Repasamos una semana que, aunque deja buenas noticias como el acuerdo histórico de los países europeos para reconstruir la economía tras la crisis, también nos advierte del peligro de relajarnos con la emergencia de rebrotes de coronavirus por toda España
“De la conducta de cada uno de nosotros depende el futuro de todos”. Una sentencia del gran estratega militar Carlo Magno que casi 23 siglos después parece que no hemos interiorizado.
Al menos así se desprende de este germen de segunda oleada de coronavirus que padece España. Los españoles, que con la llegada de las vacaciones y en aras a impulsar la hostelería y el turismo nacional, hemos relajado los contactos sociales hasta el punto de dejar de minimizar el riesgo de contagio, prescindiendo de la única barrera antivírica que nos protege fuera de casa: las mascarillas.
Flaco favor nos hacemos como sociedad arriesgándonos a un nuevo confinamiento que termine de sentenciar a muerte la poca actividad económica que aún sobrevive en este país.
Un país de enhorabuena porque después de cinco jornadas interminables de negociación en las que la Unión Europea se jugaba su razón de ser, por fin el Consejo Europeo dio luz verde a ese imprescindible Fondo de reconstrucción de 750.000 millones de euros para reflotar las economías comunitarias hundidas tras el paso de la pandemia de la COVID-19.
España ha celebrado con júbilo, como si nos hubiese tocado la lotería la llegada de esos 140.000 millones que nos corresponden por ser la economía más dañada por la crisis sanitaria. Poco importa ya que no sea una lluvia de millones a gastar sin control, ni las reformas estructurales a las que nos obliga, ni siquiera que exija acuerdos y cesiones en el diseño de los nuevos presupuestos generales post-covid.
Acuerdos, un concepto poco trabajado que se hace imprescindible en la nueva realidad, una realidad en la que la responsabilidad por sacar al país adelante tiene que estar por encima de cualquier otro interés, partidista, ideológico, electoral… Pactos para la reconstrucción es lo que hace falta para sobrevivir al coronavirus y no lo que hemos visto en la votación del Dictámen para la Reconstrucción Económica y social del Congreso en el que de cuatro pilares solo en dos, Sanidad y Unión Europea han logrado acercar posturas las dos principales fuerzas políticas.
Y como no hay peor acuerdo que el que no se alcanza también hemos celebrado el presupuesto de la Política Agrícola Común para los próximos seis años, eso sí con un recorte respecto al actual montante del 10%. Casi 6.000 millones menos para el campo español que habrá que compensar con un mejor y más eficiente reparto de ayudas.
Responsabilidad, acuerdos y mascarillas son los nuevos ingredientes esenciales de esta cruda realidad que terminamos de querer asimilar.
Pero en la nueva realidad siguen pasando cosas, como el sorpasso de las renovables que cada vez crecen más en el mix energético y que nos deja sorpresas como que la producción eléctrica renovable ha superado por primera vez a las energías fósiles en la Unión Europea, un hito que tiene mucho que ver con la paralización de la actividad económica por el coronavirus y el destierro del carbón en países como España.
O las conclusiones de un revelador estudio que afirma que, a pesar del calentamiento global y los periodos de sequía que amenazan al planeta, Europa sufre el mayor periodo de inundaciones desde hace 500 años.
Un estudio que ha analizado 9.000 inundaciones entre 1990 y 2016 que ha sufrido el continente con una frecuencia excepcional comparado con los últimos 500 años, a causa de la incidencia del cambio climático en la circulación atmosférica.
Y para muestra no hay más que mirar el litoral mediterráneo y acercando el zoom la situación del Mar Menor al que las riadas y aportes de agua dulce tras las tremendas DANAS de los últimos doce meses han sentenciado la supervivencia de la laguna salada más grande de Europa, una masa de agua en estado crítico que literalmente necesita tratamiento de cuidados intensivos.
De momento el Congreso de la Región de Murcia ha aprobado, como si de una mascarilla se tratase, una barrera libre de nitratos de un kilómetro y medio alrededor del Mar Menor, para evitar la llegada a la laguna de contaminantes procedentes de la agricultura y otras actividades del entorno.
Y ha sido precisamente la agricultura la que ha alzado la voz para reclamar medidas integrales de protección y futuro de este otrora paraíso natural, porque solo regulando la agricultura no se evitará que sigan llegando agentes contaminantes procedentes de municipios limítrofes sin saneamiento, aguas industriales o contaminación portuaria, entre otros.
Y es que para el Levante español la actividad agropecuaria es esencial para mantener vivo el territorio y la cohesión territorial imprescindible para vertebrar la España rural y afrontar el reto demográfico.
Un reto que España encara con la intención de aprobar una estrategia nacional antes fin de año, consensuada con todas las comunidades autónomas y que ha fijado sus principales objetivos en la digitalización, el fomento del empleo joven y la adopción de un Estatuto Básico de Pequeños Municipios, además de la creación de oficinas de lucha contra la despoblación.
Despoblación que apenas se percibe ahora en una España rural llena de urbanitas que ante la amenaza de la pandemia han corrido a desconfinarse al pueblo de los abuelos.
Pueblos que en estos días combaten incendios, fuegos que pese al calor de esta semana y en un primer balance de daños, muestran que vamos por buen camino al presentar un 40% menos de incendios con respecto a la media de la década.
No obstante, los expertos advierten que no hay relajarse y seguir actuando como hasta ahora para evitar un desastre en esta campaña a la que se han destinado 85 millones de euros. Y como ya vamos comprobando ni el calor, ni el fuego acaban con el coronavirus, solo con responsabilidad en forma de mascarilla lograremos superar la pandemia, y para los que no están preocupados por su salud ni la de los suyos preocúpense al menos por el devenir de la economía que con un nuevo parón no saldrá nunca de la UCI.
