Se ha celebrado esta semana el Día Mundial de los Humedales, sin duda uno de los hábitats naturales más ligados al agua y al bienestar humano. Uno de los mensajes de campaña elegido para este año, Agua, humedales y vida, no puede señalar mejor la conexión que existe entre recursos hídricos, calidad ambiental y salud humana. Los organizadores señalan la importancia de los espacios húmedos como fuente de agua dulce y animan a tomar medidas para restaurarlos y detener su pérdida.
Cada año, el 2 de febrero se celebra esta efeméride para conmemorar la fecha de la firma del Convenio de Ramsar, relativo a la conservación de estos ecosistemas, en la ciudad iraní de dicho nombre ese día de 1971. Hace pues justo 50 años de la puesta en marcha de este acuerdo internacional pionero, que ahora mismo compromete a 171 países y protege bajo su manto 2.416 espacios naturales en todo el mundo.
Gracias a este convenio, que anticipó en su articulado el concepto de desarrollo sostenible antes incluso de que el término se acuñara en los años 90, ha sido posible mantener a flote algunos de los espacios naturales acuáticos más importantes.
El paraguas del Convenio Ramsar ha permitido evitar el deterioro de muchos espacios, pero no todos. Se calcula que en los últimos 35 años ha desaparecido más del 50% de los humedales en todo el mundo no amparados bajo su protección internacional.
“Los humedales son sistemas naturales de reciclaje de agua y fuente de biodiversidad y riqueza”
Y esto es un hecho dramático, puesto que los humedales –lagos, ríos, marismas, turberas, pantanos, manglares, salinas…– son sistemas naturales de reciclaje de agua y fuente de biodiversidad y riqueza. Por dar algunos datos: el 40 % de las especies del planeta viven y se reproducen en humedales y más de 1.000 millones de personas dependen de ellos para su sustento.
En relación al clima, las turberas, por ejemplo, almacenan el doble de carbono que los bosques, y junto a marismas y manglares y otros ecosistemas ayudan a mitigar las emisiones de efecto invernadero.
También son los humedales un sistema de amortiguación y control de inundaciones, cada vez más recurrentes debido a la meteorología extrema que alimenta el cambio climático.
Servicios ecosistémicos
Los humedales son, como vemos, una fuente de servicios ecosistémicos. Ofrecen a la sociedad retornos de todo tipo en el orden de la salud, la economía y la resiliencia ante el cambio climático.
La naturaleza en general nos ofrece servicios como promover la fertilidad de los suelos, la filtración de las aguas, la protección ante las inundaciones, la prevención de los incendios, la captación de CO2, la generación de oxígeno, la adaptación y mitigación del cambio climático, y hasta la prevención de pandemias y epidemias. En ese sentido, la iniciativa One Health de Naciones Unidas ha dejado clara la conexión que hay entre la destrucción y fragmentación de hábitats y la pérdida de biodiversidad con la mayor posibilidad de transmisión de enfermedades animales al ser humano, algo que llevamos sufriendo de forma terrible desde hace un año con el coronavirus.
La naturaleza bien conservada ofrece servicios que no valoramos hasta que los perdemos y tenemos que reemplazarlos con costosos procedimientos tecnológicos y financieros, si es que podemos.
Por eso, empieza a surgir un movimiento que aboga no ya solo por la conservación de los espacios naturales, sino por su restauración. En cierto sentido, no se trata ya de jugar a la defensiva, sino de pasar al contraataque. Sanar, en lugar de defender.
Esta misma semana, narrábamos en nuestro diario la historia de cinco humedales españoles que han sido restaurados ecológicamente en los últimos tiempos y han llevado beneficios de todo tipo a los territorios donde se insertan.
También en nuestras páginas, Odile Rodríguez de la Fuente, recordaba estos días la importancia de recuperar terreno natural, abogando por ordenar el territorio con inteligencia y proyección hacia el futuro: “Reservemos áreas que sirvan de pulmón, bombeando beneficios y servicios ecosistémicos para todos”, escribía la hija del conocido divulgador de la naturaleza.
“Los servicios ecosistémicos que ofrecen los humedales tienen un valor impagable en tiempos de cambio global y climático”
En ese sentido, el Gobierno español anunciaba esta semana un ambicioso plan de aquí a 2030 para restaurar ecológicamente algunos humedales históricos deteriorados o desaparecidos.
“No sólo se trata de conservar adecuadamente los humedales, sino de seguir emprendiendo la restauración progresiva de todos aquellos que puedan recuperar la estructura y funciones perdidas por la acción humana”, explicaba estos días la ministra para la Transición Ecológica Teresa Ribera. El plan es recuperar 20.000 hectáreas de humedales en 2030, que complementarán las 18.000 ya restauradas en las últimas décadas.
En línea con lo que la ministra avanzaba, durante décadas hemos intentado conservar lo que quedaba. Pero cabe reflexionar sobre si esto es suficiente. Si no hay efectivamente que restaurar y regenerar también lo dañado, teniendo en cuenta que la inversión aplicada genera retornos a largo mucho mayores que el esfuerzo realizado.
Nuestra sociedad debe ser más ambiciosa en el contexto de este siglo XXI sometido a incertidumbres climáticas, escasez de recursos, demanda creciente de materiales y población en aumento. Debemos aprovechar el conocimiento científico, entender el alcance de los retos y emplear las herramientas que tenemos para trabajar de modo inteligente en nuestro bienestar futuro. Y tenemos que hacerlo recordando que las alianzas y los acuerdos, como los articulados internacionalmente en el Convenio Ramsar, son una garantía de éxito consensuado en línea con el ODS17 de la ONU.
“Restaurar la naturaleza es la opción más inteligente en este siglo de incertidumbres climáticas, escasez de recursos, demanda creciente de materiales y población en aumento”
En ese sentido, en relación a los humedales, es encomiable ver cómo algunas compañías de agua ya han tomado nota de ello y han convertido las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) en verdaderos humedales artificiales que promueven la biodiversidad. Del mismo modo que estos centros son biofactorías que cierran el ciclo de materiales y energía mostrando de forma aplicada el concepto de economía circular donde el sector del agua es adelantado a otros.
Estamos en el momento de entender que cuando se habla de proteger la naturaleza hablamos también de protegernos a nosotros mismos. En cierto sentido, cuidar la naturaleza no es una forma de altruismo, sino de egoísmo bien entendido. No es por ella solamente, sino por nosotros mismos por quien debemos velar. El capital natural es el mayor activo con el que cuenta la humanidad globalizada, de él dependemos todos, y debemos tratarlo con aplicación e inteligencia.
