El mandato de un Relator Especial sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento es bastante claro. Según afirma Naciones Unidas, este cargo independiente debe monitorizar a los países para lograr el acceso efectivo al líquido elemento teniendo siempre en cuenta que “los derechos humanos al agua y al saneamiento requieren que la atención se centre expresamente en los más desfavorecidos y marginados, y que se ponga énfasis en la participación, el empoderamiento, la rendición de cuentas y la transparencia”.
Un Relator es, por tanto, alguien que debe preocuparse por la situación de los más vulnerables y servir de altavoz a sus reclamaciones y problemas. Algo que en el caso del agua potable y el saneamiento es una tarea ardua y exigente, que requiere buscar soluciones para los más de 2.000 millones de personas que en la actualidad no tienen acceso seguro a agua potable, o las casi 4.200 millones que todavía no disfrutan de servicios de saneamiento adecuado.
Sin embargo, la cabeza del actual Relator, Pedro Arrojo, parece estar completamente en otro sitio. Desde que inició su mandato hace algo más de seis meses, este profesor universitario se ha olvidado de las personas que más necesitan de su trabajo y ha centrado toda su atención, cegado por una animadversión a las empresas, en el superado debate de los modelos de gestión del agua, que le lleva a culpar de todos los males hídricos del planeta a unos actores que, tal y como reconoce la propia ONU, son imprescindibles para la reconstrucción económica y el desarrollo sostenible.
Todos los movimientos que ha hecho Arrojo desde el inicio de su mandato reflejan esta equivocada visión del mundo, que cada vez amenaza más con empañar cualquier labor que pueda realizar. Desde el primer minuto, el Relator hizo honor a su pasado en Podemos prodigándose en todo tipo de eventos de redes municipalistas anti-empresa, en los que comparte y alienta soflamas ideologizadas contra cualquier tipo de gestión indirecta por el mero hecho de serlo. En muy poco tiempo, dio un giro de 360 grados y pasó de querer dedicar su primer informe temático a los problemas hídricos de los pueblos indígenas a simplemente agitar el fantasma de una supuesta “mercantilización” del agua.
Todos los movimientos que ha hecho Arrojo desde el inicio de su mandato reflejan esta equivocada visión del mundo, que cada vez amenaza más con empañar cualquier labor que pueda realizar
Sin embargo, en las últimas semanas Arrojo ha dado un paso más allá al anunciar que centrará este primer informe, que sirve en teoría de piedra angular de su mandato al señalar cuál es su preocupación prioritaria, en cuatro países muy concretos: Chile, Estados Unidos, España y Australia. Lugares en los que, paradójicamente y parece que para sorpresa del Relator, el acceso al agua y el saneamiento está plenamente garantizado. De hecho, según el Programa Conjunto de Monitoreo para el Abastecimiento de Agua, el Saneamiento y la Higiene, una base de datos mundial gestionada por la OMS y Unicef, en estos cuatro países el porcentaje de la población sin problemas hídricos de ningún tipo está entre el 99% y el 100%.
¿Por qué centrar la atención en países donde el derecho humano al agua y el saneamiento es efectivo y no en las decenas de lugares en África, Asia o América Latina cuya sed reclama urgentemente la atención del Relator? Por un motivo muy sencillo para una mente imbuida de ideología como la de Arrojo: estos cuatro lugares tienen empresas que gestionan a diario el agua y el saneamiento de millones de personas. Razón más que suficiente, parece creer el Relator, para malgastar la credibilidad y los recursos de Naciones Unidas en analizar la situación de unos territorios donde los derechos humanos al agua y el saneamiento no solo no son un problema, sino que tienen operadores líderes que han demostrado en repetidas ocasiones mayor preocupación por los ciudadanos más vulnerables que el mismo Arrojo.
Sirvan como ejemplo los casos de España y Chile, los dos países hispanohablantes en los que se centrará el informe, y que cuentan ambos con empresas que no solo han sido clave en el desarrollo del sistema hídrico del país, sino que son además exponentes internacionales de los que otros gestores del agua, tanto públicos como privados, aprenden buenas prácticas y nuevas técnicas. Sin ir más lejos, en España hay regiones como Murcia que, a pesar de ser una de las zonas con mayor estrés hídrico de todo el continente, gracias a la colaboración público-privada ha logrado una de las mayores tasas de reutilización de agua para agricultura del planeta. Y en Chile hay ejemplos como Santiago donde iniciativas impulsadas por la colaboración público-privada, como la transformación de las plantas de tratamiento de aguas residuales en biofactorías (aplicando criterios de economía circular para la reutilización del agua, la generación de energías renovables y la valorización de residuos) han sido premiadas por la propia Naciones Unidas.
Hablamos, en ambos casos, pero también con Estados Unidos y Australia, de países con importantes sequías y déficits hídricos, que necesitan de actividades que solo se pueden lograr con el apoyo decidido y el know-how de las empresas, como son la modernización de infraestructuras o la reutilización.
Llevar su obsesión hasta el final y anunciar un informe en el que se ignoran los verdaderos problemas hídricos del planeta, hacen que Arrojo esté cada vez más solo
Eso sí, a pesar de haber decidido llevar su obsesión hasta las últimas consecuencias al anunciar un informe en el que directamente se ignoran los verdaderos problemas hídricos del planeta, dejando de lado a los más vulnerables por cuestiones ideológicas, Arrojo parece estar cada vez más solo. Y no solo de manera teórica, ya que cada alianza y colaboración que apoya Naciones Unidas sirve de recordatorio del aislamiento absoluto que tienen las ideas del Relator. También de manera directa: en las consultas organizadas este mes para preparar esta particular diatriba centrada en los más favorecidos, ni siquiera los suyos arroparon a Arrojo, que tuvo que ver como sus tres sesiones organizadas en inglés, francés y español apenas reunían en el mejor de los casos a un puñado de curiosos y, en el peor, a nadie que no trabajase directamente para él.
Esta falta de interés no solo confirma lo que previamente había demostrado la campaña #Water2me, lanzada por la propia ONU-Agua, y en la que tras “escuchar a los usuarios del agua para comprender cómo ven su valor y qué acciones quieren priorizar», quedó de manifiesto que las mayores preocupaciones ciudadanas en torno al agua están relacionadas con la eficiencia y calidad del servicio, los peligros del cambio climático y el binomio agua-salud. También supone un auténtico dispendio de los recursos de Naciones Unidas, que están siendo utilizados para dar una ficticia cobertura a las reflexiones del Relator, que no solo están fijadas de antemano, sino que ni siquiera buscan animar el debate. Si no, no se entiende por qué se han organizado consultas en las que la falta de publicidad o el poco interés ciudadano dejan a Arrojo hablando frente a un auditorio virtual vacío.
Quizás este fracaso sin paliativos le serviría a una persona razonable para darse cuenta de que no solo se está equivocando de enfoque, sino que está olvidando los objetivos que deberían guiar su mandato, dejando de lado a los vulnerables que necesitan de su labor para poder tener algo que beber y un sitio en el que poder lavarse. Pero Arrojo no ha demostrado hasta ahora tener este tipo de autoconsciencia ni propósito de enmienda. Algo que, aunque no lo sepan, están lamentando millones de personas en todo el mundo más desfavorecido.
