España calienta motores corriendo al aire libre para comenzar el próximo lunes la desescaladad que nos saque del confinamiento al que nos ha sometido durante casi 50 días el nuevo coronavirus
Por fin llegó la jornada de calentamiento, todos preparados a que llegue la hora establecida con el traje de runner puesto, guantes y mascarilla en ristre para redescubrir el placer de caminar, trotar, correr al aire libre y dejar que el viento y el sol nos acaricie y nos devuelva una brizna de aquella normalidad antigua que ya nunca volverá a ser.
Y tras el calentamiento, los españoles iniciamos la desescalada sin saber muy bien cuán abajo llegaremos.
Será el lunes cuando la vida empiece a llegar a algunos negocios, la mayoría de ellos de pequeños empresarios que se enfrentan a un futuro incierto pero que no parece que vaya a ser ni por asomo como antes del coronavirus, sobre todo porque las previsiones se convierten en certezas nada positivas a tenor de la caída del 5,2% del producto interior bruto nacional en el primer trimestre de este 2020. Primera secuela constatada y testada que la COVID-19 ha dejado ya en la economía.
40 horas con Pedro no fueron suficientes. 40, esas fueron las horas que el Presidente del Gobierno y de las Comunidades Autónomas permanecieron reunidos en cada uno de los domingos de confinamiento sin que tuvieran tiempo de consensuar un plan de desescalada del que apenas sabemos más que será coordinado desde el mando único, asimétrico, progresivo en 4 fases superables por objetivos provinciales y flexible en los tiempos. La falta de negociación y por ende de consenso lo harán también flexible en todo lo demás.
La clave de la desescalada serán las limitaciones de la movilidad entre las unidades de media elegidas, las provincias por norma general pero con excepcionalidades como las islas de la Graciosa, El Hierro y La Gomera que pertenecen a tres provincias distintas pero que serán la avanzadilla del país pasando directamente a la fase 1. Ejemplo de cómo la desescalada planificada evolucionará a petición de las comunidades autónomas, porque para poder entenderlo la desescalada no implica los mismos riesgos en el municipio de Madrid que cualquiera de los municipios de su sierra.
El reto de salir de casa efectivamente implica importantes riesgos. El fundamental el sanitario, porque sin saber qué porcentaje de población ha pasado el virus es difícil adivinar la magnitud de la segunda ola, porque está claro que la habrá. Y aunque en primera línea y pese al desgaste del personal el sistema de salud está más preparado, el virus sigue entre nosotros haciendo estragos.
Estados más soberanos
Nos pueden las ganas de salir aún sin saber realmente a qué nos enfrentamos, si a una nueva realidad a una realidad en la que seremos más pobres, habrá menos empresas, menos oportunidades de empleo y menos turistas pero el mismo sol y las mismas playas.
Grandes oportunidades que además de convertirnos en el paraíso de Europa nos da la oportunidad de orientar nuestra economía hacia la soberanía energética.


Si en el resto de Europa todos apuestan por reorientar la economía hacia la sostenibilidad verde, España puede hacerlo avanzando hacia una estrategia de soberanía energética naranja, poniendo ese Sol que nos ayudará a debilitar al coronavirus con calor al servicio de la generación energética solar .
Y aprovechar los casi 6.000 kilómetros de costa regada por el Mar Mediterráneo, Atlántico y Cantábrico para desarrollar la generación eólica marina, donde la ingeniería española es líder mundial en tecnología on y off shore.
Soberanía digital, que es la forma de acortar la distancia de seguridad de este covid, la que nos ha facilitado la telemedicina, el teletrabajo, la educación y el comercio on-line; una soberanía digita que en la medida en que universalice la conectividad cohesionará el territorio y rellenará esa España vaciada que tanto añoramos desde el encierro urbano.
Soberanía también en lo alimentario. Pese al cierre de casi toda la actividad económica, el sector agroalimentario ha demostrado estar a la altura de su papel estratégico, con capacidad de seguir alimentándonos sin que ni un solo día se haya percibido atisbo de desabastecimiento de ningún alimento a disposición de los hogares confinados. Un esfuerzo sin quejas ni lamentaciones y eso que el cierre de la hostelería y la restauración ha reducido en casi un 30% sus ventas, especialmente en productos como el ovino, el vacuno, los huevos, las patatas, las flores…
Un sector dispuesto a seguir a la altura de su esencialidad y de mantenerse como la huerta de Europa de la que apenas espera que este reconocimiento a su labor se traduzca en ayudas coyunturales para aliviar a los más afectados y en un blindaje de la Política Agrícola Común acompañado de un giro radical en la Política Comercial de la UE frente a terceros países.
Porque la nueva realidad no tiene que ser solo para los ciudadanos de a pie, la nueva realidad impone la búsqueda de esa soberanía energética, alimentaria y sanitaria porque pasará tiempo hasta que se levanten las fronteras y cuanto más autónomos seamos como país o como mercado común, más fuerte seremos en un contexto mundial en el que la globalización dará paso a un sistema de glocalización.
Y esa es otra oportunidad estratégica: la industria sanitaria delegada hasta ahora en la desleal China y que reactivará en parte la economía nacional y absorverá el empleo sobrante de otros sectores que en la nueva realidad deberán reconvertirse.
Porque esta distancia de seguridad de dos metros que nos ha impuesto este maldito virus no se va a cortar medio plazo; ni as aulas, ni los espacios de trabajo, ni los de ocio, ni la restauración, ni los festejos serán como hasta ahora los habíamos conocido.
Pero todo esto será a partir del lunes, este fin de semana, largo por la conmemoración del Día del trabajador estamos a tiempo de dar un empujón solidario con esos productores de rosas que han perdido el 80% de sus ventas y que este año tampoco venderán esas flores rojas que muchos empresarios o representantes sindicales repartían entre los trabajadores.
Y el día de la madre, esas madres tenaces que han trabajado y ejercido de maestras durante el confinamiento y que sin dudad merecen nuestro reconocimiento como ejemplo de esta sociedad responsable que ha sabido estar a la altura de las circunstancias en estos casi 50 días de cuarentena en forma de ramo de flores, o de gran menú servido a domicilio, que es la tabla de salvación de la nueva era a la que se enfrenta la restauración.