Jóvenes que limpian nuestro aire y nuestra agua - EL ÁGORA DIARIO

Jóvenes que limpian nuestro aire y nuestra agua

Como respuesta al Reto Educativo Fuller de Fundación Telefónica, dos equipos de jóvenes han diseñado dos proyectos para purificar el aire y el agua sostenibles, económicos y que podrían funcionar incluso en las comunidades más deprimidas


Cada vez resulta más evidente que los retos a los que nos enfrentamos como civilización y como especie conforman un desafío que no tiene precedente en nuestra historia. Por eso, cada vez queda más de manifiesto que gran parte de las recetas que sostienen nuestra civilización tecnológica y consumista difícilmente podrán ofrecer soluciones, sobre todo porque son ellas las que han provocado en gran parte el problema.

En ese sentido, es cada vez más necesario promover miradas nuevas que sean capaces de ver lo que se les escapa a los ojos más ahormados por los esquemas tradicionales. Ese es el leitmotiv del Reto Educativo Fuller, puesto en marcha por Fundación Telefónica en colaboración con Ashoka y la iniciativa internacional Creating For Humanity, con motivo de la exposición ‘Curiosidad Radical. En la órbita de Buckminster Fuller’, el inspirador tecnólogo que ofreció soluciones innovadoras concebidas como ideas orgánicas, como demuestra la que tal vez sea su aportación más conocida, la cúpula geodésica, una sencilla estructura con múltiples aplicaciones, y que muy pronto es probable veamos sobre las superficies de Marte o de la Luna.

El Reto Educativo Fuller está destinado a jóvenes estudiantes de entre 12 y 18 años, y en él se pretende reconocer las aportaciones innovadoras, que son las verdaderamente valiosas, incluso cuando aún no se poseen los conocimientos técnicos para trabajar en ellas. Su valor principal es que, frente a la visión que ningunea la perspectiva de los jóvenes, reconoce que quienes más pueden ofrecer en esta sociedad en cambio acelerado son los que han nacido a lomos de ese cambio.

Entre los proyectos reconocidos en el certamen, queremos detenernos en dos en concreto, significados porque, en ellos, el agua tiene un gran protagonismo. Y sobre todo, porque se trata de ideas sencillas y que con inversiones muy limitadas pueden tener un amplio impacto, incluso, entre comunidades carentes de recursos. Asimismo, se caracterizan por el que será uno de los distintivos de las innovaciones clave: la transversalidad, pues para su implementación necesitan la confluencia de varias disciplinas científicas y tecnológicas, e incluso de otras de tipo social y de acción política. Porque los problemas globales solo pueden abordarse desde una perspectiva global.

Alga Chlorella

Este proyecto, puesto en marcha por un equipo de alumnos de Edurobotic-STEM Toki, una entidad de Portugalete dedicada a la enseñanza de robótica e innovación, pretende ofrecer una solución sencilla y de bajo coste para abordar la contaminación del aire en las ciudades, un problema en aumento, sobre todo en las grandes metrópolis mundiales, y que se está convirtiendo en uno de los grandes retos mundiales de la salud.

Esquema del biorreactor de Alga Chlorella.

La solución planteada por este equipo se fijó en un alga unicelular, la Chlorella vulgaris, que tiene la facultad de atrapar una gran cantidad de CO2 a través, simplemente, de su metabolismo. En concreto, un cultivo de esta alga es capaz de fijar 1,3 gramos de CO2 por litro y día. Si tenemos en cuenta que un árbol, el recurso más evidente utilizado en las ciudades actuales, fija unos 54 gramos en el mismo período, tenemos que un pequeño biorreactor de 200 litros fijaría al día unos 260 gramos; es decir, el equivalente a cinco árboles, en un espacio mucho menor.

Y lo más importante es que las necesidades de esta instalación son muy simples, pues se trata únicamente de crear un cultivo con la adecuada cantidad de agua y fertilizante, iluminado mediante luces LED y con un filtro para la entrada del aire, todo alimentado por energía solar. El único mantenimiento necesario es retirar cada tres meses el exceso de algas, que pueden reutilizarse para distintos usos, desde la industria alimentaria a la cosmética. Por ello, puede decirse que prácticamente no generan tampoco residuos.

Otra ventaja es que los recipientes con los cultivos de algas pueden adaptarse a todo tipo de mobiliario urbano ya existente, desde farolas, bancos, marquesinas y prácticamente cualquier otro. Y otra, que su efecto es inmediato, no hay que esperar a que crezcan y alcancen un determinado tamaño, como sucede con los árboles.

Los jóvenes que han participado en este proyecto son Jon Conde, Lucía Gómez, Enara Martín, Nastia Martín, Andoni Martínez, Ibai Mellado, Mikel Nieto, Jon Ander Ramos, Ibon Recio e Anartz San Juan, con la supervisión de su profesor, Sergio Martín.

Purify My Water

El segundo proyecto reconocido en el que el agua tiene protagonismo es Purify My Water, del madrileño Víctor Arzoz, quien lleva años trabajando en un sistema de depuración de agua autosostenible y capaz de funcionar incluso en lugares con dificultades de acceso a la electricidad o escasez de infraestructuras.

Víctor Arzoz, junto a un prototipo de su proyecto Purify My Water.

Arzoz, junto con la asociación Alumnos Solidarios, del colegio Joyfe en Ciudad Lineal, ha desarrollado este sistema con la mira puesta en las necesidades específicas de una escuela situada en la localidad de Kahankro, en Costa de Marfil. El confinamiento del pasado año evitó que se pudiera enviar allí, pero el tiempo transcurrido desde entonces ha servido para depurar la programación y algunos de los detalles del sistema, y esperan poder enviarlo en cuanto sea posible.

Esquema del sistema Purify My Water de Víctor Arzoz.

Básicamente, el sistema extrae mediante una bomba agua de un pozo y, tras pasarla por un filtro que la depura de la tierra, se envía a un depósito iluminado con una luz ultravioleta que elimina cualquier germen que pudiera contener. Al final del proceso, el agua es enviada a un depósito elevado, desde el que puede distribuirse por la comunidad como cualquier otro sistema tradicional.

La clave tecnológica de este sistema reside en la utilización de la energía solar, y en el uso de condensadores que, aunque acumulan menos energía que una batería, tienen una vida útil mucho más larga, lo que les hace preferibles para lugares donde no es fácil el mantenimiento. Todo el sistema se controla desde un dispositivo Arduino, mediante una pantalla táctil muy intuitiva. Todo ello por un coste realmente asequible, capaz de funcionar en una gran variedad de ambientes.

 

La importancia de los pequeños cambios

Ambos proyectos demuestran que existe una reserva de talento, y que la sociedad debe encontrar la forma de ofrecerle el ambiente propicio para que dé frutos. «Se tiende mucho a pensar en problemas extremadamente grandes, que afectan a muchísimas personas y que necesitan un gran espacio de tiempo», afirma Jon Conde, del equipo del alga Chlorella. «Pero lo verdaderamente importante es conseguir hacer cambios pequeños, que cambien cosas de verdad y que todos juntos desencadenen cambios importantes».

Algo en lo que coincide Víctor Arzoz: «Desde mi barrio, estoy contribuyendo a solucionar un problema que afecta a millones de personas. Hay que visibilizar este tipo de proyectos para que más gente se despierte, apriete un interruptor y haga ‘clac’ y se diga: a lo mejor no puedo crear un sistema de potabilización, pero sí que puedo hacer algo por la gente de mi barrio que no tiene hogar. Siempre se puede ayudar, lo importante es hacer ese ‘clac’ y contribuir a ese esfuerzo colaborativo».



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