Esta semana muchas provincias ya han podido disfrutar de un poco de libertad y de la novedad de poder sentarse en una terraza a tomar un café, aunque el tiempo no ha acompañado. Pero no es tiempo de relajarse ni de olvidar las medidas de prevención. Todavía no hemos ganado esta batalla. Todavía no sabemos lo que está por venir
Este fin de semana dos honomásticas confluyen en un sector estratégico que nos ha alimentado durante las ocho semanas, más de 60 días, de confinamiento. El sector agrario celebra este fin de semana su patrón San Isidro Labrador y el Día Mundial del reciclaje en un sector donde la valorización de los plásticos agrícolas y de los envases de los productos que utilizan no deja de crecer.
Es curioso como siglos después se repite la historia, si en siglo XIII el patrón de aquel labrador madrileño vigiló las condiciones en que realizaba su trabajo para descubrir que no eran esclavos sino bueyes guiados por ángeles los que labraran mientras el santo rezaba; hoy, 800 años después, los labradores vuelven a ser inspeccionados por Trabajo en busca de situaciones de esclavitud, abolidas en España hace cinco siglos. Algo que ha soliviantado a un sector orgulloso de su labor estratégica acusado nuevamente por quién le gobierna de unas prácticas ajenas a la agricultura donde el salario mínimo interprofesional impera y la mano de obra, pese a los 4 millones de parados, escasea.
Madrid, Madrid, Madrid, reflejo de la España en que nací. Con esta carencia de chotis avanza la comunidad autónoma en una desescalada que para los de la capital parece no tener fin.


Desde luego que la reactivación económica no se va a ser igual en toda España, mucho menos en Madrid donde, a falta de criterios objetivos conocidos ni cerebros expertos ocupados en el asunto, la sombra del amiguismo político alimenta sospechas de lastrar la llegada de la neorealidad.
Parece que vamos sabiendo más del virus, de este coronavirus causante de la terrible covid-19 que sigue acechando fuera de casa pero al que ya hemos perdido el miedo. Será que las escenas vividas en terrazas y locales de allí donde tuvieron la suerte de estrenar la fase 1, o las concentraciones de “cayetanos” -no había nombre más castizo en Madrid- hacen ser más cautos aún en la desescalada ante el temor cada vez más real de nuevas oleadas víricas.
No ayudan a rebajar el miedo los datos del primer estudio de seroprevalencia realizado en España que nos muestra que con sólo un 5% de la población inmunizada han fallecido casi 30.000 personas. Da vértigo hacer la cuenta para ver cuántos muertos más faltan para alcanzar la inmunidad del rebaño que los inmunólogos sitúan en el 60%.
No queda más que aprender a convivir con el virus, encerrados en casa indefinidamente asumiendo la incapacidad de controlar la enfermedad y los contagios o con un plan de desescalada, objetivo, práctico y eficiente que nos permita seguir viviendo seguros, a salvo del coronavirus sin privarnos de libertades esenciales y de poder salir a trabajar dignamente a ganarnos la vida.
Hay que asumir que las medidas de prevención tienen que ser interiorizadas por toda la sociedad: la difícil distancia de seguridad, la paciencia, los turnos, las mascarillas, la higiene, la desinfección… Hace falta pedagogía del coronavirus más allá de los aplausos a los sanitarios. Porque iniciar la desescalada sin pedagogía ni saber a qué nos enfrentamos es como desescalar la montaña con arnés pero sin mosquetones que aseguren la bajada para que no se convierta en una tremenda caída.
Y uno de esos mosquetones es el turismo, que nos guste o no, es el primer generador de empleo en nuestro país y nos proporciona el 13% de la riqueza nacional. A falta hoy por hoy ni a medio plazo de otra alternativa de dinamización económica hay que favorecer con todas las medidas posibles su reapertura. Y quizá imponer una cuarentena a todo aquel que nos visite no sea la mejor de las herramientas habiendo test de detección de la enfermedad que en pocas horas libera al visitante y que incluso costea él mismo en su paquete vacacional a cambio de nuestro sol, nuestras playas, nuestra cultura y nuestros servicios.


Salvar la temporada estival debe ser un objetivo prioritario para el que ya se preparan las empresas tirando de tecnología y digitalización. Por cierto que celebramos también el Día Mundial de internet que se ha revelado como la gran herramienta de conectividad durante a pandemia y ha evidenciado esa brecha digital de la España vaciada.
Y será el turismo de interior, el turismo rural el primero que traiga las señales de recuperación. Un turismo libre de aglomeraciones, asequible y abierto a la naturaleza; ese turismo que nos permite redescubrir esa España vaciada que ha despertado con un incremento del 122% de las pre-reservas para estas vacaciones en la primera semana de mayo.
Mayo, el mes de las flores el mes de las cosechas de frutas y el mes de las heladas tardías, que son la principal causa de pérdidas en el campo de toda Europa, unas heladas que con el cambio climático causarán cada vez más daños.
Como hemos comprobado esta semana con una intensa actividad tormentosa con cuantiosas precipitaciones, muchas de ellas acompañadas de pedrisco, que han afectado a varios cultivos muy repartidos entre diferentes zonas de la península. En total, se prevé recibir declaraciones de siniestros correspondientes a cerca de 38.000 hectáreas.
Hectáreas de regadío muchas de ellas y cada vez más porque el Parlamento Europeo ha dado luz verde a la nueva norma que amplía los usos de agua regenerada para su reutlización. En Europa se multiplicará por seis la cantidad de agua reutilizada para riegos agrícolas o usos industriales.
España es el líder europeo en reutilización de agua, dado que es el país que más volumen de agua reutilizada produce, y ocupa la quinta posición a nivel mundial en cuanto a capacidad de reutilización instalada.


El 27% de las más de 2.000 estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) de nuestro país están preparadas tecnológicamente para ofrecer los tratamientos terciarios que posibilitan la reutilización del agua y se estima que ya reutilizamos más de 400 hectómetros cúbicos al año, entre el 7 y el 13% del agua residual tratada.
Y puestos a reutilizar en el Día del reciclaje no podemos obviar cómo el cambio climático y la destrucción de la biodiversidad son claros ejemplos de que el actual modelo de economía lineal está desfasado y que es necesario dar el paso hacia una economía circular, con más de 2.100 millones de toneladas de residuos desechados que contaminan y destruyen el medio que nos mantiene con vida.
Cada 17 de mayo, se celebra en la Tierra el Día Mundial del Reciclaje, una jornada en la que se recuerda la necesidad de esa transición a una economía circular basada en el reciclaje y en la que se trata de concienciar sobre la importancia de este procedimiento para preservar la salud del medio ambiente.
Si hablamos de residuos urbanos, España se encuentra muy a la cola: solo se reciclan el 33,9% de los residuos, según Ecoembes. Esta cifra dista mucho del 55% que exige la UE para 2025 y de la media europea.
Y puestos a reciclar pensemos también en nuevos usos para las mascarillas y los guantes, no convirtamos la pandemia en un retroceso en la lucha contra los plásticos de un solo uso ni en una nueva huella que colonice como los microplásticos las altas cumbres del Himalaya.