Garazi Sánchez nació en 1992, el año de las Olimpiadas de Barcelona y, como ella misma dice con humildad, es surfista profesional. Su carrera deportiva está jalonada de éxitos, dos campeonatos de España y un subcampeonato de Europa. Además, terminó en el puesto 22 en la competición individual del Mundial de Tahara en 2018. Sin embargo, cuando empezó con siete años, era impensable que una niña tuviera alguna posibilidad de dedicarse al surf de forma profesional. “Yo era muy inquieta y practicaba porque salía del agua mejor que cuando entraba. Lo que me empujó a competir años después fue viajar. Quería conocer Australia, Maldivas, surfear con delfines…”
A su edad y con ese palmarés, nada hacía imaginable que un día esta joven vasca tuviera que enfrentarse a la definición de sí misma, a su vida como deportista, y a su pasión por el mar. “El 18 de julio de 2018 tuve un accidente surfeando en Francia que me dejó en la orilla sin poder mover las piernas y con mi cabeza moviéndose más que nunca. En esa ambulancia hacia el hospital pasé las que seguramente fueron las peores horas de mi vida. Así empezó un largo camino lleno de incertidumbre y decisiones…” Esto escribía en su cuenta de instagram el 6 de noviembre de 2019, cuando volvía al mar después de 10 meses alejada del neopreno, después de una operación y un proceso personal que le ha aportado libertad y consciencia: “Es curioso que cuando más lejos he estado del mar es cuando más curiosidad he tenido por él”.
Esos meses de angustia y miedo por el futuro de su carrera profesional, y de cierto alivio por poder parar, los aprovechó para llevar a cabo dos documentales. Uno es muy personal y en él cuenta su proceso de recuperación y sus experiencias del día a día. Fue su mecanismo de defensa para sobrellevar el golpe. “Me apasiona el surf y cuando sentí ese vacío, busqué algo que me diera esa sensación de plenitud y de sentido de la vida”. También fue una forma de reflejar su historia, compartirla, ser estímulo para los demás, al igual que para ella lo habían sido las historias de superación de otros deportistas que pasaron por algo parecido.


Una gota en el mar
También en esos meses vio la luz Vergüenza, una pieza documental en la que relata el nacimiento de su conciencia medioambiental y su compromiso con la conservación. Lo que iba a ser una pequeña grabación para redes sociales hablando de medio ambiente se convirtió en un documental y casi en un nuevo proyecto de vida. “Empecé a preguntarme quién sería yo si no fuera una surfista profesional. De ahí, creo, nace esta reflexión sobre cómo vivo y qué hago que tanto espacio ocupaba en mi cabeza entonces”.
Poco antes del accidente, como cuenta en el documental, Garazi coincidió en un evento con un naturalista y colaborador habitual de National Geoprachic. Así conoció los particulares sobre el estado de los océanos y las consecuencias que en ellos tienen nuestra forma de vivir. Una vez superada esa vergüenza inicial sobre su propio desconocimiento, inicia un viaje para saber más sobre el tema. En él consulta con psicólogos, sociólogos y biólogos que le asesoraron y le enseñan cómo vivir ese cambio, cómo transformar esa vergüenza, esa parálisis de vivir con el piloto automático sin cuestionarse el impacto que dejan las elecciones del día día, en decisiones más conscientes. El ecologismo también es un proceso, como cualquier otro en la vida, lleno de contradicciones y cambios, pero en los que ejemplos como el suyo pueden servir y mucho para no sentirse solos, para que la conciencia individual no se diluya ante el enorme reto del cambio climático.


En su tránsito ha habido, primero un compromiso económico, porque es ella misma quien financia el documental; luego un compromiso social, porque hace de altavoz y transmite a los más jóvenes en charlas lo que ha aprendido sobre el estado de ese mar que tanto ama. También se han dado otros cambios en su día a día: ha reducido los vuelos innecesarios y adaptado su coche a GLP. “El mayor cambio es tomar conciencia. Sé que no lo hago también como quisiera, pero ahora conozco otras opciones. Hay muchas cosas que hacemos con el piloto automático y es importante decidir desde la consciencia. Gente como yo podemos ayudar a que la ecología sea más atractiva. Y en ese proceso aprendes mucho”.
Ahora que ha vuelto a la competición la vive, como dice ella misma, desde otro sitio. Donde antes había deseo de ganar, ahora una visión mucho más holística en la que se mezcla también un profundo agradecimiento por estar ahí, en el agua, y por poder hacer lo que más le gusta. “Soy más libre”. Dice, mientras recuerda que cuando volvió todo le parecía más alucinante. “Estaba delante de un atardecer dándome cuenta de la cantidad de personas que no podían disfrutar de eso mismo. Ahora, tengo una visión de niño, porque he sumado todo ese aprendizaje de las cosas que no sabía y que hace el mar por nosotros.”


Después de presentar el documental no es difícil encontrar reportajes en los que la llaman activista, aunque ella no se reconoce como tal. “Todas las personas podemos inspirar. Igual que cuando me lesioné busqué la historia de otros deportistas”. Y, aunque no le gusten mucho las definiciones, Garazi sí se siente una mujer inquieta y tenaz. “Tiendo a ilusionarme con las cosas y lo que empieza siendo un viaje a Cantabria puede convertirse en un recorrido por Australia. De hecho, lo que empezó como pura supervivencia se ha convertido, dice, en uno de los proyectos más gratificantes de su vida. “No tanto por el éxito o no, sino por cosas como que me llamen de una Universidad porque quieren poner el documental en las clases. No soy bióloga pero puede ayudar a identificarse a los jóvenes. Quería contar lo que ocurre en el mar de forma apetecible y ser un empujón para que otros jóvenes por lo menos se cuestionen, porque es evidente que nadie quiere perder un monte ni que el agua huela mal porque está contaminada”.
En 2019 volvió a la competición por todo lo alto. Su mejor resultado como deportista lo obtenía en Australia justo antes de la pandemia. Luego llegó el coronavirus y los grandes eventos han tenido que esperar. No ha esperado el entrenamiento que ha sido constante y que ahora se ha intensificado para su siguiente reto profesional y vital: el Mundial de El Salvador y una plaza para los Juegos Olímpicos de Tokio, los primeros en la historia en los que estará presente el surf como disciplina deportiva. Vive el momento con mucha ilusión y ganas de que llegue. “Física y mentalmente me encuentro en forma, pero hay un factor que no se puede olvidar: la suerte”. Las posibilidades de ganar aumentan con el entrenamiento diario, pero en su deporte un cambio de viento, el estado de las olas, el sol pueden hacer que las cosas varíen en cuestión de segundos. “Tengo miedo como todo el mundo, pero intento superarlo. El deporte es una buena herramienta para hacerte mejor”.
