas que, por desgracia, tampoco versará sobre los retos hídricos que afrontan muchas de estas comunidades, sino sobre las “lecciones” sobre gobernanza que se pueden extraer de sus prácticas ancestrales. Es decir, volverá a retorcer una cuestión importante para arrimarla a su ascua ideológica. Una actitud lamentable que seguro le valdrá otro rapapolvo diplomático, esta vez en la 77ª Asamblea General.



Se adhiere a los criterios de transparencia de

Archivado en:
Otras noticias destacadas