Las reservas vacías, la sequedad, los incendios y los antaño poderosos ríos que hoy son apenas unos hilos de agua se han convertido en elementos cada vez más comunes al paisaje del suroeste americano.
Gracias a un grupo de científicos de la NASA y de las universidades de Columbia y California, ahora podemos ubicar mejor en el tiempo este fenómeno, que va dejando sus huellas en un ecosistema tradicionalmente boyante: esta zona de Estados Unidos no padecía una sequía igual de intensa y duradera desde hace 1.200 años.
El estudio, publicado en la revista Nature Climate Change, se basa parcialmente en el análisis de los anillos de los árboles de esta región, que se extiende desde el oeste de Estados Unidos hasta el norte de México.
Árboles vivos, muertos, y muertos hace mucho tiempo: troncos obtenidos en lugares arqueológicos de los nativos americanos. El grosor de los anillos, que tiende a ser mayor en años húmedos y menor en años secos, se cotejó después con otros indicadores, como los sedimentos de los suelos o el historial científico de la región, y se llegó a la conclusión de los 12 siglos. Antes, la estimación más recurrente era que la última sequía de estas proporciones, con dos décadas de duración, se había dado hacía 500 años.


“El suroeste de Estados Unidos no padecía una sequía igual de intensa y duradera desde hace 1.200 años”
Aunque el agostamiento actual, iniciado en el año 2000, tiene precedentes, el informe especifica que su gravedad está ligada al calentamiento global provocado por la actividad humana. Los científicos aseguran que, si las personas aún viviésemos en las cavernas, la sequía se habría producido de todas formas. Pero no habría sido tan vasta ni tan duradera. Lo que, técnicamente, se conoce como una mega-sequía. Una sequía que se extiende décadas.
El dato más indicativo es que el déficit de humedad de los suelos se ha duplicado en los últimos 22 años, si se compara con los niveles de principios del siglo XX. Desde hace dos décadas, cuando empezó la mega-sequía, las temperaturas del suroeste de Estados Unidos han aumentado casi un grado centígrado con respecto a la media registrada entre 1950 y 1999.
Uno de los autores del estudio, Jason Smerdon, del Observatorio de la Tierra Lahmont-Doherty, en la Universidad de Columbia, argumenta que la atmósfera “está más sedienta”, más seca, y por tanto chupa más humedad. Una humedad que obtiene de los suelos y de la vegetación. “Es un descarrilamiento a cámara lenta”, dijo Smerdon a NBC News. “Lo que mostramos en el informe es que el aumento de las temperaturas en el Suroeste contribuyó al 42% de la severidad de esta sequía”.
En condiciones naturales, lo esperable habría sido que la sequía se apagara gradualmente después de los años húmedos de 2017 y 2019, pero 2020 volvió a ser particularmente seco. Unas condiciones que favorecieron la quema, en California, de unas cuatro millones de hectáreas de bosque. Actualmente el 95% de la región experimenta sequía y los niveles de las mayores reservas de agua del país, Lake Mead y Lake Powell, están más bajos que nunca.
Las consecuencias se notan de otras maneras. El Gobierno federal limitó, por primera vez, el uso del agua de la cuenca del río Colorado, California decretó medidas de racionamiento y el gobernador de Utah, además de tomar medidas parecidas, pidió a sus conciudadanos que rezaran para conjurar unas gotas de lluvia.
Efectos sobre la agricultura
“Tenemos una sociedad que depende de que haya la cantidad de agua que había en la década de 1900”, dijo a la radio NPR Park Williams, bioclimatólogo de la Universidad de California, en Los Ángeles, y el principal coordinador del estudio. “Pero, ahora, que el número de moléculas de agua disponibles disminuyendo, realmente es el momento de que nos volvamos realistas acerca cuánta agua hay para usar”. Lo que más preocupa a Williams es que esta etapa no tiene visos de terminar. “A sus 22 años de duración, esta sequía está en pleno auge”.
Algunas de las tierras afectadas están entre las más hermosas y productivas de Estados Unidos. Si subimos un poco hacia el norte de California, al Valle de Salinas, cantado por John Steinbeck en su novela Al este del Edén, alcanzamos la región que 80% de la lechuga que se consume en Estados Unidos. Es el “bol de ensalada del mundo”. El vecino Valle Central, también en el norte de California, produce dos tercios de las frutas y de los frutos secos nacionales.


“El déficit de humedad de los suelos se ha duplicado en los últimos 22 años”
Si esta región ha podido seguir alimentando los estómagos estadounidenses, pese a la disminución de las precipitaciones en los últimos tiempos, ha sido gracias al uso y abuso de los acuíferos californianos. Hasta 2014, el “estado dorado” era el único del país que no regulaba el uso de las aguas subterráneas, de manera que los granjeros alimentaban sus lustrosas frutas con la sangre de la tierra. Pero algunos cultivos empezaron a desfallecer, se hundían las tierras, los acuíferos se agotaban, y el Gobierno estatal empezó a regular su uso. La falta de agua es cada vez más clara.
“Es el momento de que nos volvamos realistas acerca cuánta agua hay para usar, afirma Park Williams, bioclimatólogo de la Universidad de California”
“Esta sequía es diferente”, explicaba a El Ágora Josué Medellín-Azuara, profesor asociado de ingeniería medioambiental en la Universidad de California Merced y socio del Public Policy Institute of California. “Las áreas que eran húmedas en el pasado ahora están secas, como las regiones que tienen más precipitaciones en el norte de California”. Medellín-Azuara añadía que las reservas de nieve de Sierra Nevada, de donde proviene el 30% del suministro hídrico del estado, también se fundieron parcialmente antes de lo esperado en 2021.
Estados Unidos se ha acostumbrado a ver la representación de su mitad occidental en colores rojos. Los colores del calor, el fuego y la sequía. A medida que los melocotones, las naranjas o las uvas de California fueron volviéndose algo más mustias, por el sur, por el estado de Arizona, avanza el desierto y los veranos se vuelven impracticables incluso en medio de la noche. La sequía dura ya 22 años. Y todavía está, según estos expertos, en la pubertad.
