El mar «no es la piscina de su urbanización». Así de contundente se ha mostrado este verano el alcalde de Denia (Comunidad Valenciana), Vicent Grimalt, en diversas declaraciones públicas. En ellas ha defendido la presencia de restos de posidonia en las playas, porque, como él dice, no se trata de basura. “La gente debe concienciarse de que la posidonia es vida.
Lo que ellos llaman alga es una planta endémica del Mediterráneo y un tesoro natural”, ha llegado a decir. Otro alcalde, el de Deià, en las islas Baleares, también ha hecho una defensa férrea en redes sociales de la importante presencia de esta planta marina en la arena de la playa. Lo hizo hace unas semanas en una publicación en Twitter bastante rotunda: “Si no te gusta, no vayas. Pero quitar la posidonia de las playas es una pijada”.
Lo cierto es que esta planta endémica del Mediterráneo se ha convertido, sin quererlo, en arma arrojadiza de diferentes formaciones políticas durante todo el verano. Los hay que consideran excesivas ciertas medidas como prohibir los fondeos sobre estas praderas marinas naturales, mientras no se resuelvan otras amenazas como la falta de depuración de las aguas que se vierten al mar; quien defiende a ultranza la comodidad de los turistas aún a costa del medio natural, y quien recuerda, como estos dos alcaldes, que si del monte no se quitan las hojas de los árboles caídos, de las playas no se deberían quitar los restos de plantas marinas que llegan del océano.
Planta marina
El valor de la posidonia oceánica como planta marina (porque de esto se trata y no de alga como se dice muchas veces equivocadamente) reside, entre otras cosas, en la envergadura de sus rizomas.
“La raíz llega a ser tan grande que puede formar arrecifes de entre dos a cuatro metros de largo, por lo que su capacidad de resistir a temporales es muy alta. El oleaje que se acerca a la costa encuentra la rugosidad de las praderas y hace que pierda fuerza. Su tamaño también la convierte en una gran captadora de CO2 atmosférico”, recuerda Ricardo Aguilar, director de investigaciones y expediciones de Oceana.
Los cálculos hablan de que cada hectárea de pradera absorbe hasta 830 toneladas de carbono, casi tres veces más que la misma superficie de bosque tropical.
Cada hectárea de pradera de posidonia, endémica del Mediterráneo, absorbe hasta 830 toneladas de carbono, casi tres veces más que la misma superficie de bosque tropical
Las playas del parque natural de Es Trenc (Mallorca) han perdido casi 30 metros en 50 años debido a la mala gestión, a la retirada de posidonia y a la realización de obras en el litoral”; explica Toni Muñoz, responsable del área de conservación del Grupo Balear de Ornitología y Defensa de la Naturaleza, GOB, una de las organizaciones más activas en la defensa de la presencia de esta planta en Baleares.
En la Península ocurre otro tanto: “En los sitios donde no hay praderas han desaparecido las playas. La erosión obliga a añadir arena constantemente. Un ejemplo de lo que ha sucedido en los últimos años se encuentra en Benidorm. Allí se hicieron grandes regeneraciones de playas para favorecer el turismo y gran parte de las praderas quedaron enterradas. Esto ha tenido como consecuencia el que se haya tenido que regenerar cada vez más frecuentemente para mantenerla”, confirma Aguilar.
La posidonia oceánica se encuentra únicamente en el Mediterráneo. Como hábitat cuenta con la protección de la Directiva 92/43/CEE de la Unión Europea y como planta también está protegida por la Ley 42/2007 de Patrimonio Natural, que la contempla además como especie amenazada.
Además cuenta con la declaración como Patrimonio de la Humanidad desde 1999. Como se lee en la documentación del Ministerio de Transición Ecológica su presencia es indicadora de aguas limpias, bien oxigenadas y exentas de contaminación. “Los estudios afirman que los servicios ecosistémicos de las praderas de posidonia, los manglares y los arrecifes de coral en zonas de costa se sitúan entre los 14 y 20.000 dólares por año y hectárea”, explica Aguilar.


El interés por conservar esta planta ha ido creciendo desde los años 90 en todo el Mediterráneo, pero las islas Baleares están a la vanguardia en cuanto a normativa para su protección.
Hay que tener en cuenta la especial importancia de la posidonia para el archipiélago.
El 50% de todas las praderas del país están en esta comunidad autónoma y aquí “entre el 92% t el 94% de la arena del litoral proviene de la degradación de moluscos y otras especies calcáreas que viven entre sus hojas. Es la fábrica de las playas, porque en las islas no contamos con sedimentos transportados por los ríos”, afirma Miquel Mir, consejero de Medio Ambiente y Territorio del Govern de las islas Baleares.
En julio de 2019 ha hecho un año desde la aprobación del Decreto 25/2018 sobre la conservación de la posidonia oceánica en las islas. Esto significa que es el primer verano completo en el que esta normativa está vigente. El decreto establece una serie de normas sobre fondeos para barcos y formaliza el cuándo y cómo se ha de dejar o retirar la posidonia muerta de las playas. Es la única ley de este tipo que existe en el Estado y en los países del Mediterráneo.
“Supone un cambio respecto a lo que se hacía desde los años 70. Entonces se impuso una gestión puramente económica de las playas, que solo tenían en cuenta el turismo. Este Decreto hace imperar los criterios morfológicos y medioambientales. Aprobar una normativa que te cambia la tendencia siempre genera controversia al principio. A nivel social también, pero se está consiguiendo que la ciudadanía se sensibilice. La posidonia se ha convertido en un emblema para la gente, con lo que tiene de positivo al ser un paraguas que protege otras muchas especies. Hace seis años nadie sabía qué era y ahora sale en el periódico”, dice Muñoz.
Retirada controlada
“Una de las medidas más mediáticas al principio fue el sondeo. Se hizo una norma y se comenzó a vigilar y dar asistencia al fondeo. Ahora cada verano 28 barcas vigilan las embarcaciones de recreo”, dice Mir.
Otra de las cosas que trata es la gestión y retirada de posidonia en el litoral, diferenciando entre playas urbanas y naturales, con o sin servicios. “En las urbanas el Ayuntamiento no necesita autorización de la consejería de Medio Ambiente para su retirada. En aquellas playas naturales con servicios se permite sin autorización la retirada manual y si se quiere extraer con maquinaría el Ayuntamiento tiene que pedir autorización y cumplir ciertas prescripciones: que se haga solo en verano, para que los temporales del invierno encuentren esta defensa natural. Aparte, la maquinaria que se utilice no debe generar cambios de perfil en la playa. Tampoco puede ir por al lado de las dunas en el caso de que haya; las paleras tienen que tener porosidad de al menos 50%, y no se pueden quitar los retos húmedos de la planta. En cualquier caso se tiene que dejar entre 5-15 centímetros de posidonia, lo que significa que no se puede excavar en la arena, para evitar la retirada de sedimento”, continúa Mir.
En el caso de los espacios protegidos nunca se limpia de arribazones (acumulaciones de restos de planta y moluscos…), ni siquiera en verano, y solo se permiten extracciones puntuales por medios manuales para su uso como lecho para animales de granja.
La controversia en este primer verano de aplicación se ha centrado en las playas de Es Trenc, uno de las grandes parques naturales de Mallorca. “Se retiraron con autorización partes húmedas de la planta, que con una aplicación estricta no se podrían haber quitado. Este parque natural es un caso particular y cuenta con servicios, pero no se puede usar como ejemplo de gestión para otras playas. Además, ya tenemos suficiente playas con servicios”, opina Muñoz.
Los estudios afirman que los servicios ecosistémicos de las praderas de posidonia, los manglares y los arrecifes de coral en zonas de costa se sitúan entre los 14 y 20.000 dólares por año y hectárea
Tanto en Valencia como en el resto de las comunidades autónomas no hay una normativa autonómica y la decisión la tiene cada ayuntamiento. Sí existen recomendaciones “de varios institutos de ecología litoral (de la Universidad de Alicante entre otras), sobre todo en las playas de canto rodado, en las que se recomienda solo retirarla cuando hay una gran acumulación para no arrastrar el canto rodado y evitar la pérdida de playa.


Según los expertos consultados, cada año aumenta el número de ayuntamientos que no retiran la posidonia nunca o lo comienzan a hacer solo poco justo antes del verano y, aunque todavía hay varias velocidades de aplicación de medidas de conservación, parece que la concienciación ciudadana también está cambiando. Desde el Govern balear confirman que cada vez más barcos se acercan a preguntar cómo deben hacer las maniobras para afondar de forma correcta y más ciudadanos, sobre todo locales, a denunciar si hay retiradas de restos de posidonia del litoral.
“El papel de los ayuntamientos es fundamental y ellos tienen que decidir cómo quieren el futuro de sus playas”, opinan desde la Consejería de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia climática y Transición Ecológica de la Comunidad Valenciana. No hay que olvidar que “la costa no es una piscina sino un ecosistema natural. Hay gente que dice que le molesta la arena y pide carriles directos desde el paseo marítimo de su localidad de veraneo hasta el agua. La comodidad excesiva es ridícula”, concluye Aguilar.