Los ciudadanos sumergidos en la crisis del coronavirus empiezan a ver la luz al final del túnel gracias a una curva de contagios que comienza a aplanarse en Italia y España. Pero es el momento también de que los políticos, españoles y europeos, se pongan las pilas y dejen las rencillas de lado para poder reconstruir nuestras vidas
Una semana más, la lucha mundial contra el coronavirus copa toda la actualidad. Aunque por fin parece que empezamos a ver la luz al final del túnel de esta larga cuarentena que nos ha tocado vivir. La curva de contagiados y muertos en Italia y España, los primeros países europeos en sufrir el impacto de la pandemia, empieza a remitir, aunque aún es muy pronto para celebrar nada. Y la Unión Europea, tras muchas discusiones, parece haber logrado por fin un acuerdo de mínimos para ayudar a los países más afectados.
A pesar de algunas buenas noticias, la guerra contra el COVID-19 no se detiene y la ansiada tregua parece lejana. España ha superado la terrible barrera de los 15.000 muertos y cuenta ya con más de 150.000 contagiados. Y lo que es peor: esas cifras podrían no reflejar fielmente el oscuro panorama al que nos enfrentamos. La saturación de los servicios funerarios y las cifras de licencias de enterramiento reportadas por los registros civiles indican que es posible que las víctimas de esta batalla sean muchas más de las que parecen.
A nivel político, el Congreso aprobó el jueves la prórroga del Estado de Alarma. Estaremos, al menos, hasta el 26 de abril confinados. Pero ni los más optimistas creen que ese día acabará este largo encierro. Hasta Pedro Sánchez reconoce que habrá más prórrogas: por lo menos hasta mayo. Entre medias, la unidad política española se está rompiendo. Aunque la oposición apoyó los decretos de emergencia del Gobierno, la posibilidad de lograr un gran pacto de “reconstrucción social y económica”, tan necesario para salir de la crisis, parece cada vez más lejana. El Partido Popular avisa de que, antes de pensar en grandes pactos, habrá que depurar responsabilidades y señala otra vez los graves errores que ha ido cometiendo este Gobierno en la gestión de la crisis.
Pero los políticos necesitan ponerse las pilas: para reconstruir el país harán falta unos presupuestos de consenso, con propuestas valientes y realistas al mismo tiempo. El necesario ejemplo de solidaridad lo vuelven a dar los trabajadores de todos los servicios esenciales que, con su sacrificio y su valentía, están demostrando que no podemos detenernos y nos marcan el camino a seguir. Los médicos, los agricultores, los ganaderos, los trabajadores del agua y la energía, los servicios de limpieza… Están dejando claro que, si remamos todos juntos en la misma dirección, haciendo cada uno lo que sepa hacer mejor, se pueden lograr resultados.
Para conseguirlo, Europa es también más necesaria que nunca. Pero por ahora, sigue arrastrando los pies. El jueves por la noche se logró un acuerdo in extremis que desbloquea medio billón de euros en ayudas a los países más afectados. Aún así, la sensación es que la Unión Europea está cada vez más dividida y que apenas quedan combatientes valientes en Bruselas. El corto alcance de las medidas aprobadas y la negativa rotunda de Holanda y Alemania a los famosos coronabonos muestra la enorme brecha entre norte y sur que impide la solidaridad y pone en riesgo el proyecto común.
A pesar de esto, cada aplauso de las 8 nos recuerda que esta crisis también ha hecho salir lo mejor de muchos de nosotros. El sacrificio de los sanitarios, la enorme disposición ciudadana a arrimar el hombro en esta guerra quedándose en casa o la colaboración indispensable de miles de empresas muestran el camino a seguir a políticos nacionales y europeos que parecen ser incapaces de ver más allá de sus miserias. No es tiempo de juegos políticos de salón, si no de liderazgos honestos. Es la hora de los valientes, no de los oportunistas.
