Las epidemias, junto con las guerras, las revoluciones y las quiebras de los Estados han tenido un enorme potencial de provocar cambios substantivos, en muy diferentes direcciones a lo largo de la historia. Por ejemplo la peste, provocó, al disminuir la población en edad de trabajar, una subida generalizada de los salarios y aumento de la igualdad de rentas. El problema práctico no es esta constatación histórica, sino entender en qué dirección caminamos en el momento presente.
Las técnicas de adivinación, organizadas como espectáculo público, aunque seguramente lo hemos olvidado, han tenido durante mucho tiempo una enorme relevancia política, porque a una decisión agónica le añadían un nimbo sagrado, asegurando a quienes habían de ejecutarla que contaban con el favor de los dioses. En nuestro mundo, más o menos secularizado, ya no hablamos de adivinación sino de predicción y las técnicas han variado, pero la necesidad subsiste y se ha institucionalizado dentro de la panoplia de herramientas de gobierno de los asuntos públicos y privados. Por eso hay toda una industria de la predicción, especialmente de la predicción económica.
En esta rúbrica se inserta el estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, conocido como Índice de Confianza del Consumidor, cuyos resultados de Abril de 2020 vamos a analizar hoy. Este estudio ha venido gozando de cierta capacidad predictiva del ciclo económico –subidas y bajadas- en el corto plazo, en condiciones de funcionamiento de la economía, por así decir, “habituales”. El potencial predictivo viene de capturar el elusivo concepto económico de “expectativas”.
La dificultad de definir una expectativa que no resulte exclusivamente de los propios deseos, que no sea resultado de “wishful thinking”, radica en que requiere tener en cuenta las conductas de otros, sobre las cuales carecemos de información. La forma en que se soslaya este problema es induciendo en la mente de la persona entrevistada una perspectiva temporal comparando cómo cree que era “su mundo” seis meses atrás y cómo cree que será “su mundo” seis meses adelante. La asunción subyacente es que agregando todas las estimaciones sobre el futuro que hacen todos los agentes económicos –y cada consumidor es uno de esos agentes-, se obtendrá una estimación “racional” de cómo será ese futuro.
La historia económica nos enseña que esta estimación racional vale lo que vale, es decir, hasta que quiebra, bajo la forma de crisis que, solo después que han sucedido, se pueden predecir, lo cual no es especialmente valioso. Es cierto que en todas las crisis ha habido agentes aislados que han señalado desequilibrios –algunas veces llamados especulación- que acabarían creando pánico; por ejemplo en la crisis del 2008 es notorio que algunos señalaron que era insostenible un crecimiento del precio de la vivienda muy por encima del crecimiento de los salarios. Pero nadie acierta sobre el día y la hora del terremoto, el momento exacto en que se la crisis se desencadena, de modo que esta aparece como “sorpresa”.
Las revueltas políticas, violentas o no, siguen una “lógica” similar y por eso suelen aparecer también como “sorpresas”. Por citar un caso reciente, seguramente, muchos recuerdan, como el presidente Piñera expreso su “sorpresa” ante revueltas políticas inesperadas en Chile, el país aparentemente más estable de América Latina.
Dadas las circunstancias de pandemia actuales, aunque la crisis no es endógena y por tanto no está directamente relacionada con los ciclos económicos, sino resultado de un impacto, “shock”, externo, no requiere especial perspicacia deducir que el Índice de Confianza del Consumidor augura bajadas del ciclo económico, al igual que muestran otros estudios similares realizados en varios países del mundo.
Aunque la caída del Índice es importante, debe tenerse en cuenta que no es el dato más bajo de la serie histórica, desde que se hace el estudio: en 2008 y en 2012 cayó por debajo de 50 puntos. A salvo de cómo se comporte en los próximos meses, las narrativas de “fin del mundo”, todavía tienen margen para ejercer la creatividad que les es propia. Por tanto, vamos a centrarnos en entender cómo se distribuye entre la población española el “sufrimiento” anunciado, porque de ello, se deducirán sin duda consecuencia políticas. Porque las expectativas también pueden analizarse, en perspectiva política, como resentimiento, premeditado o no, especialmente si son defraudadas por la realidad.
En esta primera entrega –habrá otras- vamos a centrarnos en entender cómo evoluciona la percepción del futuro antes de la pandemia y durante la pandemia. La pregunta que vamos a responder es muy sencilla: ¿La pandemia ha afectado por igual las expectativas de futuro, con independencia de la orientación política? Cuando miramos la pregunta ¿Considera Ud. que la situación económica de su hogar dentro de seis meses será mejor o peor que en la actualidad?, la foto nos dice claramente que los más optimistas antes de la pandemia, aquéllos que pensaban que dentro de seis meses la situación familiar sería mejor que ahora, eran los que recuerdan haber votado a Podemos; y aunque siguen siendo los más optimistas la caída ha sido enorme: 25 puntos porcentuales. Es muy revelador apreciar como las expectativas de todos –salvo los votantes del PP- habían mejorado entre Enero y Febrero. También se apunta otra tendencia, que habrá que ver si se confirma en la próxima entrega de Mayo, según la cual, son los votantes de VOX, los únicos que ven el futuro con algo más de optimismo, entre Marzo y Abril.
Si vemos la otra cara, quienes creen que su situación empeorará, los que recuerdan haber votado al PP, se separan de todos los demás: desde Enero, crece ininterrumpidamente la percepción de que su situación familiar empeorara y se sitúan, incluso, por encima de VOX.
¿Qué razones hay detrás de esta expectativa sostenida de que irán a peor quienes recuerdan haber votado al PP? La causa no está en que se recuerde haber votado menos al PP, porque aunque hay ligeras variaciones mes a mes en el recuerdo de voto, no son estadísticamente significativas.
Sólo en el caso de VOX, 1/3 de sus votantes o bien han perdido la memoria o bien no quieren contestar esta entrevista. No sabemos con precisión si este hecho se debe a ocultación de voto o a otros fenómenos. Sabemos, eso sí, que la ocultación del voto pasado aparece cuando el voto a un partido empieza a ser visto por el entrevistado, como vergonzante, como una conducta que es mejor no revelar. Aunque no lo vamos a resolver hoy, si vamos a formular una hipótesis posible para explicar ese comportamiento, en el caso que fuera efectivamente, resultado de la ocultación de voto. ¿Podría suceder que el recurso persistente, de personas adscritas directa o indirectamente a VOX, a la creación y/o difusión de “bulos” y a mantenerse en ellos –incluso cuando se demuestra que son falsos (la persistencia es lo específico porque no son los únicos que recurren a ellos)- esté afectando a los votantes que se encuentran en los márgenes, es decir los que no viven en la “eco chamber” de los más leales o fanáticos, sino que hablan con votantes de otros partidos, e inducirles a “ocultar” el voto pasado?
Volviendo a los votantes del PP, lo cierto es que no aparecen razones únicas, no compartidas con votantes de otros partidos, esgrimidas por los votantes del PP para explicar esta tendencia de crecimiento de expectativas negativas. Pero dado que sabemos que los votantes del PP, tienen un promedio de edad y de renta por encima de la media, es decir, son sobre todo “población acomodada” podemos especular con el hecho de que al encontrarse en los últimos años de su vida laboral activa, están expresando un miedo “genérico” al futuro, exacerbado por la pandemia.
Esta es una causa plausible porque los votantes del PP aducen, por encima de la media de los votantes de cualquier otro partido, el miedo a la inflación, el paro, pensión de jubilación insuficiente y disminución de capacidad de ahorro. Por el contrario su percepción de la crisis económica está por debajo de la media de los votantes de todos los demás partidos. Parece una situación difícil de manejar tanto para políticos experimentados como adolescentes.
Llegados a este punto nos podemos preguntar si la percepción de la situación futura del hogar es idiosincrática (a mi hogar, le irá bien o mal, con independencia de cómo evolucione la economía) o está vinculada con la percepción de la evolución de la economía. Pensemos por un momento porque la percepción de la evolución de la economía personal y la percepción de la evolución de la economía general pueden ir juntas o separadas. Juntas irán, por ejemplo, cuando mis ingresos dependen del consumo y la creación de empleo, vinculadas al ciclo económico. Separadas pueden ir si mis ingresos dependen de actividades independientes del ciclo, contra cíclicas o de la relación con el Estado. Si alguien duda de que existen actividades contra-cíclicas, quizás puede reflexionar sobre una fase atribuida a alguno de los Rothschild –aunque probablemente la atribución sea apócrifa- según la cual, el “momento de comprar inmuebles, es cuando corre sangre en las calles”. Más abajo hablaremos, no sobre la sangre, sino sobre la compra de inmuebles.
Para profundizar en la expectativa sobre la economía, contamos con la pregunta “¿Considera Ud. que la situación de la economía española dentro de seis meses será mejor o peor que la actual?”. La expectativa de que la economía mejorará en los próximos 6 meses, nos muestra a votantes del Psoe y Podemos en fuerte caída y a los votantes de VOX en línea ascendente, contraria a todos los demás.
Si miramos el otro extremo de la escala, la apuesta de que la economía empeorará en los próximos seis meses, la expectativa de los votantes del Psoe continúa empeorando, en tanto que entre los votantes de Podemos ha dejado de empeorar. La línea casi plana de los votantes del PP no parece corresponder con el número creciente de votantes que decían que su economía familiar empeorará, tal y como hemos visto más arriba.
Para dar cuenta de esta aparente discrepancia, dado que no podemos hacer análisis individuo a individuo porque el fichero de microdatos de Abril no ha sido publicado, hemos calculado un sencillo índice que pone en relación la expectativa de mejora de la economía familiar con la expectativa de la mejora de la economía en su conjunto: un valor superior a 1 indica que espero que mí economía familiar vaya mejor que la economía en un su conjunto y un índice inferior a 1 que espero que mi economía familiar vaya peor que la economía general. Y es aquí donde se muestra que lo que realmente ha caído entre los votantes del PP es su confianza en remar contra la corriente del ciclo económico.
Si ponemos todo junto, podemos concluir que todos tienen interés en que la economía mejore. En el caso de los votantes del Psoe, Podemos e incluso Ciudadanos, porque sus expectativas de mejora de la economía familiar y de la economía en su conjunto vienen estando estrechamente unidas y en el caso de los Votantes del PP y VOX, porque sus expectativas de vida independientes del ciclo económico o incluso contra cíclicas, se han desmoronado. Toda vez que los instrumentos al alcance del Estado Español, sin moneda propia, integrado en el club “apasionadamente despiadado” como es la Unión Europea, son limitados, trabajar activamente para un gran Pacto de Estado que permita reforzar la posición negociadora de España en Europa y revertir cuanto antes las expectativas de evolución negativa de la economía, parece ir en interés de todos. Avisados quedan.
Por último, asumiendo como plausible, la estimación según la cual el 45% del incremento real de la riqueza nacional en el período 1950-2010 viene del incremento del valor inmobiliario, relevante conocer la respuesta a la pregunta “¿Cree Ud. que el precio de la vivienda durante el próximo año subirá, bajará o se mantendrá?”: todos los votantes de los partidos nacionales parecen estar de acuerdo en que el precio de la vivienda bajará.
Visto tal cual anticipa una caída en la riqueza de quienes tengan valores inmuebles. Pero si tomamos este dato como indicador de lo que se ha dado en llamar “Wisdom of the Crowd”, sabiduría de la masa, cualquier agente económico contra cíclico – llamémosle un rothschild con minúscula (la “r” se usa con frecuencia en economía para simbolizar el ratio de retorno de una inversión)- deberá aprovechar la oportunidad y comprar vivienda. Una pregunta, que no me atormenta, pero si excita mi curiosidad, es si ese concepto económico, algo abstruso, conocido como elasticidad, implícito en la “r”, es dominado más por unos que por otros. Y por eso les invito a que me sigan en la respuesta a la última pregunta que amablemente los entrevistados han contestado: “¿Tiene planes de comprar vivienda en el próximo año?”.
Para mi sorpresa, los alumnos aventajados son los votantes de Podemos. ¿Cómo es posible? ¿Será el ejemplo del líder?
