Hace unos 7.000 años, un vasto lago se extendió por el centro-norte de África, ocupando una extensión cercana a la de España. En la actualidad, los restos de esa masa de agua se observan en el lago Chad, que se ha ido secando desde entonces. Es el último vestigio de un Sáhara que fue mucho más verde en época histórica y que estuvo poblado por cazadores recolectores modernos



Mamuts, tigres dientes de sable e hipopótamos gigantes convivieron con el ser humano prehistórico en el norte de África, en zonas del Sahel y el sur del Sáhara que ahora son desérticas. Las pinturas rupestres de algunas cuevas que muestran escenas del caza del Neolítico son la prueba fehaciente de que humanos y bestias coexistieron en un entorno rico en agua donde ahora reina el calor, la arena y la roca.
La existencia de un Sáhara verde en época histórica, es algo relativamente bien conocido por los científicos. En los últimos 10.000 años, el Sáhara ha tenido una evolución radical, de un paisaje verde y de sabana con ríos y lagos, al desierto actual. El cambio climático experimentado tras la última glaciación alteró la circulación atmosférica, derritió las nieves del norte y fue secando paulatinamente el Sáhara, que había sido verde hasta entonces. Todo eso ocurrió ante los ojos humanos. Y los primeros pobladores del Sáhara huyeron de allí hacia Egipto y otras zonas a ver cómo el clima cambiante transformaba su mundo.
Ahora acaban de aportarse nuevas evidencias de hasta qué punto el norte de África estuvo lleno de agua gracias a la observación vía satélite de los restos de un gigantesco lago en el medio del continente, justo en el lugar donde se encuentra actualmente el lago Chad. Según los datos aportados por el Observatorio de la Tierra de la NASA, su tamaño oscilaría los 380.000 y los 400.000 kilómetros cuadrados, superando de sobra al actual Mar Caspio, que tiene 371.000 kilómetros cuadrados.


“Hace unos 7.000 años, un vasto lago se extendió en el centro-norte de África, ocupando una extensión de unos 400.000 kilómetros cuadrados”, explica el Observatorio de la Tierra de la NASA.
Cabe destacar que el lago Chad moderno se ha reducido a solo una fracción de su tamaño anterior, pero la evidencia de las antiguas costas del lago todavía está grabada en paisajes desérticos, a cientos de kilómetros de las orillas del lago actual.


Para observar estas pruebas, se han usado los datos de la misión Shuttle Radar Topography, un proyecto iniciado en el año 2000 que tuvo como objetivo cartografiar la Tierra para desarrollar en un futuro aplicaciones militares y ayudar en avances científicos.
Gracias a la información, los expertos pudieron observar formaciones geográficas alrededor del lago Chad que se correspondían con lo que en antaño fueron crestas de playas originadas por la actividad de una masa del agua.
“Por lo general, las arenas y crestas se forman a lo largo de calas y estuarios a medida que los vientos dominantes impulsan las corrientes que transportan arena y otros sedimentos a lo largo de la costa. En la era del lago Mega Chad y en actualidad, los vientos soplaron desde el noreste, lo que provocó que la huella del lago creciera hacia el suroeste”, han comentado desde la NASA.
La sombra del lago Chad
El lago Chad se trata de un lago endorreico, es decir una depresión del terreno donde el agua converge sin poder salir, que está situado en la región del Sahel, una franja de tierra semiárida que separa el desierto del Sahara de las sabanas húmedas del África ecuatorial.
Debido a las características geográficas del lago, existe una enorme fluctuación en la masa de agua contenida ya que solo puede abastecerse de este recurso cuando llega la temporada de lluvia entre julio y septiembre. El resto de los meses, el lago está sometido a un periodo de sequía que lo merma notablemente. Debido a esta variación, el lago Chad ha convivido con periodos húmedos y secos durante miles de años, siempre con una tendencia a la disminución de agua que se agravó, sobre todo, en la década de los 70.
En 1963, las primeras fotografías obtenidas por satélite mostraron un lago Chad que abarcaba unos 22.000 kilómetros cuadrados. Sin embargo, a partir de 1970, una enorme sequía, originada por cambios en la Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO) y en El Niño Oscilación del Sur (ENOS), incidió severamente en el lago, causando graves estragos durante 1973, 1976 y 1979 que redujeron la masa de agua en más de un 75%.
El resultado de ese proceso fue la transformación del lago, sobre todo la parte del norte, en un lugar pantanoso que dividió la región en dos mitades claramente visibles y que nunca se han vuelto a unir de nuevo por el agua.


En la década de los 80 la situación no mejoró en absoluto. Según los datos de la NASA, en 1980 el área del lago alcanzó un mínimo de solo 300 kilómetros cuadrados, que quedaron reflejados en las diversas imágenes que la agencia espacial capturó del momento.
“Durante este nuevo declive, podía observarse como el lóbulo norte del algo era capaz de permanecer totalmente seco durante algunos meses casi todos los años hasta finales de los 90”, han señalado desde la NASA.
Hubo que esperar a 1999 para apreciar los primeros síntomas de recuperación, cuando algo de agua “volvió a llenar ligeramente el extremo norte del lago”, aunque, según la NASA, nunca “se alcanzaron los niveles previos a 1970”.
En la actualidad, el lago se encuentra en una masa estable que abarca unos 1.400 kilómetros cuadrados gracias, en parte, a un acuífero que lo alimenta. No obstante, los científicos se muestran escépticos ante el futuro del lago. Para ellos, el conflicto con el el grupo terrorista Boko Haram en la región, el cambio climático, la contaminación y la explotación del lago están amenazando seriamente su supervivencia, y con ella, la de millones de personas y animales que dependen de su agua y su ecosistema para subsistir:
“Si bien los niveles de los lagos ahora parecen ser estables, y las precipitaciones están aumentando un poco, los datos existentes no son suficientes para decir con certeza cómo será el futuro del lago Chad”, concluye la NASA.


Más de 300 millones de personas de África no tienen acceso a agua potable. Sin embargo, bajo el subsuelo del continente se esconde una inmensa reserva acuífera.
500.000 kilómetros cúbicos de agua es la cantidad que acumulan los acuíferos del subsuelo africano, cien veces más que la hallada en superficie


Una detallada cartografía, realizada por investigadores del Servicio Geológico Británico y del University College de Londres en el año 2012, revela que la cantidad de agua subterránea localizada asciende a medio millón de kilómetros cúbicos, lo que equivale a veinte veces más que la procedente de las precipitaciones anuales registradas en toda África y cien veces más que la cantidad que existe en la superficie.
La mayor cantidad de reservas se ubican en terrenos ahora ocupados en superficie por el desierto del Sáhara, la mayor zona árida del planeta, pero que en tiempos, hace en torno 2.500 millones de años, fue un vergel, con numerosos lagos y una exuberante vegetación.
Un largo período de calentamiento convirtió al edén en un páramo, pero el agua aportada por las lluvias históricas no se evaporó, sino que permaneció oculta formando acuíferos protegidos por rocas de gran dureza.
Estos acuíferos se formaron hace 5.000 años y son los que conforman las reservas de agua que están actualmente en el subsuelo.
Las zonas de mayor almacenamiento de agua subterránea se encuentran en el norte de África, en las grandes cuencas sedimentarias, en Libia, Argelia y Chad. La cantidad de almacenamiento en las cuencas es equivalente al grosor de 75 metros de agua a través de esa área, que es una cantidad enorme.
