A ver. Que levante la mano quien no haya soñado con escuchar algo parecido siendo niño, justo después de haberse acercado al oído la consabida caracola recién hallada en la playa donde transcurrían sus vacaciones de verano. ¿Nadie? Lógico. Quizás porque todos hemos estado ahí, en esa misma pantalla del videojuego, haciéndonos las mismas preguntas: ¿Qué demonios se oye allí dentro? ¿Cuál es el ruido que queda bajo del rumor del oleaje? ¿Qué se cuentan entre ellos pulpos, gambas y tiburones? ¿A qué suena el fondo de los mares?
Esto vendría a ser, bien pensado, una especie de versión original submarina a la que no habría que añadir subtítulos al español ni a ninguna otra lengua. La V.O.S.E. de los mares. Un ‘podcast’ realizado a partir de los ruidos ignotos que provienen del fondo de todos los océanos conocidos. Una fonoteca perfecta que recoge, con una enorme calidad de sonido, las incontables capturas del gigantesco coro submarino con el que ya quisiera contar entre sus filas, por ejemplo, el CEO del Orfeón Donostiarra.
El sónar de la naturaleza
Muchos ya sabíamos que los cetáceos dentados (delfines y ballenas conocidos como odontocetos) utilizan frecuencias de sonar complejas o ‘ecolocalización’ para comunicarse entre sí, para pulular por las profundidades o para cazar a sus presas. Se trata de los llamados sonidos pulsados: cientos de chasquidos que se realizan simultáneamente en segundos y pueden combinarse con silbidos, lo que otorga a sus conversaciones una enorme complejidad.
Lo que no estaba tan claro es que los peces payaso también se apuntan al lenguaje del chasquido firme con los dientes cuando se trata de defender sus privilegios sexuales (hacen así uso, ¿y abuso?, del llamado ‘sónar de la naturaleza’: el eco rebotado de sus propios sonidos). O que las pirañas rojas se hacen ‘bullying’ unas a otras, sin ninguna piedad, con algo parecido a ladridos. O que a los sapos de mar, cuando están en celo, se les escapa un silbidito agudo justo en el momento en que se cruzan con una hembra de su misma especie.


Ruido de fondo… ¡submarino!
Tampoco era muy conocido lo de las corvinas del Golfo de California (Cynoscion othonopterus), que son capaces, cuando se ven en peligro, de emitir un ruido tan potente que puede dejar sordas a otras criaturas marinas. Basta con pensar que cualquier sonido viaja en el agua de forma hasta cinco veces más rápida y a distancias mucho mayores que en el exterior. De modo que cobra todo su sentido el que los habitantes del fondo submarino utilicen dientes, órganos faríngeos o vejigas natatorias como cajas de resonancia. Cualquier herramienta es válida a la hora de comunicarse y recurren para ello a un amplio espectro de ruidos que van del golpe seco al gruñido.
«En el medio acuático hay 126 mamíferos, 100 invertebrados y al menos 1.000 especies de peces que emiten sonidos»
Ruidos con los que científicos de todo el mundo han empezado a organizar el primer inventario global de los sonidos acuáticos, bautizado como Glubs [] por sus siglas en inglés (Global Library of Underwater Biological Sounds). Una iniciativa que ha tenido un amplio eco tras su publicación en Frontiers in Ecology and Evolution y gracias a la que ya se ha podido confirmar que, de las 250.000 especies marinas conocidas, 126 mamíferos, 100 invertebrados y al menos 1.000 especies de peces que emiten sonidos que les permite comunicarse, orientarse, aparearse o, simplemente, buscar alimento o ahuyentar a los depredadores.
Plataforma compartida
Se trata de que, con el paso del tiempo, el proyecto Glubs se convierta en una plataforma y un espacio compartido tanto por los investigadores como por los ciudadanos que quieran contribuir con sus propias grabaciones, aunque sea utilizando equipos de bajo coste. Sus responsables confían, a su vez, en que la aplicación de la inteligencia artificial permita identificar algún día tal cantidad de sonidos y tal vez descifrar la letra y música de las canciones de amor de los animales marinos que cuentan ya con miles de admiradores en portales como FishSounds.
Te puede interesar
«Así suenan las ballenas francas australes», por Carlos de Hita
De hecho, conviene recordar que los habitantes del océano suelen utilizar el conocimiento natural de los llamados sonidos acuáticos ‘no biológicos’, como el romper de las olas, las gotas de agua o el crujido del hielo, para acompasarse con ellos a modo de palmas, como si fueran cantaores de flamenco. Por su parte, tampoco debemos olvidar que, según sus responsables, la finalidad primera y última de Glubs es crear conciencia sobre lo importante que es preservar los ‘paisajes sonoros’ y mitigar o prevenir el ‘ruido antropogénico’.
¡Silencio, por favor!
Por desgracia, la fuente principal de contaminación acústica en los mares sigue siendo la causada por los buques, que tanto interfieren en las rutas y en los hábitats de los cetáceos. La buena noticia es que los sistemas de propulsión y diseño de los barcos más recientes ya se están introduciendo algunos cambios significativos para reducir el ruido.
Se trata de no interrumpir, con nuestro ruido, la melodía natural del fondo de los mares.
¡Ojalá podamos cumplirlo más pronto que tarde!
