Decenio de la restauración: la década que marcará el futuro de los ecosistemas

Decenio de la restauración: la década que marcará el futuro de los ecosistemas

Decenio de la restauración: la década que marcará el futuro de los ecosistemas

Actualmente unos 15.300 millones de árboles son talados cada año, lo que significa que unos 42 millones son talados cada día y más de 29.000 al minuto.


Carlos de Pablo
Madrid | 4 junio, 2021


Mientras lees este artículo se están talando

1746000 árboles
en el mundo

Los océanos ocupan aproximadamente el 70% de la Tierra, por lo que sus recursos constituyen la base de muchas economías del mundo, además de funcionar como enormes termostatos que regulan el clima que tenemos en cada rincón del planeta. Los bosques, por su parte, son una pieza fundamental para la vida al producir el aire que respiramos y muchos de los servicios que demandamos diariamente.

Si tenemos en cuenta que los océanos y los bosques son solo dos de los más de 100 ecosistemas que integran este planeta, entendemos el por qué se consideran a estos sistemas biológicos como “componentes de importancia crítica de la diversidad biológica de la Tierra y capital natural imprescindible que sustenta la vida y el bienestar humanos”, como afirma la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).

Desde 1990 se han perdido 420 millones de hectáreas de bosques, casi el 50%. Cada año se talan unos 15.000 millones de árboles

Sin embargo, parece ser que todos esos servicios ecosistémicos quedaron relegados a un segundo plano en nuestro pasado más cercano en favor del desarrollo económico, inicializándose así una escalada de destrucción sin precedentes que incluso ahora continúa existiendo en gran parte de nuestro mundo.

De hecho, tal y como informa la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en la actualidad, el mundo pierde una superficie de bosque equivalente a un campo de fútbol cada tres segundos. Asimismo, advierte que ya se han perdido la mitad de nuestro humedal y la mitad de todos los arrecifes de coral. En este último caso, estos ecosistemas marinos podrán ver casi su extinción en el 2050 incluso si nos ceñimos al aumento de 1,5 grados Celsius que marca el Acuerdo de París.

“La pérdida de los ecosistemas está privando al mundo de sumideros de carbono, como los bosques y las turberas, en un momento en que la humanidad ya no puede permitírselo. Las emisiones globales de gases de efecto invernadero han aumentado durante tres años consecutivos y el planeta está a un paso de un cambio climático potencialmente catastrófico”, añade la ONU.

Patrimonio natural
El cambio climático antropogénico se ha convertido en la amenaza más peligrosa para los ecosistemas

En este sentido, análisis científicos actuales sugieren que la humanidad demanda en estos momentos el 173% de la biocapacidad del planeta, una cifra que abala datos lanzados por organizaciones como Global Footprint Network y que apuntan a que necesitamos 1,6 Tierras para sobrevivir. Otros trabajos afirman que solo el 3% de nuestro planeta está libre de perturbaciones humanas: ni la Antártida se salva.

La aparición de la pandemia de SARS-CoV-2 ha demostrado este último año aún más si cabe las desastrosas consecuencias que conlleva la simplificación de los ecosistemas y la eliminación de las barreras naturales que nos defienden, en este caso, de virus potencialmente peligrosos para los humanos, del mismo modo que ocurrió con la crisis del ébola.

Debido a la envergadura del desafío y del escaso margen del que goza la humanidad para actuar, la ONU ha querido aprovechar el Día Mundial del Medio Ambiente de este año para lanzar un mensaje esperanzador, centrándose sobre todo en la restauración de los ecosistemas con el lema “Reimagina, recrea, restaura”.

“Desde los bosques hasta las turberas y las costas, todos dependemos de ecosistemas saludables para nuestra supervivencia”, enfatiza la ONU.

Una agenda que cumplir

Restaurar los ecosistemas significa favorecer la recuperación de aquellos sistemas biológicos que hayan sido degradados o destruidos, así como conservar los que todavía siguen intactos. Se trata de unos objetivos que la humanidad decidió alcanzar cuando en septiembre del 2015 se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

En concreto, en la quinta meta del decimoquinto ODS se enuncia que “se necesita adoptar medidas urgentes y significativas para reducir la degradación de los hábitats naturales, detener la pérdida de la diversidad biológica”. En teoría, en 2020 hemos comenzado a acariciar la consecución de este objetivo, pero en la práctica aun queda mucho por hacer.

Los vínculos entre el medio ambiente y los ODS | Foto: ONU

Por este motivo, y recordando otras iniciativas similares, como el Decenio de la ONU sobre la Diversidad Biológica, que finalizó el pasado 2020, o el decenio de la ONU del Agua para el Desarrollo Sostenible, que se prolonga hasta el 2028, la organización internacional decidió proclamar en el 2019 el Decenio de la ONU sobre la restauración de los Ecosistemas.

Tal y como señala la ONU, se trata de un periodo que se alargará hasta el 2030 y “representa la última oportunidad de prevenir un cambio climático catastrófico”. Está diseñado para alcanzar las metas existentes y acelerar los esfuerzos de restauración en curso, como el Desafío de Bonn, cuyo objetivo es restaurar 350 millones de hectáreas de paisajes degradados a más tardar en 2030.

“El Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas es un llamamiento para proteger y recuperar los ecosistemas a escala mundial, en beneficio de la humanidad y la naturaleza. Tiene por objeto poner fin a la degradación de los ecosistemas y restaurarlos para cumplir los objetivos mundiales”, resalta la ONU.

ecosistemas
Restaurar el 30% de los ecosistemas, como advierten los expertos, será critico para reducir el cambio climático y revertir la pérdida de biodiversidad

Para tener éxito, la ONU recuerda que los líderes deben ser ambiciosos, audaces y creativos a la hora de abordar estos obstáculos, y actuar con visión estratégica: “Tenemos que conseguir fondos. Se necesitarán 800.000 millones de dólares para restaurar 350 millones de hectáreas. ¿Parece mucho? En realidad no, son menos de dos años de subsidios a los combustibles fósiles”, destacó la Directora Ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, en la cumbre de Nueva York del 2019.

De hecho, la primera de las recomendaciones expuestas en la declaración del Decenio se destaca precisamente abrazar esta visión, así como fomentar la colaboración todos los sectores de la sociedad, desde administraciones públicas y empresas hasta ONGs y sociedad civil.

“La restauración requiere recursos y cooperación, por lo que los gobiernos, los prestamistas internacionales, los organismos de desarrollo y las empresas privadas tendrán que incrementar su apoyo, sobre todo, mirando a aquellos más desfavorecidos para que nadie se quede atrás”, argumenta la ONU.

Por qué reconstruir los ecosistemas

Volviendo a los dos primeros ejemplos de ecosistemas. ¿Sabrías decir que valor económico poseen los océanos? Pues según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la llamada “economía azul” está valorada entre los tres y los seis mil millones de dólares anuales ya que representa más de tres cuartas partes del comercio mundial y proporciona medios de subsistencia a más de 6.000 millones de personas.

Un reciente informe de la ONU llama al mundo a rehabilitar al menos mil millones de hectáreas de tierra degradada, aproximadamente la superficie que ocupa China, para 2030 y pide un compromiso similar con los océanos para garantizar la seguridad alimentaria y prevenir otras catástrofes.

“Si hacemos esto a la escala necesaria, tendrá beneficios mucho más allá del cambio climático y la biodiversidad, ayudará a la seguridad alimentaria, la salud, el agua potable y el empleo. La restauración puede beneficiar a todos estos Objetivos de Desarrollo Sostenible”, aseveró la ONU.

Por cada dólar invertido en restauración, se pueden esperar al menos entre siete y treinta dólares en ganancias para la sociedad.

Con los bosques ocurre una cosa similar: según la FAO, de ellos dependen más de 1.500 millones de personas en todo el mundo y su valor económico ronda los 600.000 millones de dólares, lo que representa casi el 1% del PIB mundial.

“La degradación de los ecosistemas terrestres y marinos socava el bienestar de 3.200 millones de personas y tiene un coste cercano al 10% del PIB mundial anual en pérdida de especies y servicios ecosistémicos”, resalta la ONU.

Además del valor económico, hay que fijarse también en los servicios ecosistémicos que aportan y más teniendo en cuenta el contexto de cambio climático que estamos viviendo. Los ecosistemas terrestres, como los bosques, son responsables de intercambiar 125 gigatoneladas de carbono al año, mientras que los océanos han absorbido cerca del 90 % del exceso de calor generado por la acumulación de gases de efecto invernadero desde la Revolución Industrial.

De restaurar 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados, se podría generar 9.000 millones de dólares en materia de servicios ecosistémicos, así como eliminar de 13 a 26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero.

“Los beneficios económicos de estas intervenciones exceden en diez veces el costo de la inversión, mientras que el precio de la inacción es al menos tres veces mayor que el de la restauración de los ecosistemas”, señala la ONU.

Ejemplos de restauración

Algunos países han comenzado a invertir en la restauración como parte de sus estrategias para recuperarse de la COVID-19. Otros, directamente, están recurriendo a la restauración para ayudarlos a adaptarse a un clima que ya está cambiando y para sacar el máximo beneficio a los recursos que poseen.

Este es el caso de África que, según la ONU, posee el 30% de las reservas minerales del mundo, el 65% de su tierra cultivable y el 10% de sus fuentes internas de energía renovable, y se estima que sus pesquerías tienen un valor de 24.000 millones de dólares.

Ejemplar de rinoceronte blanco
África tiene una oportunidad única para recuperar sus ecosistemas

“África tiene una oportunidad única de restaurar sus ecosistemas y desarrollar sus recursos naturales de una manera que puede ser una lección para el resto del mundo”, comenta Juliette Biao Koudenoukpo, Directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para África.

En este sentido, África ha iniciado algunos programas de diversa índole para abordar algunos de sus mayores desafíos. En la región del Sahel, que se extiende desde Senegal en el oeste hasta Djibouti en el este, la Gran Muralla Verde es ya el proyecto de restauración de ecosistemas más grande del mundo.

En Sudáfrica, el proyecto de restauración Working for Water está ayudando a eliminar árboles invasores de Australia, Europa y Estados Unidos que están agotando el nivel freático, provocando la erosión y empeorando los incendios forestales. También está creando puestos de trabajo para las comunidades locales en la tala de árboles no nativos y la rehabilitación de áreas despejadas al tiempo que les permite vender la madera talada.

En todas ellas, la ambición está servida, porque si algo hace rico a este planeta son los ecosistemas que lo hacen diferente al resto y, por supuesto, la vida que depende de ellos.



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