Esta semana la guerra se ha recrudecido. Las bajas aumentan y los medios siguen siendo escasos. Pero el trabajo en primera línea de fuego continúa sin cuartel para hacer frente al virus. No te pierdas nuestro especial informativo sobre las claves de la contienda
Las cifras no dejan de crecer. No conseguimos frenar la curva. La batalla continúa. También seguimos contando días de confinamiento y, al menos hasta el 11 de abril muchos seguirán viendo pasar la vida desde sus ventanas. El virus se ceba con nuestros mayores, pero no respeta edad ni condición.
El número de fallecidos ya se acerca a cinco mil y la letalidad arroja una tasa del 7%. Un número que aterra y que no se explica cuando en el resto del mundo el COVID-19 mata al 1% de los contagiados. Se habla del envejecimiento poblacional y de la localización de focos de contagio en residencias de ancianos, pero como muchos científicos apuntan, la razón puede que sea el no haber sido capaces de realizar suficientes test de diagnóstico que nos avisarían de que los alcanzados por el coronavirus supera el medio millón de ciudadanos en nuestro país, aunque solo hay detectados 64.000.
También tenemos el terrible récord de sanitarios contagiados. Un 14% de nuestras tropas está infectada y se ha retirado del frente. 9.450 médicos, enfermeras, celadores, limpiadores que tanta falta hacen en primera línea.


Y se han contagiado porque combaten sin armas, sin mascarillas, ni equipos de protección individual, ni batas, ni respiradores; se pertrechan con bolsas de basura, gafas de buceo, de soldar, mascarillas caseras de algodón…. En fin algo insólito en la que hasta hace pocos meses pensábamos que éramos la mejor sanidad del mundo.
Y desde luego en recursos humanos la tenemos. Lástima que la gestión no sea capaz de estar a la altura y haya tenido que acudir la solidaridad y la colaboración de empresas e instituciones privadas para aliviar a ese sistema sanitario desbordado.
Pero la vida no deja de ser un circo, y nos lo demuestran cada día los políticos. Ya saben lo que dice el refrán, unos por otros la casa sin barrer. Ni mando único, ni comunidades autónomas han sido capaces de lidiar con el mercado chino para proveer a los sanitarios y cuerpos y fuerzas de seguridad del estado de ese material esencial que preserve la fortaleza de la primera línea.
Algo incalificable tras ver los aviones cargados de material que una empresa privada, Inditex, logro hacer llegar en pocos días.


Y para payasadas y absurdos, que da pudor hasta contar, esa partida de 9.000 o 50.000, o los que sean, de test de diagnóstico que tanto nos prometían y que ahora resulta que no son válidos.
Tiempo nos pidió el presidente del Gobierno. Pero Sánchez, rodeado de coronavirus y solo en su escaño con unos socios desleales que se abstienen y una oposición que le da otros quince días de Estado de Alarma, pero que le advierte de que cuando todo esto pase habrá que responder de la diligencia en la gestión y de las responsabilidades políticas y quién sabe si penales de la gestión de esta pandemia.
Porque es entendible que una pandemia global no es culpa de nadie, pero gestionarla convenientemente y garantizar la asistencia sanitaria a sus ciudadanos es un mandato constitucional.
Ineficacia, negligencia, falta de transparencia, torpeza, ….. no hay calificativos que poner a algo que no ha evitado una sola de esas 4.800 víctimas, victimas que se fueron solos, aislados de sus familias, sin derecho a despedirse, sin un entierro digno y, lo que es peor, sin una sola explicación.
Pero en las guerras también surgen sonrisas, momentos para liberar la tensión, quizá las que vimos en el congreso durante el pleno que validó la anulación del despido por baja medica reiterada, o el Plan Planas para los agricultores y el paquete de medidas económicas para contener la sangría que deja esta epidemia en el tejido industrial del país.


Sonrisas sinceras que cada tarde arrancan a ritmo de palmas desde los balcones a los sanitarios que salen a vocear resistiré para levantar la moral de victoria que dicen los militares que acompañan y convencerse a si mismos de que efectivamente la mejor vacuna es quedarse en casa mientras ellos luchan por los nuestros
Y mientras la vida humana se va abriendo paso en su lucha contra el coronavirus el planeta sigue girando, gira más limpio, con menos emisiones de CO2 y nitrógeno en la atmósfera, con la capa de ozono reducida al tamaño de los años 60, con la biodiversidad recuperando espacios, osos buscando comida en Cantabria, familias de patos circulando por las calles saltándose el confinamiento, los delfines que vuelven a recorrer los canales de Venecia… acontecimientos con los que la naturaleza nos recuerda que quizá nosotros, los humanos, somos la verdadera plaga y no el COVID-19.
Pero la naturaleza es generosa y nos ayuda a mantenernos en casa y anima a Madrid y a los madrileños regalándoles nieve en primavera para que el confinamiento nos sea más leve.


Y para devolverle ese regalo a la naturaleza este sábado 28 de marzo les invitamos a sumarse a la Hora del Planeta, que nos convoca como todos los años a un apagón como señal simbólica para decir basta a la destrucción de los bosques, agua, aire, flora, fauna, y otros recursos necesarios para la vida.
Será a las 20:30 justo después del merecido reconocimiento a los que combaten en primera línea contra el enemigo, un enemigo que nos lleva ventaja porque nuestros soldados luchan sin armas y, a pesar de la enorme solidaridad y colaboración de todas las entidades privadas e individuales volcados con nuestra tropa, aún no hemos podido frenar su territorio conquistado.
En la retaguardia, ustedes que nos leen también pelean contra el COVID19, quedándose en casa, haciéndonos más amena la cuarentena con su humor y su creatividad, con su paciencia y su disciplina, con su arte y su saber estar, …y piensen que este año el cambio de hora nos acerca al verano, ese verano que ya imaginamos libres y abrazados y sanos y vencedores
Porque venceremos, porque cuando falla la aptitud es la actitud la que compensa y de actitud en España vamos sobrados.