El Mediterráneo es un "punto caliente" del cambio climático

El Mediterráneo es un «punto caliente» del cambio climático

Rubén del Campo

Portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología

Coincidiendo con el primer aniversario de la Dana que entre 12 y el 13 de septiembre de 2019 desbordó toda la cuenca del Segura, cobrándose siete vidas y daños superiores a los 1.000 millones de euros, el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología analiza aquel evento tan extremo y nos recuerda que el Mediterráneo es un «punto caliente» del cambio climático


María Santos
Madrid | 11 septiembre, 2020

Tiempo de lectura: 6 min



El científico Rubén del Campo es uno de lo portavoces de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y un excelente divulgador de lo que ocurre con el tiempo atmosférico y el clima en general. Justo un año después del episodio de lluvias extremo que arrasó en septiembre de 2019 la cuenca del Segura y otras partes del sureste peninsular hablamos con él para repasar aquel fenómeno, un aviso de lo que podremos encontrar de forma más habitual en el futuro.

PREGUNTA.- La Dana de septiembre de 2019 está catalogada por las propias aseguradoras catalogan como el siniestro más grave de los últimos tiempos en daños causados. ¿Qué es lo que la hizo ser tan destructiva y tan diferente de otras DANAS o gota frías.

RESPUESTA.- La dana de septiembre de 2019 fue extraordinariamente intensa. Recordemos que dana es el acrónimo de “depresión aislada en niveles altos”. Esto significa que en las capas altas de la atmósfera existe una gran bolsa de aire frío con presiones más bajas que las de su entorno.

En el caso de la dana de septiembre de 2019, la presión atmosférica en su núcleo fue extremadamente baja para la época del año. Tanto, que nunca se había acercado a nuestro país una dana tan profunda en la primera quincena de septiembre, al menos desde que hay registros.

En esa época (primera quincena de septiembre), además, encontramos un mar Mediterráneo muy cálido, por lo que se dispone de mucha energía en forma de vapor de agua para generar chubascos.

Y en el caso de la dana de septiembre de 2019, el flujo de vientos sobre la superficie marítima era el adecuado para acercar todo ese aire húmedo hacia la zona donde se encontraba la dana, que permaneció prácticamente estacionaria durante 48 horas en el entorno del sureste peninsular.

También hay que tener en cuenta la orografía, con montañas litorales y prelitorales que retienen las nubes. Todos estos factores se conjugaron para que se produjesen unas lluvias torrenciales extraordinarias.

Se registraron cantidades enormes de precipitación en el sur de la Comunidad Valenciana y puntos de la Región de Murcia.

En la Vega Baja del Segura, concretamente en la localidad de Orihuela (Alicante), se llegaron a superar durante el episodio los 600 litros por metro cuadrado.

En pocas horas (entre la mañana del 12 y la del 13 de septiembre), llovió más de lo que suele ser habitual en un año completo.

En seis estaciones de la red de AEMET se superaron los 400 litros por metro cuadrado; en más de 200 estaciones se alcanzaron o superaron los 100 litros por metro cuadrado, y al menos 300 km2 se vieron afectados por lluvias torrenciales o inundaciones.

«Los pronósticos funcionaron bien»

PREGUNTA.- ¿Qué se hizo bien y qué hemos aprendido a hacer mejor ante este tipo de fenómenos?

RESPUESTA.-En aquel momento se emitieron avisos especiales por parte de la Agencia Estatal de Meteorología desde el día 9, y el sistema de avisos por riesgos meteorológicos del plan “Meteoalerta” estableció avisos de nivel rojo (riesgo extremo) por lluvias y tormentas.

La Agencia Estatal de Meteorología lanzó avisis rojos por lluvias torrenciales el 11 de septiembre de 2019

Los pronósticos y el seguimiento de la situación meteorológica funcionaron razonablemente bien, teniendo en cuenta que las danas son fenómenos que complican mucho la predicción meteorológica, porque pequeños cambios en su posición pueden implicar que llueva muchísimo en una zona donde inicialmente no estaba previsto que lo hiciera, y al contrario: en puntos donde era muy probable la lluvia intensa, en ocasiones tan solo caen chubascos débiles.

Además, las danas crean entornos favorables para la aparición de sistemas meteorológicos de tamaño relativamente pequeño, muy violentos, y que no siempre son bien pronosticados por los modelos numéricos precisamente por esa extensión limitada que abarcan.

Sin duda, una de las cosas que hemos aprendido a hacer mejor es la vigilancia de la situación: es muy importante que el fenómeno pueda ser pronosticado con horas o días de antelación, pero como sabemos que pequeñas imprecisiones en la predicción pueden provocar grandes cambios en el estado del tiempo en una zona concreta, se torna vital hacer un seguimiento continuo en tiempo real con las herramientas a nuestro alcance (satélites, radar, detectores de rayos, estaciones meteorológicas, incluso impresiones de usuarios en redes sociales).

Además, en AEMET existen grupos de trabajo que desempeñan un importante papel en la mejora de las herramientas del llamado nowcasting o predicción inmediata, desarrollando software que permite sacar todo el partido a las herramientas que hemos comentado (radar, satélites, etc) para conocer en tiempo casi real la evolución que va a seguir una tormenta.

PREGUNTA.- Está claro que como eventos naturales son inevitables, ¿cómo ayuda la climatología a avanzar en mitigación, adaptación y resiliencia al cambio climático?.

RESPUESTA.- Conocer el clima de una determinada región, y especialmente los fenómenos extremos asociados a dicho clima, es vital para tomar decisiones acertadas en la lucha contra el cambio climático.

En el caso que nos ocupa, las danas no son un fenómeno desconocido en nuestro país, especialmente en el área mediterránea. Históricamente han sido responsables de inundaciones con trágicas consecuencias en número de pérdidas de vidas humanas y también por la destrucción de infraestructuras.

Hemos de ser conscientes de esta realidad y de que, como consecuencia del cambio climático, estos fenómenos serán (y probablemente ya lo estén siendo) más intensos en el futuro.

PREGUNTA.- ¿Estamos abocados a vivir este tipo de fenómenos con más retorno, más habitualmente de lo que se sufrían hasta ahora?

RESPUESTA.-Vivimos en un mundo más cálido, en el que hay más energía disponible en la atmósfera, por lo que cabe esperar un aumento de los fenómenos extremos (no solo los relacionados con las precipitaciones, tanto las inundaciones como las sequías, sino también de las olas de calor) en todo el planeta.

El agua superficial del Mediterráneo occidental ha aumentado más de 1 ºC desde comienzos de los años 80
Y nuestro entorno, el Mediterráneo, es un “punto caliente” del cambio climático. Las temperaturas han aumentado en España desde la época preindustrial más que en el conjunto del planeta, y el agua superficial del Mediterráneo occidental ha aumentado más de 1 ºC desde comienzos de los años 80.

Todo esto puede desembocar en fenómenos cada vez más violentos (podríamos decir que las lluvias torrenciales serían más torrenciales) y algunos estudios señalan que las danas (fenómenos meteorológicos que, recordemos, son habituales en nuestro entorno) están aumentando de frecuencia.

Así pues, no es descabellado afirmar que tenemos que acostumbrarnos, y prepararnos, a afrontar situaciones de tiempo extremo, como las lluvias torrenciales, con más frecuencia e intensidad.

PREGUNTA.- ¿Cómo ayudan las alertas meteorológicas a las administraciones a adoptar decisiones?

RESPUESTA.-Los avisos meteorológicos del plan “meteoalerta” se adoptan en función de la rareza meteorológica del fenómeno. Un aviso de nivel amarillo no representa riesgo en general, aunque sí para actividades concretas; el nivel naranja representa riesgo importante, y un nivel rojo, riesgo extremo.

Cuando desde AEMET activamos avisos, estamos indicando que las condiciones meteorológicas pueden alterar las actividades humanas (bien sea por viento, lluvia, calor, frío, temporal marítimo, tormentas, etc).

Y si los colores asociados a dichos avisos son naranjas o rojos, tenemos que entender que son situaciones poco habituales, con riesgo importante o incluso extremo. Esto ayuda sin duda a las administraciones en la toma de decisiones: cuando activamos avisos naranjas o rojos por temperaturas máximas, los responsables de Sanidad saben que el número de ingresos de personas vulnerables puede aumentar; quienes se encargan de la lucha contra incendios se ponen alerta ante el hipotético inicio de un gran fuego; la generación y distribución de energía también se ven afectados al existir una gran demanda, etc.

Y en el caso del pronóstico de lluvias torrenciales, se pueden tomar decisiones como desalojar zonas potencialmente inundables, suspender clases en colegios e institutos, y otras muchas más acciones que permitan, de alguna manera, aminorar los riesgos.

La huella de la riada de Santa María un año después


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