A pesar de llamarse planeta azul por la enorme cantidad de agua presente en su superficie, lo cierto es que este recurso representa solo el 0,023% de la masa total de la Tierra. Una minúscula cifra que disminuye aún más cuando se habla del agua disponible para el uso humano, que se sitúa en 0,007% del conjunto.
Por pequeña que resulte la cifra, este valor ha sido más que suficiente para abastecer a toda la humanidad a lo largo de su historia. No obstante, desde la década de los años 50, el uso del agua ha aumentado de forma exponencial, poniendo en peligro el futuro de muchas personas que ven como cada vez se vuelve más complicado acceder a este derecho humano.
De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), actualmente la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial.
Para alimentar a 9.000 millones de personas en 2050 será necesario que la producción agrícola aumente en un 60% y la extracción de agua en un 15 %, por lo que todo apunta a que en 2025, alrededor de 1.800 millones de personas habitarán en regiones o países con escasez absoluta de agua.
El cambio climático empeorará la situación, ya que se alterarán los ciclos hidrológicos y la disponibilidad de agua será más impredecible. El estrés hídrico aumentará en muchas zonas del mundo.
El propio Banco Mundial nos advierte de que fortalecer la seguridad hídrica en este contexto de creciente escasez, mayor incertidumbre y disparidades más grandes en la disponibilidad de agua, es urgente invertir en el fortalecimiento institucional, la gestión de información y el desarrollo de infraestructura (natural y artificial).
Se necesitan herramientas institucionales como marcos legales y regulatorios, mecanismos de fijación de precios e incentivos para asignar, regular y conservar mejor los recursos hídricos.
Además, se necesitan sistemas de información para el monitoreo de los recursos, la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre, el análisis de los sistemas, y los pronósticos y alertas hidrometeorológicos.
El BM insiste y urge a explorar inversiones en tecnologías innovadoras para mejorar la productividad, conservar y proteger los recursos; reciclar el agua de lluvia y las aguas servidas, y desarrollar fuentes de agua no convencionales, además de buscar oportunidades para mejorar el almacenamiento del agua, incluidas la recarga y la recuperación de acuíferos.
Asegurar la rápida difusión y la adecuada adaptación o aplicación de estos avances será clave para fortalecer la seguridad hídrica en todo el mundo. Y con ella facilitar los avances para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.
Porque bien es sabido que el ODS 6 que nos impulsa a hacer real el Derecho Humano al Agua y al Saneamiento es esencial para garantizar la alimentación, la salud, la igualdad, la educación, el desarrollo personal y colectivo, económico y social del conjunto de la humanidad.
Una humanidad que forma parte de la biodiversidad del planeta y que es consciente por primera vez en la historia de la Tierra de su capacidad de aceleración y quizá, hasta de desaceleración de este cambio climático que nos acecha y nos obliga a ser conscientes de nuestro papel en su conservación.
Los 17 objetivos de la ONU plantean una ambiciosa agenda que funde las tres dimensiones de la sostenibilidad. Pero en esa mezcla de aspiraciones sociales, económicas y ambientales, la sociedad sigue percibiendo el agua y la alimentación como los elementos esenciales.
Junto con la salud son los grandes retos que esta pandemia que ha asolado al mundo ha devuelto al podio. Un podio cuya medalla será las inversiones que los respectivos países desarrollen en los próximos años para afianzar sus garantías de acceso.
Si empezamos con los recursos hídricos, a través de inversiones infraestructurales y la búsqueda de soluciones basadas en la naturaleza, no solo garantizaremos la seguridad hídrica, sino que lograremos con nuestro conocimiento y capacidad de innovación ser más resilientes, adaptarnos al nuevo escenario climático, mitigar los riesgos y alcanzar un nuevo equilibrio que permita conservar el agua para todas las especies, la biodiversidad y la naturaleza.
Porque la inercia de la humanidad, a veces, hace que olvidemos lo más esencial e importante para la supervivencia y solo prestamos atención a lo urgente.
Y el agua es esencial y urgente, porque sin agua no hay vida, no hay dignidad, no hay progreso.
