Teleenseñanza: un modelo eficaz que no sustituirá a la educación tradicional

Teleenseñanza: un modelo eficaz que no sustituirá a la educación tradicional

Con la llegada de la pandemia, España se ha lanzado al experimento de la teleenseñanza que, aunque está demostrando ser incapaz de sustituir a la educación convencional en muchos contextos, nos está abriendo los ojos hacia nuevas posibilidades basadas en las nuevas tecnologías

Carlos de Pablo
Madrid | 30 abril, 2020

Tiempo de lectura: 5 min



No suelo ver la tele y ahora mucho menos desde que en todos los canales solo se habla del tema del momento, pero hace poco hice una excepción y me quedé embobado viendo un programa en concreto. Una de mis muchas aficiones es la historia, y ver que en la televisión pública estaban emitiendo una clase sobre la Revolución Industrial me cautivó por completo. No podía despegarme del televisor.

Cuando el programa acabó y pude volver a la realidad, entendí qué estaba pasando. Al igual que muchos adultos, los jóvenes y niños se han tenido que llevar la tarea a sus casas y, al no existir un profesor que les guíe, parece ser que la televisión, Internet y, en muchos casos, los padres o ellos mismos han tenido que hacer el papel de docente durante esta cuarentena.

Antes de que llegase la pandemia, las plataformas digitales y el autoaprendizaje ya eran utilizados en gran medida para la asimilación de nuevos contenidos en situaciones concretas, sobre todo, cuando se tenía que compaginar el trabajo con el estudio.

De hecho, la demanda y popularidad de este tipo de aprendizaje se ha hecho notable con la enorme proliferación de los cursos online durante los últimos años. Por no hablar de otros casos de éxito como como la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), capaz de impartir grados completos de una manera totalmente digital.

Pero se nos olvida que la situación en la que nos encontramos es totalmente distinta y entran en juego muchas más variables que sacan a relucir las carencias de la enseñanza online, que no son otras que las pruebas de por qué nunca podrá sustituir a la educación convencional de una forma completa.

Un claro ejemplo se observa estos días en la educación de los más pequeños, donde la asimilación de valores sociales se ha visto comprometida por la implantación total de la enseñanza online.

“El trato personal y ese contacto cara a cara es algo que echamos mucho de menos los profesores y, sobre todo, los niños”, dice Alberto

El aprendizaje va mucho más allá del simple hecho de asimilar conceptos. En las escuelas los niños también aprenden valores, normas y, sobre todo, a vivir en sociedad y a conectar con sus semejantes. Es evidente que detrás de una pantalla esto no lo puedes hacer”, detalla Alberto Ramos, maestro de escuela pública, a El Ágora.

Al final, y por muy frío que suene, los padres han sustituido a los profesores en la enseñanza de los contenidos, pero en muchos hogares existe una carencia de valores y emociones que los niños solo pueden llenar en las escuelas y a través del trabajo de los profesores. Todo ese vació se expresa en sentimientos negativos, «una prueba más de que la enseñanza en niños por esta vía no es lo ideal”, añade.

A medida que avanzamos hacia otros rangos de edades, estos problemas se diluyen en mayor o menor medida y entran en escena otros nuevos igual de frustrantes para los alumnos como consecuencia de este tipo de enseñanza, sobre todo en la etapa universitaria.

No es nada extraño estos días navegar por Twitter y encontrase todo tipo de críticas, ya sea de forma directa o incrustado en un meme, hacia las universidades. El tema del que versan en la mayoría de los casos es el mismo: la apatía de la universidad hacia el alumnado (que previamente ha desembolsado una gran cantidad de dinero por un servicio que no está recibiendo) y la dejadez de los profesores.

Tal vez se podría responsabilizar a la velocidad de los sucesos, que no ha permitido a las universidades “no digitales” adaptarse al nuevo contexto en el que nos encontramos. En parte, es así, pues ellas dependen de un órgano estatal que apenas se ha manifestado durante todo este tiempo de pandemia. Sin embargo, los alumnos aclaran que también se suma el deterioro de un problema que, principalmente, se mitigaba con el contacto personal: la comunicación

“La situación en sí ya no es fácil, pero menos aún lo es por la ansiedad que crean algunas asignaturas en las que los profesores se han lavado las manos subiendo todo el temario de golpe y dando un correo electrónico para dudas, que tardan mil años en contestar”, nos narra Sofía Jiménez, estudiante universitaria.

“Hay algunos que sí que se vuelcan con el alumnado, pero son casos aislados. En la mayoría de las ocasiones te mandan megas y megas de PDFs y se olvidan del problema. Estamos solos. Una vez le pregunté una duda a un profesor acerca de un problema y me dijo que lo mejor sería que me buscase la vida como sea… En fin, si antes la comunicación era difícil, ahora lo es más”, continúa explicando con cierta preocupación.

“No dejamos de ser personas jóvenes que necesitan estar en contacto con sus amigos y eso es una de las cosas que más se echa de menos con la teleenseñanza”, aclara Sofía

A este panorama poco prometedor se unen otros dos problemas de fondo que imposibilitan en gran medida la teleenseñanza, sobre todo, en el ámbito universitario. El primero de ellos es la disponibilidad de Internet y de equipos apropiados para poder acceder a los contenidos.

España, aparte de contar con la red de fibra óptica más extensa de Europa y una de las coberturas más potentes de telefonía móvil 4G, también destaca por tener dentro de su territorio a 13 millones de personas con un ineficiente o nulo acceso a Internet, según los últimos datos publicados por la Secretaría de Estado para el Avance Digital, dependiente del Ministerio de Economía.

Clara Alcón, universitaria que reside en Valdeobisco, Cáceres, es una de esas personas. “Es muy difícil seguir una clase cuando el audio va por un sitio y la imagen por otro, y eso si tienes la suerte de que no se pierde el Internet”, nos relata la joven. “En nuestro caso, hemos intentado establecer un horario mi hermano y yo para acaparar el WIFI en distintas franjas horarias, pero aun así el problema no desaparece”.

Si a la falta de una red de calidad se suma que en ciertas casas habitan tres personas que tienen que utilizar al mismo tiempo un solo ordenador, se siembra el perfecto campo de cultivo para suspender tus asignaturas o que a un familiar le despidan, en el caso de que en ese hogar se teletrabaje. En tu mano queda elegir qué quieres que ocurra.

El segundo problema es la famosa brecha generacional. A muchos profesores, sobre todo, le queda muy grande esta situación porque, “aunque todo maestrillo tenga su librillo”, al final tienes que utilizar un recurso con el que no estas familiarizado.

De hecho, Alberto Ramos indica que siempre se tienda a pensar que los niños son nativos digitales y que se pueden adaptar fácilmente a estas situaciones, pero la realidad es que son nativos en ciertos campos, como en los videojuegos o redes sociales.

“Si les muestras las tecnologías y haces un buen eso de ellas, notas como son capaces de aprender hasta un punto inimaginable”, dice Alberto

Los niños tienen muchos problemas hoy en día para conectarse a una sesión virtual para enviar un trabajo o rellenar un examen porque no están acostumbrados a ello, ni desde las escuelas se les ha formado así porque no lo hemos considerado necesario”, nos explica Alberto.

No obstante, el profesor nos indica que esto también supone una oportunidad para todos. “La pandemia nos está ayudando a repensar sobre el peso de las nuevas tecnologías en las aulas y las nuevas oportunidades que ofrecen para la educación. Además, es una oportunidad porque nos estamos instruyendo en su manejo, algo que es esencial en los tiempos que corren”.

Parece que, con todo, el experimento que nos ha obligado a hacer la pandemia no está siendo tan fructífero como esperamos. Pero como en todo ensayo, siempre se obtiene una lección: tal vez la educación presencial sea insustituible por ese “toque” humano, pero está claro que eso no indica que sea la muerte de la tecnología en este sector, sino todo lo contrario: ahora más que nunca se debe repensar en papel de los dispositivos electrónicos en las aulas, la familiarización con ellos y, sobre todo, por la apuesta por Internet.

Es posible que ese día llegue. Yo, de momento, seguiré viendo esos programas que tanto me gustan.



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