A pesar de la pandemia que nos amenaza con resurgir, aún existen personas dispuestas a poner en riesgo la salud de las personas en favor de su propia felicidad. Por ello, más que nunca, debemos concienciarnos de que debemos remar en una misma dirección para alcanzar ese futuro con el que tanto ansiamos
España amanece una semana más envuelta bajo la atenta mirada del coronavirus, que airea la amenaza de una segunda oleada tras los rebrotes producidos en diversas comunidades autónomas.
En concreto, ya se han detectado 73 focos activos con una media de 250 nuevos casos confirmados por día. Estas cifras no tienen precedentes y hace falta retroceder hasta abril y mayo para observar unas similares, ejemplo de que lo que está ocurriendo en estos momentos en nuestro país es bastante preocupante.
Para evitar un peligro mayor, algunos se han comenzado a plantear la vuelta a un segundo confinamiento, que podría acarrear consecuencias dramáticas, como las vividas en Segriá, y en muchos casos económicamente irreversibles.La falta de previsión está siendo la nota dominante. Para más inri, la provincia de Lleida, donde se encuentra Segriá, tiene déficit de sanitarios y ya se ha hecho un llamamiento a voluntarios del resto de la comunidad autónoma. Y ya se sabe que cuando aflora el voluntarismo es que previamente algo no se hecho bien.
Nadie quiere hacerse responsable de la propagación del virus, pero los errores cometidos empiezan a pesar y mucho en las mentes al cargo de la pandemia.
Y mientras este panorama aflora en estos momentos en nuestro país, hay personas que prefieren mantenerse al margen de la realidad y continuar con sus gestas ideológicas sin sentido, ajenas a que las posibles consecuencias de sus actos pueden repercutir negativamente en el bienestar de las personas.
De lo que hablamos es del caso de la gestión de agua en Alcázar de San Juan, donde parece ser que los beneficios de la gestión mixta que ha reinado en el municipio desde 2014 no han llenado los corazones de algunos que han impulsado la destrucción de este modelo en favor de su propia felicidad.
Ahora los vecinos se enfrentan al desastre de convivir de nuevo con una gestión deficiente de un derecho humano y, por qué no, a la deuda de ocho millones que necesita el ayuntamiento para completar el proceso de liquidación de la empresa mixta, justo cuando atravesemos un periodo de incertidumbre económica.
El pan para hoy de unos pocos que, en realidad, será el hambre de mañana para ellos y para las más de 30.000 personas que se beneficiaban de este servicio.
Pero, de igual modo que nos referimos al caso de Alcázar de San Juan, podríamos referirnos al inicio de la guerra del agua entre Aragón y Cantabria, donde el primero está decidido a no ceder ni una gota de agua al segundo a pesar de la enorme necesidad.
«Para Gema Igual, alcaldesa popular de Santander, el ‘no’ de Aragón al trasvase es una decisión “insolidaria” e “injusta”»
Y es que, según argumenta Aragón, jamás se ha negado en dar agua a su autonomía vecina, pero una cosa es un hecho puntual y otra es suministrar agua de forma permanente, tal y como ha propuesto el Gobierno central. Y como ambas comunidades se encuentran en cuencas distintas, Aragón se escuda en todo momento bajo ese paraguas para evitar el trasvase.
Sin duda, una acción insolidaria e injusta. No solo porque el tercer mayor pantano del Ebro está junto a la localidad cántabra de Reinosa y el propio Gobierno cántabro cedió terrenos para que se construyera, sino porque estamos hablando de un derecho humano que debe ser compartido entre algo más que comunidades autónomas distintas. Estamos hablando de hermanos de una misma nación.
Menos mal que aún quedan personas, o más bien entidades, que piensan en el bien común y en la reconstrucción de país, como la Cámara de Concesionarios de Infraestructuras, Equipamientos y Servicios Públicos, que ha propuesto un plan de inversiones basadas en concesiones.
Se trata de una inversión privada directa de 301.839 millones en 19 años que no compromete las finanzas públicas ni los principios de estabilidad presupuestaria y que promete cuantiosos beneficios. Tan solo piden una cosa: que la seguridad jurídica de esas concesiones alrededor de las que plantean las inversiones esté plenamente garantizada ante cualquier vaivén político, algo que, con los tiempos que corren, no está muy asegurado.
No obstante, este caso pone de relieve una máxima: que hay mejor disposición de las empresas para aportar los recursos tecnológicos y financieros necesarios para remar en una misma dirección de lo que se piensa, y eso es, sin atisbo de duda, una bofetada de realidad para aquellos que piensan totalmente lo contrario.
Porque, al final se trata de eso: de poner empeño. Un empeño que se ha visto reflejado en el plan de choque del Gobierno con el que pretende elevar el I+D nacional al lugar que le corresponde a través de inversiones con valor de 1.000 millones de euros.
“España no puede seguir volviendo la espalda a la ciencia, debe apostar con contundencia por la ciencia»
En este sentido, Pedro Sánchez recuerda que la ciencia es nuestra mejor aliada para prevenir futuras pandemias y que eso es excusa más que necesaria para llevar a cabo este ambicioso plan.
Gracias a ella avanzamos hacia el progreso y conocemos datos tan reveladores como que apenas se recicla un 17% de toda la basura electrónica que producimos y que no ha parado de crecer durante los últimos años.
En España, este tipo de residuo se ha duplicado en un abrir y cerrar de ojos y ahora nos vemos obligados a recoger una cantidad equivalente de 10 kilos por persona de basura electrónica para alcanzar los objetivos de sostenibilidad que marca la norma. En contraste, producimos cerca de cinco kilos más de lo que le corresponde a cada persona en el mundo.
Gracias a la ciencia también se ha empezado a levantar la idea de la necesidad de un sistema One Health que nos permita unificar el sistema de salud humano, animal y ambiental en uno solo que nos permita ser más eficientes en materia de prevención. Porque lo que le pasa a la naturaleza, también nos afecta a nosotros.
Y, en definitiva, gracias a ella estamos caminando por la senda del progreso que culminará con ese futuro sostenible con el que tanto ansiamos. De todos modos, nunca debemos olvidar que nuestro futuro será verde o no será, pero para ello debemos concienciarnos todos y remar en una misma dirección porque las guerras, sea cual sea la causa, son cosa del pasado.
