En España el teletrabajo siempre ha sido un mito. Mientras que, en países europeos, como Suecia o Islandia, aproximadamente un 25% de los trabajadores teletrabajaba durante el año pasado, en España esa cifra apenas llegaba a un 3%, según un balance de Eurostat.
Estos números contrastan enormemente con encuestas realizadas por empresas especializadas en servicios de recursos humanos como Randstad, donde se afirma que aproximadamente el 70% de los empleados españoles quiere teletrabajar, a pesar de la negativa de sus empresas.
Para expertos en la materia, como Adolfo Ramírez, profesor en el IEB y autor del libro Digitalízate o desaparece, el problema de ese retraso se ha generado, en parte, por la cultura de los empresarios, que se aferran a los modelos de trabajo tradicionales en nuestro país, y por una escasa estrategia por parte de las empresas hacia la digitalización de sus negocios.
Algunos expertos apuntan a que el teletrabajo no se ha implantado en España por la morfología de nuestro tejido productivo, pero la realidad apunta a la obsolescencia cultural
Para Andrés García, informático de redes en una entidad bancaria que opera en Barcelona, esta situación no le ha pillado por sorpresa: “En mi empresa ya teníamos la opción de teletrabajar algunos días porque nuestra labor se realiza casi al completo por Internet y mediante ordenadores”.
Según nos relata, su jornada laboral apenas ha sufrido cambios. Lo único que ha variado son las reuniones, que ahora las realizan de forma telemática, a través del ordenador. “Mi horario sigue siendo el mismo. Sí que es verdad que me levanto algo más tarde, y eso es bueno, pero en lo que respecta a mi jornada, no ha habido cambios sustanciales”.
En la otra cara de la moneda se encuentran personas como Pedro Jiménez, responsable de calidad en una empresa de ingeniería. “Toda la parte de oficina la puedo hacer en casa ya que para ello uso el ordenador, pero al estar al cargo de la calidad de los productos, es inevitable que me tenga que desplazar a diario a la fábrica”, nos comenta.
En su empresa, el teletrabajo les ha venido grande ya que apenas han tenido tiempo para prepararse para una situación de esta magnitud.
“Cuando por fin me organizo en casa, tengo que recoger e irme a la fábrica para acabar el trabajo. Allí tengo que poner en orden los papeles y dar soporte a otros dos departamentos para que continúen con su trabajo. En lugar de estar 2 horas en fábrica, mínimo echo 4 con esas distracciones. Y después a casa a seguir trabajando”.
“Todo esto se traduce en distracciones constantes y horas extra que tengo que invertir para realizar el mismo trabajo que antes desempeñaba en menos tiempo”, lamenta.
El calvario de los padres
Un colectivo que se está viendo desbordado por la pandemia es el de los padres, obligados a concebir una de por sí prolongada jornada laboral con el cuidado de los niños.
Antes de la pandemia, habitualmente estas tareas se podían hacer con total normalidad, a pesar del sobre esfuerzo que suponían. Sin embargo, con la llegada de esta crisis, y el posterior cierre de los colegios, los niños están obligados a permanecer en casa con sus progenitores, que se tienen que hacer cargo de ellos al mismo tiempo que sacan adelante el trabajo.
Una de las ejecutivas más influyentes del mundo, Rachel Mushahwar, vicepresidente y general manager de Intel, publicó en sus redes sociales una fotografía y un texto que reflejaban a la perfección este día a día:
“Mi hijo de 14 años está con las clases de francés en la cama, mi hijo de 12 años me reclama una comida que no tengo, mi hijo de 10 años se niega a leer y mi hijo de 8 está en mi regazo mientras realiza sus tareas. Así realmente es como se ve (work with kids)”, se lee en el tuit.
My 14 year old is taking French class in bed, my 12 year old is asking for food I don’t have, my 10 year old is refusing to read, and my 8 year old is in my lap while on calls learning to multitask. This is what it really looks like. #wfhwithkids #COVID19 pic.twitter.com/7vcV5Uch41
— Rachel (@RachelMushahwar) April 14, 2020
Pero tampoco hace falta irse tan lejos para encontrar estos testimonios. Aquí en España hay madres que nos lo señalan: “¡Esto es una pesadilla! Terminas a las tantas y luego sin parar con los niños. Es una verdadera paliza”.
Para suerte de ellos, la situación que estamos viviendo ahora es temporal, pero ¿qué pasaría un verano cualquiera cuando los niños están en casa y tú debes de teletrabajar? ¿Tendrán oportunidad para recibir una verdadera conciliación o seguirán viviendo ese calvario?
Ahí está una de las espinas del teletrabajo. De acuerdo con un estudio de Bloomberg, realizado en base a diversos datos de Internet, los empleados que teletrabajan alargan su jornada laboral dos horas diarias.
En ocasiones, el prolongamiento se debe a que surgen distracciones, como en el caso de Pedro Jiménez, que nos hacen perder el tiempo, fruto de la desorganización. Sin embargo, ocurre que cuando teletrabajamos, damos la sensación de como si estuviésemos disponibles las 24 horas del día. Da igual el momento, el teléfono puede sonar antes o después y no podemos acudir a excusas para no atender al trabajo.
Incluso Andrés nos comenta que, aunque mantiene sus horarios de descanso, «es inevitable no despegarse del ordenador ni cuando está comiendo porque tienes la sensación de que si no, no vas a estar disponible por si te reclaman”
Ciertos expertos destacan que el confinamiento y el hecho de haber convertido nuestra casa en centro de trabajo, puede contribuir a creer que el teletrabajador está a disposición de la empresa en todo momento, pero la realidad es que no es así.
En este sentido, podemos ampararnos en el artículo 20 bis del Estatuto de los Trabajadores español que hace referencia al derecho de los trabajadores a la intimidad en el uso de dispositivos digitales y al derecho a la desconexión. Sin embargo, ¿sería lo más conveniente?
Un teletrabajador que prefiere mantener el anonimato nos argumenta que él conoce sus derechos, pero en vista de la gran recesión que nos acecha, prefiere mantener a toda costa su empleo.
“Hay ocasiones en las que me veo desbordado. He recibido correos a las 5 de la mañana e, incluso, llamadas por la noche, que es cuando suelo descansar. Claro que puedo negarme a cogerlas o responder en mi horario, pero me juego la vida porque no puedo perder el empleo. Al final toca resignarse”.
Sindicatos como UGT, en vista de esta situación, han comenzado a movilizarse para visibilizar y poner fin a estos abusos: “Desde UGT recordamos que el teletrabajo no es una prestación a tiempo completo, sino una forma de organización. Esta situación no altera ni suspende los derechos laborables”, declara Gonzalo Pino, secretario de política sindical de UGT.
¿Un experimento fallido?
Tal y como resalta Adolfo Ramírez en una reciente entrevista, el teletrabajo se ha ido instaurando poco a poco en nuestro país. Para él, este ha sido un experimento para observar con detalle el verdadero potencial de este método y, aunque se han dado casos de fracaso, también han proliferado las oportunidades, sobre todo, para repensar esa “necesaria” digitalización en nuestro contexto actual.
“Lo que debemos tener en cuenta es que España no se encuentra preparada culturalmente y es ahí donde habrá que poner nuestro foco”, explica.
De hecho, a pesar de su experiencia, Pedro Jiménez no da la espalda al teletrabajo, ni mucho menos. Según nos aclara, es una opción totalmente válida para tener en cuenta para un futuro: «Con esta forzada experiencia, se puede ver que no es tan malo a nivel laboral como parecía. Al ser una experiencia totalmente nueva para la gran mayoría de personas, es completamente normal que, al carecer de ese control sobre su trabajo, les hace bajar el rendimiento. Conforme el teletrabajo evolucione y vaya siendo cada vez más una opción real para los trabajadores, el sentimiento de responsabilidad laboral evolucionará paralelamente«.
“¿Ahorrarse el alquiler de toda una planta de oficinas y los gastos de electricidad obteniendo los mismos resultados de trabajo? Que dueño de empresa no se lo plantearía», añade con entusiasmo.
Andrés va a un paso más allá y nos comenta que gracias al teletrabajo se puede obtener unos beneficios que antes eran impensables, sobre todo, relacionados con el tiempo, conciliación y salud.
“Uno de los grandes problemas de las ciudades es la contaminación. Evitar esos desplazamientos que producen gases de efecto invernadero sería una perfecta oportunidad para empezar nuestra desescalada en el uso de energías contaminantes”, narra. «Además, gracias al teletrabajo se ayudaría a llenar esa España vaciada. Yo provengo de un pueblo y con el trabajo sé que podría continuar mi desempeño allí», agrega.
“La tecnología para implantar el teletrabajo está ahí y desde hace mucho tiempo. Es ahora la responsabilidad de todos caminar en esta dirección”, concluye.