Si después de 72 años, la comunidad internacional aún trabaja por hacer realidad los 30 derechos humanos que recoge la Declaración Universal de Naciones Unidas, hoy, comenzando la tercera década del nuevo siglo, un virus nos ha abierto los ojos a nuevos retos. Retos de los que surgen nuevos derechos, ecológicos y digitales, esenciales para garantizar la supervivencia de las especies, humana y no humanas, y un futuro para las generaciones venideras.
Los 30 derechos universales consolidados, que no garantizados, y los emergentes, que ayuden a la humanidad a adaptarse al nuevo escenario planetario, necesitan más que nunca apostar por la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la hoja de ruta elaborada por Naciones Unidas para que, a través de las Alianzas entre todos los agentes implicados, se puedan convertir en una realidad universal.
La crisis sanitaria de la Covid-19 plantea un escenario difícil. En lo social y en lo económico. Pero si a ello se le suma la crisis climática, que amenaza la subsistencia de la vida tal y como ahora la conocemos, se hace más urgente e imprescindible que nunca repensar el modelo y convertirlo en un Sistema de Impacto Real. Un sistema mundial que impulse los Objetivos de Desarrollo Sostenible desde la perspectiva de los emprendedores, de los empresarios e inversores del sector privado, en alianza con los líderes sociales y públicos de todo el mundo.
El Foro Económico Mundial identificó los dos derechos más importantes para la ciudadanía: el derecho a la alimentación (identificado con el ODS 2, Hambre Cero, de la Agenda 2030) y el derecho al agua y al saneamiento (identificado con el ODS 6). Consciente de la importancia de hacerlos realidad, la ONU señaló, a través de su secretario general, António Guterres, que los grandes desafíos, como los del agua, “requieren de una respuesta holística, sistémica y multilateral”, que implique a todos los actores: Administración, empresas y sociedad civil.
Junto a estos, y con el objetivo de adaptar la Carta de Derechos Humanos a la realidad actual, el Parlamento Europeo recientemente planteó la posibilidad de reconocer nuevos derechos digitales. El “derecho humano a Internet” pretende convertir la red y el entorno digital moderno en un espacio democrático, capaz de remodelar nuestro modelo económico, y de dar a la ciudadanía una voz y un papel mucho más activo en la toma de decisiones.
«Necesitamos un gran pacto social para el cambio que no excluya a nadie ni deje a nadie atrás. Porque ninguno de ellos puede hacerlo solo»
Pero de nada servirá incorporar nuevos derechos a Declaraciones Universales si no los convertimos en una realidad para el conjunto de la humanidad. Y los aparentes avances en ningún caso pueden llegar a soslayar la importancia de uno de los ODS básicos sobre los que cimentar el resto: las Alianzas.
Vivimos en una época en la que los gobiernos y las empresas que comprenden la necesidad de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan exactamente lo mismo que muchos activistas: un movimiento social o de múltiples partes interesadas capaz de activar un cambio. Un gran pacto social para el cambio que no excluya a nadie ni deje a nadie atrás. Porque ninguno de ellos puede hacerlo solo.
Un pacto alejado de dogmatismos, ideologías y demonizaciones, porque estamos ante un reto en el que nos jugamos la propia supervivencia de la humanidad y del planeta tal y como los conocemos ahora. Porque todos hemos de avanzar en la misma dirección: la Agenda 2030 elaborada por Naciones Unidas y los Derechos Humanos Universales. Porque el objetivo es tan anhelado y grandioso que todas las herramientas sirven y solo juntos llegaremos.
