Día Mundial del Reciclaje: el futuro del planeta es circular

Día Mundial del Reciclaje: el futuro del planeta es circular

El cambio climático y la destrucción de la biodiversidad son claros ejemplos de que el actual modelo de economía lineal está desfasado y que es necesario dar el paso hacia una economía circular, basada en el reciclaje y la reutilización de todo lo que producimos

Carlos de Pablo
Madrid | 15 mayo, 2020

Tiempo de lectura: 6 min



Suele pasar que, cuando pasa un determinado tiempo, nuestros aparatos electrónicos quedan obsoletos o nos aburrimos de ellos y nos entra la imperiosa necesidad de adquirir otros más novedosos y con mejores características. También sucede en otros productos, los cuales usamos y desechamos sin reparar en las consecuencias de ese acto.

Esta mentalidad de economía lineal (producir, consumir y tirar) ha exprimido al máximo los recursos de la tierra y nos ha conducido a un callejón sin salida en el que nuestro planeta es incapaz de hacer frente a la demanda de nuestra producción. Un callejón donde más de 2.100 millones de toneladas de residuos desechados contaminan y destruyen el medio que nos mantiene con vida.

Sin embargo, en la década de los 70, esta mentalidad consumista se topó con miles de personas en los Estados Unidos que, gracias al contexto social de la época, comenzaron a denunciar los excesos de este modelo de producción.

El cambio de paradigma llegó con el Día de la Tierra, cuando una gran parte de los Estados Unidos salió a la calle para defender la salud y el futuro de nuestro planeta. Gracias a ellos, cada vez más personas empezaron a familiarizarse con términos que, por aquellos días, permanecían invisibles, como el reciclaje.

A este término, que para nada era nuevo, solo se acudía en la edad moderna en momentos de extrema necesidad, como en los conflictos bélicos, cuando el material escaseaba y se debían transformar estatuas, farolas y demás materiales en munición y armas para continuar con el esfuerzo de guerra.

El origen del símbolo del reciclaje

El símbolo original del reciclaje fue ideado en 1970 a raíz de un concurso organizado en Estados Unidos como parte de las actividades relacionadas con el Día de la Tierra. El ganador fue Gary Anderson, un estudiante de la Universidad de California del sur, en Los Ángeles.

Es diseño de este estudiante se basó en una banda de Möbius, la cual tiene la propiedad de ser un objeto no orientable e infinito. Cada una de las flechas del símbolo ideado representa los pasos del proceso de reciclaje y a la propia economía circular: recogida de los productos, el reciclaje y la reutilización de esos productos reciclados.

Un ejemplo de banda de Möbius

Por suerte, los ecologistas modernos rescataron el término y poco a poco se empezó a reclamar un modelo basado en sus principios, que se conocería más adelante como la economía circular. Un modelo que rompió con la necesidad de utilizar nuevos recursos para continuar con el progreso de una forma más sostenible.

Cada 17 de mayo, se celebra en la Tierra el Día Mundial del Reciclaje, una jornada en la que se recuerda la necesidad de esa transición a una economía circular basada en el reciclaje y en la que se trata de concienciar sobre la importancia de este procedimiento para preservar la salud del medio ambiente.

Los españoles reciclaron 123.556 toneladas de aparatos eléctricos y electrónicos en 2019, un 7,8% más que en 2018

No obstante, y a pesar de la concienciación ciudadana, el mundo está aún muy lejos de alcanzar ese modelo económico basado en el reciclaje. Actualmente, solo el 36% de los residuos urbanos que se generan dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se reciclan. En las regiones europeas, esa cifra aumenta hasta el 45%, según los barómetros del Eurostat.

Si hablamos de residuos urbanos, España se encuentra muy a la cola: solo se reciclan el 33,9% de los residuos, según Ecoembes. Esta cifra dista mucho del 55% que exige la UE para 2025 y de la media europea.

En cuanto a los envases, España ocupa el sexto lugar del ranking de la Unión Europea en el reciclaje de estos tipos de productos, con una tasa del 78,8%. Según Ecoembes, en 2019 se reciclaron en nuestro país 1.505.661 toneladas de envases, que en su mayoría provinieron de los contenedores situados en las calles de los municipios. Gracias a ello, se evitó el envío a la atmósfera de 1,67 millones de toneladas de dióxido de carbono.

“De media, cada ciudadano depositó en los contenedores un 8% más de envases con respecto al periodo anterior. Una cifra que viene empujada por el aumento de la conciencia ambiental de los ciudadanos y la creciente preocupación por la contaminación causada por el abandono de plástico en naturaleza y por la mejora de las infraestructuras”, señala Ecoembes.

Los plásticos, nuestro gran enemigo

Desde su descubrimiento, la producción de plástico no ha parado de crecer motivada por las grandes características del material que lo hacen indispensable para el día a día. A mediados del siglo pasado, la producción mundial se situaba en un millón y medio de toneladas, mientras que ahora esa cifra se ha multiplicado exponencialmente hasta llegar a los 322 millones de toneladas.

Cifras de reciclado en Europa (clic para ampliar) | Foto: Eurostat

El problema, es que la mayoría de los residuos que se producen alrededor de él no se tratan adecuadamente, lo que provoca que, al final, contaminen cada rincón del mundo, incluso el interior de los propios organismos.

Según el balance de Eurostat, solo el 30% de los plásticos son reciclados, mientras que el resto son incinerados o enviados a vertederos, prácticas que no benefician ni a la economía del grupo ni a su medio ambiente.

“Se estima que el 95% del valor del material de embalaje de plástico se pierde en la economía tras un primer uso muy breve. Cada año, la producción y la incineración de plástico emiten alrededor de 400 millones de toneladas de CO2 en el mundo, lo que se podría reducir con un mejor reciclaje”, afirma el Eurostat.

La principal barrera que se encuentra en el reciclado de plástico es la calidad y precio del producto reciclado, en comparación con su contrapartida virgen. Además, como los plásticos se adaptan y dependen de las necesidades estéticas o funcionales de cada fabricante, la diversidad de las materias primas complica el proceso del reciclaje, lo hace más costoso y afecta a la calidad del producto final.

En consecuencia, la demanda de plásticos reciclados representa sólo el 6% de la demanda de plásticos en Europa.

Para solucionar estos problemas, la Unión Europea pretende reciclar a partir de este año la gran mayoría de los plásticos y establecer normas de calidad para mejorar la competitividad de los plásticos secundarios. Además, pretende eliminar los plásticos de un solo uso, como muchos países ya se han atrevido a hacer.

Las consecuencias del no reciclaje

Dado el contexto en el que nos encontramos, no disponemos de mucho tiempo para empezar a construir el camino hacia una economía circular basada en el reciclaje. Por ello, desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) recuerdan que “todos nosotros debemos involucrarnos de manera activa para lograrlo y así frenar los problemas que amenazan el medio ambiente”.

No poner en práctica el reciclaje desencadenaría una serie de problemas que, en el futuro, podrían acabar con la Tierra. Según la ONU estos se pueden resumir en:

Una falta de espacio para tratar y clasificar los residuos que desechamos, un problema que están sufriendo algunas ciudades del mundo, como las capitales europeas, que hasta hace pocos años enviaban su basura a otros países. Si estos desperdicios no se tratan, aumentaría la contaminación y problemas de salud.

 

La desaparición de los recursos naturales es otro de los inconvenientes del no reciclado ya que el aumento de la producción supondría también un incremento en el uso de recursos naturales que, en la mayoría de los casos, son limitados. “Llegaría un momento en que estos escasearían, subirían de precio y, a largo plazo, podrían desaparecer en ciertas regiones del mundo”, destaca la ONU.

El aumento de la contaminación se presenta como otro de los grandes problemas por la ausencia de reciclaje. El reciclaje supone un importante ahorro de energía y reducción de emisiones de cabo. Si se realizan otras prácticas para eliminar los residuos, como la incineración, “se generarían cenizas y gases tóxicos que aumentarían los niveles de contaminación en el aire, provocando a su vez problemas respiratorios para los habitantes de ciudades o regiones enteras, por no hablar de la exacerbación de la crisis climática”.

Por último, otro de los grandes inconvenientes del no reciclado desembocaría en la desaparición de los ecosistemas y de los hábitats naturales, fruto de la sobreexplotación a los estarían sometidos por la sed de constante producción.

Desde la ONU destacan que estas consecuencias son solo la punta del iceberg ya que existen otras muchas de carácter indirecto. Por ejemplo, el aumento de la temperatura del planeta, a raíz del incremento de emisiones, desembocaría en el desplazamiento de millones de personas en el mundo.

Algunas de estas consecuencias ya se pueden apreciar en el mundo moderno. En nuestra mano queda que no se sigan sucediendo, abanderados en todo momento por el modelo de economía circular basado en el reciclaje.

Concienciar en el reciclaje

A pesar de que las personas están concienciadas, aún hay mucho trabajo por hacer, sobre todo en la calle, donde las personas descuidan más el reciclado.

En este contexto entran en juego proyectos como Cada Lata cuenta, un programa europeo con presencia en más de 14 países que tiene como objetivo educar y sensibilizar sobre el reciclaje de latas fuera del hogar.

“El reciclaje de latas supone un respiro para el planeta ya que se contribuye a mitigar el cambio climático. Cada lata depositada nos segura que ese material se va a reciclar completamente, dadas las sus características, y un ahorro del 95% de energía que supone la producción de una lata nueva”, explica Pablo García Serrano, director de Cada lata cuenta, a El Ágora.

Ellos, sobre todo, actúan en grandes eventos, como en festivales, para promover a través de actividades el impulso del reciclaje, en especial de las latas de aluminio.

Una de las últimas campañas que ha lanzado Ser Amarillo, Ser Esencial, que pretende no solo impulsar el reciclado, sino reconocer la labor de los trabajadores de ESMASA, encargados de la gestión de residuos en el municipio madrileño de Alcorcón, durante este tiempo de pandemia.

“En tiempos de pandemia, ellos son los que se encargan ahora de cuidar el planeta a través del tratamiento de los residuos que nosotros depositamos confinados en nuestras casas. Es una manera de mostrar nuestro agradecimiento a la vez que concienciamos sobre el reciclaje”, concluye Pablo García



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