Hay un lugar donde crece una de las especies de abeto más escasas del mundo, con una historia evolutiva fascinante: estos árboles han resistido cambios climáticos pasados y son los únicos testigos que quedan de épocas antiguas, cuando el clima era más húmedo y bosques parecidos a ellos se extendían por el hemisferio norte.
Los suelos de estas montañas tienen también un carácter extremadamente raro. En algunos puntos, el sustrato es ultrabásico, cargado de minerales que no dejan crecer a las plantas. Las que prosperan allí son también únicas por su capacidad de medrar sobre un terreno tan duro. Lo que al visitante le parecen simples matojos o florecillas son en realidad lo que los científicos llaman especies endémicas, es decir que sólo creen en un lugar muy reducido en todo el planeta.
Para acabar de componer la estampa, el paisaje lo forman montañas que llegan a rozar los 2.000 metros y que se levantan abruptamente frente al mar. Esta altura y la exposición a los vientos cargados de humedad hace que en las cumbres caiga la nieve, pese a que kilómetros más abajo haya un mar cálido donde los bañistas pueden meter el pie en el agua la mayor parte del año.


El remate a este paisaje lo da la larga historia de cultura y manejo humano del territorio. Civilizaciones históricas han pasado por este territorio durante milenios dejando un legado de usos del territorio y de paisaje cultural de gran valor. Vista la descripción del lugar, apetece conocer en qué punto del planeta se encuentra y cabe preguntarse si está protegido.
Bien, la respuesta ya venía dada en el título de este artículo. El sitio no es otro que la Sierra de las Nieves, en Málaga, esas montañas que uno cruza cuando va a bañarse a la Costa del Sol seguramente sin saber que esconden una historia geológica y botánica fascinante.
La noticia es que, por fin, estas sierras, que se extienden entre Ronda y Marbella, van a convertirse en un Parque Nacional, el número 16 de la red de espacios protegidos que desde hace un siglo protege los paisajes más singulares de la península. La Red de Parques Nacionales tiene la misión de conservar una muestra variada de los ecosistemas más significativos del país, y en este catálogo faltaba incluir las montañas costeras de Andalucía, con unas características naturales únicas.


Abierta la consulta pública
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico acaba de abrir a consulta pública del anteproyecto de ley para declarar a la Sierra de las Nieves como Parque Nacional. Durante el plazo de un mes el texto será sometido a participación pública y está disponible en la web de este departamento. Transcurrido este plazo y una vez estudiadas y valoradas las observaciones recibidas, y superados otros procesos de participación preceptivos, será enviado al Consejo de Ministros para su aprobación, ha informado el Miteco en un comunicado.
El futuro parque se extiende por una superficie de 23.000 hectáreas comprendidas entre los municipios malagueños de Benahavís, El Burgo, Istán, Monda, Parauta, Ronda, Tolox y Yunquera.


Estos municipios impulsaron la declaración de parque nacional y han colaborado con su protección a través de la declaración previa de parque natural y Reserva de la Biosfera. La primera protección para la zona llegó en 1989, con la creación del Parque Natural por parte de la Junta de Andalucía. En 1995, obtuvo el reconocimiento como Reserva de la Biosfera por parte de la Unesco. Y más adelante, el territorio se amplió al otro lado del Estrecho. Actualmente forma parte de la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo Andalucía (España)-Marruecos, la única entre dos continentes inscrita en la Red Mundial. Este hecho se debe a que los ecosistemas que protege, como el bosque de pinsapos se extienden también a las montañas del Rif de Marruecos.
El pinsapo, un árbol único
La Sierra de las Nieves alberga el 65% de la superficie de pinsapar española. El resto de bosques de este tipo crece en la sierra de Grazalema, en Cádiz. El pinsapo (Abies pinsapo) es un tipo de abeto único del sur de la península. En el norte de Marruecos, en montañas con condiciones similares, crecen otras dos especies de abetos similares y que tiene la misma historia evolutiva.
Son los restos que quedan de los bosques de coníferas del Terciario, cuando plantas amantes del frío llegaron hasta el sur debido al enfriamiento del planeta. Después, cuando las condiciones cambiaron, algunos de estos árboles quedaron aislados en refugios donde las condiciones de humedad e insolación les permitían conservar las condiciones adecuadas para su crecimiento.


De algún modo, los pinsapos, cuyo porte y necesidades son más bien de tipo alpino o pirenaico, se las han apañado para resistir pegados al térmico mediterráneo. Su valor evolutivo y paisajístico, es único y ha fascinado a los científicos desde que a comienzo del siglo XIX el botánico suizo Pierre Edmond Boissier lo describiera como una especie nueva.
La Sierra de las Nieves destaca también por sus afloramientos de peridotitas, unas rocas con un pH ultrabásico que son muy escasas en la corteza terrestre. Son partes del manto terrestre elevado y tienen un contenido muy rico en minerales. Al erosionarse liberan sulfuros metálicos y compuestos de cromo y níquel, que no son fácilmente asimilables para las plantas. Es el contenido en hierro el que da su nombre a Sierra Bermeja, una de las ramificaciones de la Sierra de las Nieves incluida en el mapa del nuevo parque nacional.
Una red coherente
Con la declaración de la Sierra de las Nieves, la Red de Parques Nacionales incorpora un espacio protegido más y, sobre todo, gana en coherencia y sentido científico. El interés de la red es proteger un muestrario completo de los principales ecosistemas. Pero no siempre fue así. Cuando se crearon los primeros parques hace un siglo primó más el sentido estético, escénico y paisajístico. Por eso los primeros espacios protegidos, como Covadonga y Ordesa, protegían las grandes montañas del norte que no son necesariamente el ambiente más extendido por la península pero sí los más similares a una postal de ensueño.
También se protegieron los paisajes volcánicos de Canarias, con el Teide y la Caldera de Taburiente en los años 50, y se añadió en esa década otro parque pirenaico, el de Aigües Tortes y lago de San Mauricio.


A finales de los 60 vino por fin la protección de los humedales, con la creación de Doñana y las Tablas de Daimiel. En los 70 se sumaron otros dos parques canarios para proteger los bosques de laurisilva de Garajonay y el vulcanismo de Timanfaya.
Faltaba sin embargo proteger el matorral y monte mediterráneo, realmente el ecosistema más característico de la Península. Y ese agujero no se tapó hasta la declaración de Cabañeros, en los 90, y de Monfragüe, en 2007. En los últimos tiempos, la red ha ido rellenando los huecos y ha añadido espacios como las Islas Atlánticas, Sierra Nevada o Guadarrama que son representativos de otros ecosistemas. Faltaba añadir el paisaje único en Europa que es la Sierra de las Nieves, donde los pinsapos, tejos, acebos, serbales, quejigos y arces, propios de clima norteño, se aferran a las nieblas para seguir resistiendo al pie mismo de África.
En España existen diversas figuras legales para la protección de espacios naturales y la de Parque Nacional es la máxima categoría. El primero de ellos, el de los Picos de Europa, se creó en 1918 por orden del rey Alfonso XIII.
Desde entonces se han añadido lentamente otros espacios hasta sumar los 15 de la actualidad: Picos de Europa, Ordesa y Monte Perdido, Islas Atlánticas de Galicia, Aigüestortes y Lago de San Mauricio, Archipiélago de Cabrera, Sierra de Guadarrama, Monfragüe, Tablas de Daimiel, Cabañeros, Sierra Nevada, Doñana, Teide, Caldera de Taburiente, Timanfaya y Garajonay.
Mientras que los parques naturales son declarados directamente por las comunidades autónomas, y hay cientos de ellos, los parques nacionales son declarados por el Estado.
Tras algunas largas disputas por la competencia y sentencias del Tribunal Constitucional, la gestión y organización de los parques nacionales corresponde directamente a las comunidades autónomas en cuyos territorios estén situados, pero la creación de los mismos depende del Estado, que es también el que coordina la red en su conjunto a través del Organismo Autónomo Parques Nacionales, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
