El caballero de triste figura de los Estados Unidos, John Kerry, vuelve a primera línea de la política para embestir a otros molinos. En los años sesenta fue desplegado en Vietnam, por lo que recibió tres Corazones Púrpuras; luego fue militante pacifista, vicegobernador de Massachusetts, senador durante 28 años, candidato presidencial y secretario de Estado. Su nuevo puesto, en cambio, es original. Ha sido inventado poco menos que para él: desde el próximo 20 de enero, John Kerry será el Enviado Especial para el Clima de la naciente administración Biden.
“América pronto tendrá un gobierno que trate la crisis climática como la amenaza de seguridad urgente que es”, tuiteó John Kerry al anunciarse el nombramiento. “Estoy orgulloso de asociarme con el presidente electo, nuestros aliados y los jóvenes líderes del movimiento climático para abordar esta crisis como el Enviado del Clima del presidente”.
America will soon have a government that treats the climate crisis as the urgent national security threat it is. I’m proud to partner with the President-elect, our allies, and the young leaders of the climate movement to take on this crisis as the President’s Climate Envoy.
— John Kerry (@JohnKerry) November 23, 2020
El demócrata Joe Biden había prometido colocar la lucha contra el cambio climático en lo más alto de su agenda. Su plan estrella, Reconstruir Mejor, incluye modernizar la infraestructura energética y bajar a cero las emisiones de C02 para 2050. La creación de este puesto, y designación de John Kerry para ocuparlo, reitera su mensaje de compromiso. Pero, ¿en qué consistirá exactamente este rol?


La tarea fundamental, según ha dicho el propio Kerry, es velar por que los casi 200 firmantes del Acuerdo Climático de París, de 2015, respeten su promesa de recortar las emisiones contaminantes, especialmente China, la India y el propio Estados Unidos.
Una de las primeras medidas que emprenderá el presidente Biden será volver al acuerdo, cuyo abandono por parte de Donald Trump se hizo efectivo el pasado 4 de noviembre. Retornar al pacto solo llevará aproximadamente un mes. Después Kerry usaría los resortes de la diplomacia para que los objetivos ecológicos, que varían por país y no son vinculantes, se cumplan.
Son resortes que John Kerry conoce bien. Como secretario de Estado de Barack Obama entre 2013 y 2017, el diplomático visitó 91 países y viajó casi 2,3 millones de kilómetros. Más distancia que ninguno de sus antecesores. En su haber se encuentran el acuerdo nuclear con Irán, que relajó las sanciones al país a cambio de que éste frenase su programa de energía atómica, y el propio acuerdo de París. Si bien fue un secretario de Estado relativamente popular entre la opinión pública, dentro de su ministerio se ganó fama de ser un tipo distante que muchas veces, dado su constante movimiento, no estaba disponible. Kerry se negó a disminuir los viajes.
Su experiencia política técnicamente llega muy lejos. A principios de los años sesenta un Kerry adolescente aparece fotografiado en un barco, junto a la Bahía de Narragansett. Se lo ve como es él, larguirucho, con las cejas espesas y una expresión entre ingenua y confusa. Pero lo que llama la atención de la foto no es Kerry, sino la pareja que está al fondo, bañada en el sol del Atlántico. Son el entonces presidente de EEUU, John F. Kennedy, y su esposa, Jacqueline Kennedy, disfrutando del paseo en barco. El estudiante Kerry salía por entonces con la hermanastra de la Primera Dama.
Larga trayectoria
Ya desde el principio Kerry tuvo cierto pedigrí. Su familia materna, que atravesó el Atlántico cuando Estados Unidos aún no existía, se apellida Forbes, y una rica tía abuela de Kerry sufragó los cuantiosos gastos de su elitista educación universitaria, entre Massachusetts, Connecticut y Suiza.
John Kerry, además, se casó en segundas nupcias con Theresa Heinz, viuda del patriarca del imperio del ketchup. Solo su mujer posee una riqueza estimada en más de 3.000 millones de dólares. Kerry, por su parte, ya era el senador más rico del Congreso de EEUU.
La decisión de Biden de nombrar a Kerry también obedece al temprano interés de este por el cambio climático. Durante el primer mandato de Barack Obama, cuando todavía era senador, Kerry impulsó una ley climática que finalmente no se aprobó, pero que quedó registrada en los anales de su partido. Este último año, además de colaborar en la campaña de Joe Biden, Kerry codirigió un equipo demócrata, junto a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, para proponer ideas ecologistas. Se trataba de poner en el mismo grupo a representantes del ala moderada y del ala socialista del partido para evitar posibles confrontaciones.
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El pionero demócrata del ecologismo contemporáneo, el ex vicepresidente Al Gore, también dio su bendición al nombramiento. “Una fantástica elección por parte del presidente electo”, escribió Gore en su cuenta de Twitter. “La experiencia y la pasión de Kerry son exactamente lo que necesitamos para restaurar el liderazgo americano en el extranjero y reparar las alianzas que son cruciales para resolver la crisis climática”.
Las tareas concretas del enviado especial, más allá del objetivo genérico de liderar un compromiso global contra el cambio climático, aún están por definir. Quizás la más acuciante, según algunos expertos, es recuperar la confianza de los socios en Estados Unidos. “Su capacidad de cumplir su promesa de acción real estadounidense frente a una comunidad internacional escéptica es probablemente el mayor desafío de su rol”, dijo a Deutsche Well Tim Profeta, profesor de la Universidad de Duke.
El rol de Kerry, volcado al escenario internacional, será complementado por un papel parecido a nivel doméstico, centrado en Estados Unidos. Está previsto que Joe Biden anuncie al ocupante de este cargo en diciembre.
El campo conservador, en cambio, no está muy entusiasmado. Los republicanos ven en los planes verdes de Biden una potencial sangría de gasto público y una destrucción de empleos sólidos en el sector de los combustibles fósiles. También perciben en la actitud demócrata hipocresía y superioridad moral.


El presidente del think tank Americans for Tax Reform, Grover Norquist, dice a The New York Times que John Kerry es como “el símbolo de cómo los americanos medios piensan que son los elitistas que viven en sus casas lujosas y conducen sus coches caros y gastan mucho carbono y nos dicen que los campesinos disfrutan demasiado de la vida”.
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En estos últimos cuatro años la administración Trump ha masajeado el escepticismo conservador respecto al cambio climático. Su gobierno ha revertido más de un centenar de leyes y decretos ambientales; la agencia EPA, con Trump, ha llegado a tener el menor número de regulaciones desde los años ochenta. El primer director que Trump puso al frente fue Scott Pruitt, que había dedicado parte de su carrera anterior, precisamente, a denunciar a esta agencia medioambiental en nombre de las corporaciones energéticas.
El presidente saliente, que, pese a haber aprobado el proceso de transición esta semana, aún no ha reconocido su derrota en las elecciones, ha reiterado estos días su rechazo al pacto de París. “Para proteger a los trabajadores americanos, retiré a Estados Unidos del injusto y sesgado acuerdo climático de París, un acto muy injusto para Estados Unidos”, declaró el mandatario en la última reunión del G20, celebrada a distancia. El pacto, dijo Trump, “no fue diseñado para salvar al medio ambiente. Fue diseñado para matar a la economía americana”.
Está previsto que entre febrero y marzo la primera economía del mundo se reintegre en el marco de París, negociado en 2015 por el propio John Kerry. El caballero de sangre azul que desde el 20 de enero volverá a tirar millas en nombre del clima.
