El Gobierno ya ha detallado cómo será la «nueva normalidad» tras el coronavirus, en una semana en la que el foco vuelve a estar en la reconstrucción económica y la necesidad de acelerar la transición ecológica mientras vigilamos que no haya rebrotes
Tras unos meses de lucha sin cuartel contra el coronavirus, la nueva normalidad parece más cerca que nunca en España. El estado de alarma se acabará oficialmente el 21 de junio, pero ya hay muchas comunidades en fase 3 o a punto de estarlo. Ahora llega otra etapa no menos difícil que la anterior: la reconstrucción económica tras la crisis mientras vigilamos que no haya rebrotes.
Para ello, el sector del agua va a ser imprescindible. Las aguas residuales confirman que el coronavirus ya estaba en España en enero, un dato fruto de la colaboración entre empresas, CSIC y administración pública que permitirá poner en marcha un sistema para detección temprana de rastros de coronavirus en aguas fecales. Esto ayudará a detectar con antelación posibles rebrotes de la pandemia.
En lo que respecta a la salida de la crisis económica, por el momento, sociedad civil, políticos y empresas han hecho varias llamadas a que esa reconstrucción sirva también para luchar contra el calentamiento global. Hace falta transformar cómo producimos y consumimos si no queremos que la crisis climática no nos pille tan desprevenidos como la pandemia. Y es necesario hacerlo unidos.
Sin embargo, por ahora no hay rastro de medidas ambientales en la realidad inmediatamente posterior a la pandemia, al menos según lo que ha avanzado el Gobierno mediante real decreto. Una falta de previsión que podría tener consecuencias perversas, como han podido comprobar en China: allí, la relajación de las medidas para combatir el virus ha provocado que los niveles de contaminación sean incluso superiores a los de un año antes.
Lo que está claro es que una reconstrucción sostenible es más necesaria que nunca. Esta semana arrancaba con la celebración del Día Mundial de los Océanos, una efeméride que nos recuerda la devastación que han sufrido estos ecosistemas por culpa de la acción humana.
Las temperaturas oceánicas no han parado de aumentar, cientos de sus especies han desaparecido y sus aguas han quedado contaminadas por la basura que arrojamos. Proteger el océano es proteger al ser humano: estamos en un decenio clave para salvaguardar el futuro de nuestro planeta y si no actuamos, será demasiado tarde.
La propia Tierra no deja de mandarnos señales. Una ola de calor sin precedentes en Siberia ha provocado que el pasado mes de mayo fuera el más cálido de la historia. Al mismo tiempo, las concentraciones de CO2 en la atmósfera han alcanzado su mayor cota mensual de siempre con 417,1 partes por millón. Mal asunto si, incluso con medio mundo paralizado, hemos sido incapaces de reducir de verdad los gases de efecto invernadero que comprometen nuestro futuro.
Por lo menos, en España esta semana se ha vuelto a dar un paso importante hacia la transición ecológica. El Gobierno ha aprobado por fin el régimen del comercio de derechos de CO2. Esto significa abrir la puerta a la compra-venta de derechos emisión, algo imprescindible si se quiere cumplir con los objetivos del Acuerdo de París.
A nivel mundial, también hay tendencias esperanzadoras. La Agencia Internacional de la Energía señala en su último informe que la inversión en este sector descenderá este año un 20% debido al coronavirus, una situación que están aprovechando los inversores para alejarse del carbón y el petróleo.
Este bache energético se puede aprovechar para impulsar la transición a fuentes energéticas más limpias. Se necesitan normas claras y gobiernos dispuestos a tejer alianzas con los agentes del mercado.
Es cierto que, como todas las semanas, hay algunas historias que nos sacan del círculo de preocupación por la salud y la economía de los últimos meses. El cocodrilo fantasma del Pisuerga es un buen ejemplo: durante días, media España seguía en vilo las acciones de la Guardia Civil para encontrar al imponente animal en la meseta castellana. Sin éxito: o el reptil es un maestro del disfraz o en realidad no existía tal cocodrilo y estaríamos hablando de una alucinación colectiva.
Pero, en cualquier caso, la realidad es apremiante. Hacen falta alianzas y consensos para reconstruir el país, y un Gobierno que apoye a las empresas para mantener un tejido productivo nacional y fuerte. Si no, los meses de “nueva normalidad” que nos quedan por delante se van a hacer muy largos y cuesta arriba.
