No tomen el nombre de la ONU en vano. No se lo tomen como algo personal. O sí, tómenlo como algo personal, respetados Relatores y Ex–Relatores, pero dejen de utilizar el apellido de Naciones Unidas cuando individualmente se reúnan para “arreglar” los problemas del mundo.
Honorables Relatores y Ex–Relatores Farha, Bohoslavsky, Barry, Héller, De Schutter y Sepúlveda, cuando coincidan para conversar sobre sus inquietudes y curiosidades personales, recuerden que la Organización a la que en teoría sirven, o servían, esa que lleva 75 años tratando de velar por la paz y que se hace llamar Naciones Unidas, ha defendido reiteradamente que la implicación del sector privado es imprescindible para el desarrollo y la consecución de cada uno de los objetivos que se fija, dentro de los cuales, por cierto, se encuentra el efectivo cumplimiento de los derechos humanos. Cuando se cuestionen la intervención de determinados agentes, sean conscientes, Relatores y Ex–Relatores, que se están cuestionando la única vía que Naciones Unidas ha señalado como posible para construir los cimientos del futuro. Un futuro que requiere del compromiso ineludible de todos los agentes sociales.
Actuar como lo hace el Programa Mundial de Alimentos, recientemente premiado con el Premio Nobel de la Paz, que ayuda cada día a que cerca de 100 millones de personas que padecen hambre en el mundo puedan tener alimento. Programa, por cierto, que se financia conjuntamente entre gobiernos, sector privado y sociedad civil, y que destaca que “responder de manera eficiente a emergencias, salvar vidas en peligro por la hambruna y asegurar que alcancemos el Hambre Cero para el 2030 requerirá del trabajo coordinado de varios socios (ya sean agencias humanitarias, gobiernos u operadores del sector privado)”.
Actuar y sumar esfuerzos como insta Naciones Unidas para garantizar el derecho humano al agua y al saneamiento, con el impulso del Decenio del Agua para la Acción, Agua para el Desarrollo Sostenible; y con el Marco de Aceleración Global del ODS 6, como herramientas para acelerar su realización efectiva del mismo; programas en los que, por cierto, también aquí se cuenta con el sector privado. “La crisis del agua y el saneamiento exige una respuesta holística, sistémica y multilateral”, y la falta de progreso en el ODS 6, “socava el progreso en todos los otros objetivos, particularmente en salud global, educación, alimentación, igualdad de género, energía y cambio climático”. Por todo ello “cuento con todos ustedes para aportar las innovaciones, las colaboraciones público-privadas y la financiación que necesitamos para un futuro sostenible y saludable”. Son palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, el pasado mes de julio.


Y es que la alianza entre los gobiernos, las empresas, la academia y el tercer sector resulta absolutamente crucial en un momento como este, en el que es imprescindible sumar esfuerzos para vencer a los grandes desafíos a los que nos enfrentamos.
Las alianzas, con una visión cooperativa e integradora, son la fórmula de gobernanza del siglo XXI, esa que exige una sociedad cada vez más concienciada, informada y partícipe, y que coincide además con la que propone la ONU en su ODS 17. La única que resulta eficaz, y sobre todo, realista.
«Todo suma. Todos sumamos. Así que por favor, abandónense visiones sesgadas y reduccionistas, populismos que ponen en peligro el proyecto de Naciones Unidas»
Y es que aquellas voces aisladas que pretenden excluir a según qué sectores, olvidan que el futuro nos concierne a todos, y que el planteamiento de soluciones a los retos globales requiere ampliar la capacidad de respuestas, más allá de las limitadas aportaciones de gobiernos y tercer sector. Todo suma. Todos sumamos. Así que por favor, abandónense visiones sesgadas y reduccionistas, populismos que ponen en peligro el proyecto de Naciones Unidas, y utilicemos el nombre y los mecanismos que ofrece la ONU como la situación requiere.
A día de hoy, la única voz autorizada de Naciones Unidas es la de su secretario general, António Guterres, quien ha emplazado a los 193 países que la conforman a trabajar en un marco de alianzas y colaboración para abordar y ofrecer respuestas a los asuntos que, de verdad, importan.
Importa acabar con la pobreza, erradicar el hambre, entrar en acción por el clima, construir ciudades sostenibles y resilientes, conservar la biodiversidad marina y terrestre, garantizar agua potable y saneamiento, avanzar en la igualdad real. Importan la energía y el consumo responsable. Importan la salud y la educación. Importan los 17 objetivos de desarrollo sostenible y sus 169 metas. Para todo ello, para todo lo que importa, las alianzas son el único camino posible. Los derechos humanos y “los ODS solo se pueden conseguir con asociaciones mundiales sólidas y cooperación.”
