Con las altas temperaturas llegan los incendios forestales y las alertas de riesgo. Cada verano en España se renuevan las plegarias por la lluvia junto con los reclamos de una gestión planificada del monte. España es una potencia en superficie boscosa y en ciencia forestal y, sin embargo, hay asignaturas pendientes, que vienen a recordarnos justamente los portavoces de la Sociedad Española de Ciencias Forestales (SECF), en un documento reciente por el que piden una Estrategia Forestal europea, que contemple “la dinámica de los bosques” y se sustente en un uso sostenible, “y no sólo en la exclusión del aprovechamiento en áreas protegidas”.
Para entender cabalmente a qué se refieren cuando solicitan que no se “menosprecie” su conocimiento, “atesorado durante siglos de aplicación”, junto con los grandes “avances de las últimas décadas sobre el funcionamiento ecosistémico de los bosques y su relación con las prácticas humanas”, entrevistamos al presidente de la SECF, Felipe Bravo Oviedo, catedrático de Planificación Forestal de la Universidad de Valladolid y director del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible:
PREGUNTA: ¿En qué beneficiaría a la población rural y a los bosques españoles una Estrategia Forestal común europea?
RESPUESTA: Implicaría realzar una parte del territorio europeo, para darles a nuestros bosques la importancia que deben tener. España es el tercer país de Europa en superficie de bosques (solo detrás de Finlandia y Suecia) y, sin embargo, no tenemos esa opción común europea, con ideas y objetivos dentro de la diversidad de bosques que hay en este continente. Por supuesto, no es lo mismo el bosque boreal que un bosque mediterráneo en Italia, Grecia y España, pero un marco común sí que nos ayudaría a tener un papel más protagonista dentro de nuestra sociedad, ahora que hablamos de la crisis climática, de la economía circular o de la bioeconomía.


P: ¿Qué país (o qué gestión) tenéis en mente, como modelo de marco legislativo?
R: España es de los países más avanzados en materia de legislación ambiental. Lo que sucede es que los tipos de bosques son diferentes y los problemas poblacionales de los entornos boscosos son diferentes. De ahí que España tenga un rol protagonista que jugar: en desarrollo de ciencia forestal, España es el décimo país del mundo. Por supuesto, están Estados Unidos o China, con sus grandes extensiones de bosques y su desarrollo científico, pero dentro de los países de nuestro tamaño, somos una potencia. Más que copiar de otros, nosotros tenemos un modelo que aportar, un modelo de multifuncionalidad, de sostenibilidad centrada en varios recursos: la madera, la leña, pero también los productos no maderables, como el corcho, la resina o las setas.
P: Entonces, ¿qué regulación le falta al marco jurídico-legislativo español y que podría añadir, según vuestro punto de vista, un marco europeo?
R: Pues, por ejemplo, en la legislatura anterior, era el Ministerio de Agricultura el que tenía las competencias en materia de bosques, dentro del cual se desarrollaba la actividad del Consejo Nacional de Bosques, y ahora esas competencias pasaron al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico y no ha vuelto a reunirse ese consejo. Por supuesto, hemos tenido la pandemia, el confinamiento, todo ha sido más difícil, pero creemos que un impulso importante podría ser reunir el consejo, en el que están representados todos los actores (propietarios, asociaciones profesionales, grupos ecologistas, asociaciones científicas como la nuestra, las comunidades autónomas), es decir, una representación variada, desde muchos puntos de vista, sobre lo que deben ser los bosques. Su constitución fue un hito y creo que la continuidad es clave.
“Una gestión planificada del bosque dará empleo de calidad, porque no se puede deslocalizar”
P: Cuando hablamos de países de bosques boreales, ellos cuentan con una legislación más práctica sobre el uso del bosque, ¿no es verdad?
R: Ellos tienen un enfoque que no creo que sea necesariamente el nuestro, puesto que hay allí una separación tajante entre una selvicultura industrializada, con grandes empresas que dominan modelos productivos, y una selvicultura familiar. Ese no es nuestro modelo, por el tipo de bosques que tenemos. Nosotros podemos aportar esa diversidad. La Unión Europea tampoco significa la homogeneización, pero sí tenemos que ser compatibles. Está claro que el objetivo debe ser la conservación de la biodiversidad, la sostenibilidad de los bosques y la promoción de una economía circular de proximidad, donde utilicemos los recursos más cercanos (por ejemplo, en construcción en madera y biomasa en pueblos de montaña) y todo eso tiene que estar basado en nuestros ecosistemas y en nuestra forma de gestionarlos. Podemos adaptar las visiones de otros y aportar toda nuestra perspectiva de los no maderables que en el Mediterráneo es intrínseca a la gestión de los bosques.
P: Sería más una solución puertas adentro de nuestras fronteras, pero con la obligatoriedad y la periodicidad de supervisión de un marco europeo…
R: Sería un marco al que todos deberíamos adherirnes y rendir cuentas, en tanto parte activa de su definición, también.
“España es el décimo país del mundo en desarrollo de ciencia forestal. Tenemos mucho que aportar en sostenibilidad centrada en varios recursos, que incluyen los productos no maderables, como el corcho, la resina o las setas”
P: Cuando hablamos de selvicultura (o silvicultura), ¿vosotros sois los responsables de su buen desarrollo?
R: La ciencia forestal es más que la silvicultura (cultivo del bosque), que es una de sus disciplinas, pero también comprende la hidrología forestal, la conservación de los recursos genéticos… Nuestra Sociedad Española de Ciencias Forestales acoge todo lo que tiene que ver con la gestión de los bosques. Por ejemplo, para el año que viene, preparamos nuestro octavo congreso, en junio, en Lleida, y habrá varias mesas en torno a cómo, desde diferentes disciplinas de la ciencia, se aborda el desarrollo sostenible, con el horizonte de cumplimiento de los objetivos 2030.
P: En cuanto a la selvicultura, específicamente, ¿qué aportaría un país como España que tiene mucho más que madera?
R: La mejor gestión de los bosques aportaría desarrollo e independencia económica, empleo de calidad (es un sector que no se puede deslocalizar), mitigación de la emergencia climática (por el uso de madera en lugar de hormigón o acero en la construcción) y la fijación de población, claro. En cuanto a incendios, aumentaría la resistencia y la resiliencia de los bosques (es decir, la capacidad de reacción contra incendios), porque se descargan de biomasa que, en lugar de arder y provocar esos grandes incendios que hemos visto, genera empleo, ya que sustituye otras fuentes de energía, lo que contribuye a la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero.
“Si nos sentamos a mirar el bosque mediterráneo sin hacer un aprovechamiento sostenible, lo que seguramente va a pasar es que se va a quemar”
P: ¿Esta visión negativa que solemos tener sobre talar árboles o extraer corcho no necesariamente se corresponde con el bienestar del bosque?
R: Se trata de planificar. Yo siempre hago la analogía con un médico, que puede utilizar un instrumental para cortar una mano o para salvarla. Se requiere de conocimiento técnico y cuando la gestión se desarrolla teniendo en cuenta la biodiversidad, los aspectos ecológicos y económicos, no solo es que no sea malo sino que es positivo.
P: ¿Qué pasaría si simplemente nos sentásemos a mirar el bosque, sin explotarlo económicamente?
R: Es que si nos sentamos a mirar el bosque mediterráneo sin hacer un aprovechamiento sostenible, lo que seguramente va a pasar es que se va a quemar, antes o después. No es como tener un Goya en un museo: los bosques son dinámicos, la acumulación de biomasa continúa y, con ella, el peligro de incendios. Si no hacemos un uso sostenible de los ecosistemas, además de perder las oportunidades sociales corremos el riesgo de quedarnos sin el paisaje.
