Entre el 15 y el 19 de junio el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) recogió los datos que permiten construir el Índice de Confianza del Consumidor. La muestra que se usa en este estudio es diferente a las de los Barómetros y los Preelectorales que hemos analizado recientemente. En este estudio se representa la población de 16 y más años y el mix de teléfonos usados es completamente diferente al de otros estudios: 80% fijos y sólo 20%, móviles. Se supone que esta es la razón que explica que este mix sea muy diferente al de otros estudios que hemos analizado es que los entrevistados que tienen los dos tipos de teléfonos, se contabilizan como fijos. Teniendo esto en cuenta, vamos a continuar aprendiendo sobre cómo está evolucionando el momentum de la sociedad española.
El índice general continúa la recuperación desde el punto más bajo al que cayó en abril.
La recuperación procede sobre todo de las expectativas de futuro, aunque, la buena noticia es que la valoración de la situación actual ha dejado de caer y se recupera ligeramente respecto al mes de mayo.
La moderada recuperación en la percepción de la situación actual viene de aquellos que dicen que han podido empezar a ahorrar algo de dinero cada mes.
Desafortunadamente, el diseño del cuestionario impide pasar de los promedios a determinar cuántos son los hogares que están en situación de “quedarse atrás”, es decir, que no tienen ninguna clase de ingreso, porque de la pregunta de ausencia de ingresos se excluyen a los hogares constituidos por una persona, que no son pocos. Efectivamente según datos del Instituto Nacional de Estadística del año 2019, de los 18.625.700 de hogares, los constituidos por una persona son 4.793.600 (26%). La pregunta de ausencia de ingresos se hace, por tanto, en relación con los hogares constituidos por más de una persona, 13.832.100. De estos el 1,8% dice que no reciben ingresos en el hogar, lo que supone unos 248.978 hogares. El porcentaje era el mismo en mayo, pero ha caído, desde su punto más alto, en marzo y abril. Ciertamente la pregunta “Incluyéndole a Ud., ¿cuántas personas en su hogar tienen ingresos de trabajo o de rentas o de pensiones o subsidios?”, es algo confusa, pero aun así nos da pistas relevantes.
No encuentro ninguna razón técnica de peso que justifique hacer esta pregunta solamente a los hogares multipersona y, en mi opinión, el correspondiente filtro del cuestionario debería ser eliminado, sin pérdida alguna en la consistencia de los datos, toda vez que las series se pueden reconstruir introduciendo el filtro en el proceso de datos. En realidad, esta clase de formulación parece producto de un sesgo conocido en ciencia política como seeing like a State, propio de funcionarios de niveles básicos que a partir de apreciaciones de la realidad, distorsionadas o directamente falsas, generan categorías que acaban filtrándose en informes que luego llegan a condicionar, al más alto nivel, decisiones de políticas gubernamentales, sobre las cuales esos funcionarios realmente no tienen competencia alguna. Dada esta deficiencia, una forma de aproximarse a, si la crisis de la pandemia ha obligado a jóvenes “independizados” a volver al hogar familiar, podría venir de la evolución de hogares unifamiliares. Pero, por el momento, la serie de la evolución de hogares unifamiliares no muestra una tendencia clara.
La mejora de expectativas sobre el futuro procede tanto del aumento de los que, ante la pregunta “¿Considera Ud. que la situación económica de su hogar dentro de seis meses será mejor o peor que en la actualidad?”, responde que será mejor (+2), como de la disminución de los que creen que será peor (-6).
Mucho se ha escrito sobre el modelo productivo que necesita España para ser competitiva en el mundo multipolar del siglo XXI, sobre la importancia de la ciencia y la tecnología, y sobre la importancia de la educación y la cualificación profesional para construir ese futuro. Camino recorrido, hay menos. Y no siempre con criterio. Aunque han pasado años, todavía recuerdo aquella castiza definición de la ciencia como “el Plan de Empleo Rural de los Ricos”. También mucho se ha escrito en los medios de comunicación sobre la relevancia de las ocupaciones “peor pagadas” para que la economía siguiera funcionando durante la pandemia. Sin entrar de lleno en estos debates que desbordan nuestros objetivos en esta tribuna, podemos preguntarnos cómo ven el futuro inmediato las personas en función de su nivel educativo, que es un “proxy” de la cualificación y del tipo de ocupación. Y curiosamente, son los dos extremos de los niveles educativos, quienes no tienen estudios y quienes tienen estudios universitarios, los que miran hacia los próximos seis meses con más optimismo.
En cambio, la percepción de que al menos en los próximos seis meses no se empeorará respecto a hoy, es compartida por las personas, con independencia de su nivel educativo.
El fragor de la batalla política interna ha bajado, momentáneamente, algo en intensidad debido tanto a fracasos de estrategias y errores varios que amenazan con pasar factura, como a los procesos electorales que acaban de terminar. Pero al mismo tiempo el reloj corre para librar la batalla más difícil, en la que realmente España se juega su futuro, la batalla europea de la liquidez. Por eso es conveniente prestar atención a cómo ven la economía española dentro de seis meses los que recuerdan haber votado a cada partido. Parece que los votantes de todos los partidos nacionales ven el futuro económico con un cierto optimismo. Los más optimistas son los que recuerdan haber votado a Podemos y al PSOE. Especialmente relevantes son los optimistas que recuerdan votar a este último partido, que superan en número a los optimistas antes de la explosión de la pandemia. Los votantes de Ciudadanos se acercan al promedio y se distancian de sus “compañeros de viaje del PP y Vox”, cuyo optimismo, aunque mejora respecto al mes de mayo, sigue sin alcanzar al 20%.
El pesimismo baja moderadamente entre las derechas. Los votantes pesimistas de Ciudadanos se aproximan también al promedio.
Para no abusar de heteroglosia, primacía del contexto sobre el texto que, como mostró Bajtín, es la base de la persuasión ideológica, vamos a mirar si el pesimismo y el optimismo son el resultado de una base puramente ideológica o, al contrario, son la expresión de genuinas experiencias vitales de cada uno de ellos, poliglosias, como también las llamó Bajtín. En promedio sobre una escala 1-izquierda::10-derecha, los optimistas (3,8) y los pesimistas (5,1) están ideológicamente menos lejos entre ellos de cómo se identifican a sí mismos los que han votado a cada partido: Unidas Podemos (2,3), PSOE (3,3) Ciudadanos (5,4) PP (6,9) Vox (7,8), lo cual no es nada sorprendente. Tampoco es sorprendente, aunque sí interesante, la genuina influencia balsámica de Inés Arrimadas sobre los votantes de Ciudadanos, pues si acabamos de ver que aumentan los que opinan que la economía española mejorará en seis meses, decrecen los que creen que su economía familiar va a mejorar en el mismo período.
Ciertamente disminuyen también los que creen que su economía familiar va a empeorar.
Aunque la ideología se ha dado por muerta más veces de las que puedo recordar -Bell y Fernández de la Mora, entre otros- , su poder para enmarcar el mundo sigue tan entre nosotros que, con la distancia adecuada, hasta puede ser objeto de fruición, tal como escribió Tolstoi en El Camino de la Vida: “Suele suscitar alegría sorprender a los otros mintiendo y ponerlos en evidencia, pero cuánta más alegría se siente cuando uno se sorprende a sí mismo mintiendo y se pone en evidencia. Intenta procurarte con mayor frecuencia este placer”. El sesgo ideológico prevalece, especialmente, entre los economistas, y no porque la economía sea la ciencia que sigue la máxima “cuando los hechos no cuadran con la teoría, peor para los hechos” – que sólo predica la “mala ciencia económica”-, ni tampoco porque la economía como especialidad académica haya aparecido en los departamentos de teología -dónde los argumentos de autoridad son incuestionables-; sino porque experimentalmente, con buena ciencia, se ha demostrado que si alguien es sensible a los argumentos de autoridad son, precisamente, los economistas. De modo que, si tiene uno a mano, aunque insista en hacerse pasar por Rough Collie -hermano de sangre de Adam Smith- y convencerle de que puede cuidar del rebaño, mejor lo cuenta como oveja porque, de lo contrario, como los malos perros pastores, conducirá a las ovejas al precipicio. Dicho esto, lo mejor para relajarse es mirar allende las fronteras.
Miremos a Europa
La Unión Europea hace un estudio que tiene ciertos parecidos con el ICC hecho por el CIS. Para este último, con una muestra nominal de 2.000 individuos de 16 y más años, la recogida de datos se hace mediante teléfono (50 % fijos y 50 % móviles), y se ha realizado entre el 1 y el 21 de junio. Los datos deben ser tomados a efectos puramente ilustrativos porque la base de datos de teléfonos utilizada para el estudio apenas cubre el 61 % de los hogares españoles. Desafortunadamente, no se publican ficheros de microdatos que nos permitirían realizar análisis detallados, y los datos ofrecidos en las series están simplificados. Por ejemplo en una de las preguntas que vamos a analizar, la P2 que dice “En los próximos 12 meses, ¿cómo espera que cambie la situación económica de su hogar?. Va a Mejorar mucho/ Mejorar un poco/ Permanecer estacionaria/ Empeorar un poco/ Empeorar mucho/ No sabe”, el único dato que se proporciona es la diferencia entre las sumas positivas y negativas, pudiendo moverse entre +100 y -100.
Teniendo todos estos elementos en cuenta y asumiendo que en el resto de la Unión Europea el estudio se realice con criterios similares o más precisos (aunque ciertamente los marcos muestrales son diferentes en cada país), podemos apreciar una tendencia a mejorar en España, similar a la que hemos visto en el ICC, aunque todavía pesan más los pesimistas. El peor dato es el de abril, también consistente con lo que acabamos de ver en el ICC. Para no sobrecargar al lector, aportamos datos solamente de los países con los que tenemos frontera y los más grandes de la UE, además de Holanda, no tanto por aquello de los “Tercios de Flandes” y “el Camino Español”, sino por la persistente defensa protestante de la excepcionalidad holandesa, que ya hace más de 80 años Sorokin demostró que no era tal, y por alguna otra razón, más reciente, que aparece al final de esta Tribuna. Abril ha sido también el peor mes para Portugal y para Francia (de Italia, no hay datos). Solamente los portugueses han superado en pesimismo a España, y ello a pesar de que Pessoa les advirtiera que: “O pessimismo tem pouca viabilidade como fórmula democrática. Os que choram o mal do mundo são isolados – não choram senão o próprio”. En seis de los siete países considerados, son más los pesimistas que los optimistas.
Solamente Alemania vive en la Unión Europea feliz, lo cual no es nada sorprendente dado que es, con diferencia, el país que, junto con Holanda, más rédito ha sacado del Euro, según diversos análisis, entre los cuales prefiero, especialmente, el realizado por el CEP (fundación Ordnungspolitik). Mientras la Unión Europea encuentra la melodía que permita superar el pesimismo, que suene Doom and Gloom de Rolling Stones, pero no por demasiado tiempo.