ICC: los españoles enfocan el futuro con cierto optimismo - EL ÁGORA DIARIO

ICC: los españoles enfocan el futuro con cierto optimismo

El último Índice de Confianza del Consumidor (ICC) revela que los españoles ven con cierta esperanza el futuro que se abre con la ansiada aunque incierta «nueva normalidad». Con todo, los jóvenes y los mayores son los que más dudan y mantienen una visión negativa. Analizamos las claves de esta radiografía estadística de la sociedad española

Parece que no pocas personas están encontrando dificultades para adaptarse al paso del “confinamiento” a la “normalidad”, que no acaba de ser como la “vieja normalidad” pero tampoco acaba de ser una “nueva normalidad”.

La tarea que la sociedad española tiene por delante es, todo apunta a ello, titánica. Pero, afortunadamente, los españoles enfocan el futuro con cierto optimismo: el ICC recupera en mayo +3 puntos con respecto al mes de abril.

Tal recuperación no viene porque consideren que la situación actual ha mejorado, sino de que afrontan el futuro con más optimismo. De los dos subíndices, uno que mide la situación actual y otro las expectativas, el primero continua bajando (-4 puntos), pero el segundo se recupera fuertemente (+10 puntos).

Necesitamos entender entonces qué está pesando en la situación actual para que se perciba que ha empeorado. La explicación la encontramos en las  respuestas a la pregunta: “De las siguientes afirmaciones ¿cuál diría Ud. que describe mejor la situación económica de su hogar?”. Aquí apreciamos cómo crece el número de quienes han tenido que usar ahorros (+3) e incluso (+1) los que han tenido que endeudarse.

Pero como el mundo nunca se presenta igual para todos, a otros la reducción del consumo (quizás en algún caso también el aumento de los ingresos) les ha permitido aumentar su ahorro (+2).

El optimismo, por otra parte, no viene de que los encuestados crean que en el futuro tendrán mayor capacidad de ahorro, pues en la pregunta “¿Cree Ud. que sus posibilidades de ahorro durante el próximo año serán mayores, menores o iguales que las de este año?”: apenas crece la cifra (+1 punto) de quienes se ven ahorrando más el próximo año.  Este dato, contra lo que pudiera parecer, no es necesariamente malo, porque la deuda privada tiende a crecer cuando las expectativas económicas son buenas (y a bajar cuando son malas).

Y, efectivamente, el optimismo viene de que los encuestados creen que en el futuro su situación familiar será mejor que la actual (+2), o al menos no estará peor (-6 puntos).

Ese optimismo alcanza a todos los votantes de los partidos nacionales (con excepción de los votantes del PSOE, cuya cifra apenas ha variado), pero especialmente, a los votantes de Ciudadanos y Podemos.

Aunque tampoco a todos los votantes de estos “nuevos partidos” les alcanza ese optimismo pues una parte de ellos registra que piensan que les irá peor.

Muchos recordarán el mito de Sísifo,  aquel griego -no sabemos si sabio o bandido- que entre otras fechorías, encadenó a la muerte y por ello fue condenado a subir una y otra vez una piedra a la cima de una montaña. Al llegar a la cima, la piedra volvía a caer y Sísifo tenía que empezar de nuevo a empujarla.  Camus nos advirtió sobre lo absurdo del esfuerzo y como la toma de conciencia de ese absurdo, convertía nuestra vida en tragedia. En sus palabras, “Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?”. Parece que los españoles están subiendo la piedra y confían en que tendrán éxito. Por tanto, de momento la tragedia ni está ni se la espera. Sabemos, no obstante, que los estados de ánimo de los consumidores, seres deseantes, son lábiles, y pueden cambiar en cualquier momento.

Por una vez, y sin que sirva de precedente, hombres y mujeres parecen compartir destino en lo particular, la única diferencia es que ellos son algo más optimistas que ellas.  

Los dos problemas endémicos -sin solución aparenteme- que España sufre desde hace años (cómo integrar a los jóvenes y como gestionar a los viejos), también aparecen aquí: los más jóvenes y los más viejos son los que no esperan que su “biografía” (en el caso de los jóvenes) y su “destino” (en el caso de los mayores), mejore en el inmediato futuro.

Es más, es entre estos dos grupos –menores de 34 y mayores de 65- donde encontramos a los pesimistas.

 

Dejando para otra ocasión a los mayores, que los jóvenes no vean claro el futuro, no es una buena noticia. Y se suma a otras, más estructurales, algunas de ellas ya conocidas como es la del retraso creciente en la edad para tener hijos, que aumenta ininterrumpidamente desde la crisis del 2008, y otras que apenas ha sido citadas como que aparentemente la reducción en la mortalidad perinatal –que afortunadamente es muy baja- ha tocado fondo e incluso ha empezado a repuntar.

Para aquellos que no puedan calibrar la importancia de estos datos, especialmente del segundo –la mortalidad perinatal- deben saber que hay mucha evidencia histórica que avala que el empeoramiento en la evolución de la mortalidad perinatal es un indicador adelantado de la implosión sistémica.

No sé qué tiene que suceder en España para que los políticos  (los nuestros y los otros) entiendan que España necesita un Gran Pacto de Presente y de Futuro.   


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