La Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP25), clausurada este fin de semana en Madrid, ha puesto el foco acerca el origen de la contaminación de gases efecto invernadero sobre la agricultura, la ganadería y la alimentación, proponiendo cambios en la dieta que sacrifican el consumo de carnes y un uso diferente del suelo como la gran solución al calentamiento global.
La directora general de Desarrollo Rural, Innovación y Política Forestal del Ministerio de Agricultura, Isabel Bombal, ha querido compartir con El Ágora su visión y el papel que el sector primario ha desempeñado en este foro «al que ha venido a defenderse y donde ha desarrollado un papel muy dignificante, porque sin capacidad para grandes stands ha participado en todos los foros que le ha sido posible para comunicar, con argumentos científicos y datos estadísticos en la mano, que ellos no son la causa del cambio climático sino parte de la solución«.
El sector primario: clave en la mitigación del cambio climático
«Somos el cuarto sector en emisiones, cierto, pero además, la agricultura, la ganadería y la industria alimentaria garantizan la soberanía alimentaria, son proveedores de alimentos de calidad y total seguridad alimentaria, contribuyen a frenar la desertificación, el correcto manejo agrícola del suelo lo convierte en un secuestrador de CO2, es un sector que apuesta y proporciona energías renovables, especialmente en la buena gestión forestal a través de la biomasa, pero también otros sectores».
“La buena gestión de pastizales y de tierras de cultivo sirven de sumideros de C02, que capturan cada año unos cuatro millones de toneladas”
«Es un sector que en los últimos años ha apostado por la eficacia y la agricultura de precisión reduciendo considerablemente el uso de fertilizantes y fitosanitarios y, además, pese a ser el sector que más agua consume es el que más ha avanzado para reducir la huella hídrica de sus producciones. La inversión en mejora y modernización de regadíos ha permitido que su consumo de agua baje del 80% de hace unos lustros al 65% actual. Ahora se riega más superficie y se produce mucho más con mucha menos agua«, afirma la directora general.
O el sector porcino que «se ha fijado como meta la reducción de un 47% de las emisiones de amoniaco y un 54% las de metano, junto con el ahorro de hasta un 30% en el uso de agua por cada kilo de carne producido» nos pone como ejemplos de ese compromiso sectorial.
«Es verdad, que hay margen para seguir mejorando, y ahí están los agricultores y ganaderos comprometidos con el medio ambiente que han sido capaces de afrontar un cambio significativo en la actividad en los últimos diez años» resalta Bombal.
Agricultura 4.0
Todos estos avances se han podido producir gracias a la incorporación de las nuevas tecnologías, la innovación y la transformación digital de la actividad agraria.
«Este paquete tecnológico y la profesionalización han permitido reducir los insumos, optimizar la gestión de los recursos naturales y mejorar la rentabilidad de las explotaciones y todo ello gracias a un marco regulador que emana de las grandes Políticas Agrarias Europeas que establecen el modelo de producción agropecuaria más sostenible en todos los sentidos: ambiental, social y económico».
De hecho, en la Política Agrícola Común post 2020 de los nueve objetivos prioritarios cuatro son ambientales.
Desarrollo rural, pilar para la bioeconomía
Esta sostenibilidad en su sentido más amplio es esencial para el Desarrollo Rural absolutamente relacionado con el reto demográfico, destaca Isabel Bombal.
«El abandono los pueblos se produce por el abandono de las explotaciones y ante la falta de alternativas en otros sectores de la economía suponen un abandono del territorio, de los suelos, de los bosques», lamenta.
«Esto nos lleva a plantear la necesidad de incluir el reto demográfico en todas las políticas, también en las ambientales porque la sostenibilidad hay que entenderla en sentido amplio, si algún proyecto tiene impacto social, aunque el impulso ambiental sea menor que el deseable, hay que apostar por él».
«Aunque no tengamos el dato cuantificado podríamos afirmar, sin alejarnos de la realidad, que la España rural compensa las emisiones de gases efecto invernadero de la España urbanita«.
El 85% del territorio nacional es rural, de esa superficie el 54% son bosques y en España tenemos un modelo de producción agroalimentario fundamentalmente basado en prácticas de agricultura sostenible y ganadería extensiva con una importante aportación a la conservación de la biodiversidad y el territorio que los convierte en secuestradores de carbono.
«Para España es muy importante apostar por la gestión forestal como uno de los pilares del sector y del desarrollo rural. Tenemos la tercera masa forestal de la Unión Europea y, sin duda, debe formar parte de la Política Agrícola Común y contar con un especial impulso. Un sector forestal bien gestionado es fuente de riqueza, de biodiversidad, favorece el desarrollo ambiental del territorio, genera empleo verde e impulsa la bioeconomía» insiste la directora general del MAPA.
«Debemos lograr una profesionalización de los silvicultores para que pueden implicarse con todas las herramientas tecnológicas disponibles a la gestión del territori0″.
Hay que comunicarse mejor con la sociedad
A pesar de todas estas evidencias, el sector agropecuario parece haberse convertido en el “chivo expiatorio” del cambio climático y ahí es donde los productores tienen que esforzarse en mantener una buena comunicación e interlocución con los consumidores.
«Hay que enseñar al consumidor a mirar más allá del precio y del producto, hay que enseñarle a mirar cómo se ha producto ese alimento, dónde y cuándo. Hay que aprender a consumir producto de proximidad y de temporada si nuestra prioridad como consumidores es reducir la huella de carbono, que se dispara con el transporte, y, además, poner en valor el sistema de producción europeo y español donde el modelo de agricultura familiar sigue siendo un elemento definitorio y sostenible».


Para combatir el derroche de alimentos, España cuenta con la Estrategia nacional más alimento, menos desperdicio (2017-2020) que pone especial énfasis en la responsabilidad del consumidor.
Según los datos disponibles, en las casas la mayoría de la comida se tira sin haber pasado por la sartén. Un 84,2% de los productos que acaban en la basura va directamente de la nevera al cubo, sobre todo frutas, hortalizas y lácteos. El otro 15,8% acabó en el vertedero después de cocinado.
Además, insiste Bombal, «hay que enseñar a hacer una compra responsable para evitar el desperdicio alimentario».
La pérdida de alimentos, entre un 25 y un 30% del total que se produce en el mundo, es responsable de entre el 8% y el 10% de todas las emisiones de efecto invernadero que genera el ser humano.
Si el desperdicio fuese un país, sería el tercero en emisiones de CO2 tras China y Estados Unidos y según afirma la propia Unión europea el desperdicio “tira a la basura” el 25% de la huella hídrica de los alimentos.
Para Isabel Bombal, «en el sector desde luego hay mucho compromiso y concienciación que tenemos que traducir en acción y para eso la adaptación al cambio climático para por la profesionalización, el conocimiento, la investigación, la innovación y las nuevas tecnologías, donde la transformación digital será una herramienta esencial».
«De hecho la propia Política Agrícola Común recogerá medidas de asesoramiento para que los agricultores y ganaderos tengan acceso a todos estos desarrollos tecnológicos que harán de sus explotaciones más sostenibles en todos los aspectos» anuncia en conversación con El Ágora.
«Tenemos un reto por delante y es convertirnos en los líderes de la agricultura 4.0 para producir más y atender a la demanda con menos recursos«, concluye Isabel Bombal.
