Repasamos con nuestro Informe Semanal lo más destacado de la actualidad en una semana en la que una ola de calor con temperaturas de hasta 47 grados y pocos precedentes está achicharrando el Mediterráneo oriental y alimentando los incendios sin control en Grecia y Turquía
El fuego está arrasando el Mediterráneo oriental. La intensa ola de calor que vive el sureste de Europa ha provocado que nazcan cientos de incendios en Grecia y Turquía. En el país heleno, los focos avistados cerca de la capital han obligado a desalojar las poblaciones inmediatas, aunque no se han registrado victimas mortales, mientras que en sus vecinos otomanos sufre unos incendios que nos dan tregua en una temporada que muchos han clasificado como la peor en décadas. De acuerdo con el Servicio Europeo de Información sobre Incendios Forestales, a principios de este mes ya se habían calcinado en este país considerado puente entre Europa y Asia 136.000 hectáreas, tres veces el área quemada en promedio en todo un año.
Las altas temperaturas excepcionales, con registros de 47,1 grados en el norte de Grecia, son las grandes responsables de esta catástrofe ambiental. De hecho, aunque la situación es especialmente grave en los dos países citados, los incendios forestales se han extendido también a otros países de la zona como Italia, Albania, Macedonia del Norte, Egipto o Líbano. Una consecuencia directa del cambio climático, que está empujando las temperaturas a límites insospechados en muchos de estos países de las riberas norte y sur del Mediterráneo oriental.
En Grecia,el avance de las llamas es tal que este mismo viernes han tenido que ser evacuados alrededor de 2.000 refugiados que viven en el campo de Malakasa, situado a unos 40 kilómetros de Atenas. Según informó hoy el director de ese centro, Jaralambos Jristú, todos los residentes han sido trasladados de forma segura a otro campo a unos 70 kilómetros al norte de la capital griega. El campo está habitado en su gran mayoría por migrantes de origen afgano (92,2 %), que viven en centenares de contenedores, y el 38 % de los residentes son menores.


Por otro lado, esta semana también se ha producido una nueva señal de que la economía circular del agua puede jugar un papel clave en el futuro de la agricultura española. La Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore) considera que el uso de agua regenerada y desalada ofrece una garantía de suministro muy superior a la de las fuentes convencionales, y apuntan que esta reutilización debe atender a factores relacionados con la calidad, los costes, las cotas y las concesiones.
En concreto, Fenacore sostiene que cubrir las necesidades crecientes de alimentos requiere un incremento del agua disponible para riego. Y frente a la escasez, que se agrava en periodos de sequía, resulta imprescindible buscar recursos alternativos y complementarios a los convencionales. Máxime, teniendo en cuenta que la población se incrementará en más de 2.000 millones de habitantes en los próximos 30 años, que hoy en día más de 800 millones de personas en el mundo sufren desnutrición y que la presión sobre los recursos naturales es creciente.


Sin movernos de las noticias acuáticas pero cambiando de país, es necesario hablar también de la terrible situación hídrica de Libia. Unicef ha advertido esta semana de que millones de personas en este país norafricano, entre ellos cientos de miles de niños en situación vulnerable, corren el riesgo de perder el suministro de agua como consecuencia de los continuos ataques a las instalaciones críticas del país.
Y es que, casi siete años después del comienzo de la guerra civil en Libia, el agua potable parece estarse convirtiendo en una de las víctimas más importantes de un conflicto que parece no tener fin. Este país del norte de África, inmerso en una lucha fracticida desde que los grupos que propiciaron la caída de Muamar el Gadafi comenzaron a enfrentarse por el control gubernamental y militar en 2014, es actualmente el vigésimo con mayor estrés hídrico del mundo, un problema estructural que sin embargo palidece en comparación con el gran reto coyuntural que enfrenta el suministro de agua libio: el vandalismo de las infraestructuras de abastecimiento de agua.


Aunque por motivos totalmente distintos, otro país con importante problemas de agua es Chile. El país de la América austral está cada vez más cerca de la emergencia climática: la megasequía, que afecta al 76% del territorio, se ha agravado este invierno con temperaturas máximas para estas fechas y un déficit de precipitaciones del 86% a lo largo de los meses junio y julio. La ola de calor registrada en varias regiones del centro del país se extiende hasta los primeros días de agosto y algunos meteorólogos apuntan que podría llegar hasta los 30 grados centígrados esta semana, muy lejos de los 19,3 grados de máxima en promedio del invierno, según datos oficiales.
En paralelo, en lo que va de invierno austral se ha producido un déficit de lluvias en el país del 86% entre junio y julio, este último con una marca de 0,6 mm de precipitaciones, cuando el rango normal es de 76 mm. Chile atraviesa, desde hace una década, la peor sequía de la que se tiene registro y la disponibilidad hídrica ha disminuido de manera paulatina y sostenida especialmente en la zona centro y norte del país. En la capital, la caída de lluvias llega hasta el 40% en promedio.


Sin embargo, el cambio climático no solo está provocando sequías, altas temperaturas e incendios: también puede significar un exceso de agua en forma de inundaciones que pueden ahogar poblaciones enteras. Bangladesh, Alemania o China son algunos de los ejemplos más cercanos que confirman los datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que señalan al agua, a través de las inundaciones, como protagonista de los eventos más devastadores de los últimos 50 años.
Las inundaciones, en este sentido, fueron artífices de la muerte de más 58.000 personas desde la década de los 70 y causaron pérdidas cifradas en más de 100.000 de dólares. Incluso, otras entidades, como la Munich RE estiman las pérdidas por encima del billón de dólares desde 1980. Además, si bien los datos son pesimistas, las proyecciones futuras son aún peores porque apuntan hacia un mundo en el que 25 nuevos países, sobre todo de África y Asia, se sumarán a las ya afectadas para el 2030.
Utilizando la base de datos Aqueduct del Instituto de Recursos Mundiales (WRI), los autores del artículo de Nature revelaron que hasta 758 millones de personas en un periodo de retorno de 100 años podrán estar expuestas a las inundaciones para el 2030, añadidas las 179,2 derivadas de cambios demográficos y cambio climático, siempre tomando como referencia un escenario de altas emisiones.


¡Buen fin de semana a todos!
