La responsabilidad hacia un futuro sostenible - EL ÁGORA DIARIO

La responsabilidad hacia un futuro sostenible

España se adentra al mes de junio en un contexto en el que el coronavirus no es la única de sus amenazas, sino también la escasez de agua propiciada por el continuo azote del cambio climático. Nuestra salvación pasa por una apuesta verde y sostenible, que eleve al agua a la categoría que merece como vertebradora de los ODS


España da la bienvenida a julio en medio de intensas celebraciones deportivas, playas abarrotadas y multitudinarias fiestas. Un panorama que más bien nos recuerda a nuestras anteriores vidas por estas fechas, pero que, sin embargo, no son sino el reflejo de nuestra enorme irresponsabilidad frente al coronavirus.

Lejos de desaparecer, el virus ha vuelto a despertar en nuestro país contagiando a más de 1.100 personas repartidas en 14 Comunidades Autónomas. Sin duda, unos datos nada esperanzadores para el futuro de España, que necesita desesperadamente curarse de esta enfermedad para reactivar su economía.

El turismo en este aspecto se presenta como una pieza fundamental ya que es el sector que más riqueza aporta al país. Sin embargo, esta actividad todavía no ha terminado de encajar en la nueva normalidad en la que estamos sumidos. Prueba de ello son las calles de los grandes núcleos turísticos de nuestro país, irreconocibles por la ausencia de gente, como el paseo marítimo o la Sagrada Familia en Barcelona.

«Tal vez el camino más sensato radique por un pacto entre las instituciones y las empresas para que potencien los servicios disponibles en favor de la salud de las personas»

La magnitud y complejidad de esta crisis y de sus consecuencias son motivo de especulación y debate por encontrar la mejor solución que revierta la situación. De entre todos los caminos que podemos elegir, tal vez el más sensato radique por una apuesta coherente entre las instituciones y las empresas para potenciar los servicios disponibles en favor de la salud de las personas y así crear nuestro propio sello seguridad turística.

Como siempre, el agua, concretamente la residual, serviría de enlace entre ambos al presentarse como una pieza clave para establecer mecanismos de alerta temprana que permitan anticipar las decisiones sanitarias pertinentes tan pronto como se detecte un incremento de la actividad viral en cualquier zona de España.

De hecho, con los frutos obtenidos gracias al estudio restrospectivo de las aguas residuales de Barcelona, es cuestión de tiempo que la novedosa red nacional de seguimiento para localizar la presencia del coronavirus en nuestro país sirva como el escudo que nos defienda de futuros brotes, así como de impulsor para que otras regiones del mundo, como la iberoamericana, nos tomen de ejemplo.

Del mismo modo, es necesario recordar la demanda de los ayuntamientos, que claman desesperadamente por su mayoría de edad financiera que les permita hacer uso de casi 18.000 millones ahorrados de ejercicios anteriores, y así hacer frente al estrés económico causado por el coronavirus.

La COVID-19 también ha estado muy presente esta semana en nuestro continente, concretamente en el inicio de la nueva presidencia de la Unión Europea que ahora asume Alemania.

Y es que parece evidente que la crisis desatada por este virus estará constantemente bajo la atenta mirada de los dirigentes europeos, afanados en demostrar que esta pandemia, además de un revés, es una perfecta oportunidad para demostrar que podemos salir reforzados y, por qué no, más verdes que nunca.

Porque, queramos o no, el futuro será verde o no será. Enmanuel Macron, presidente de Francia, ha sido testigo del inevitable giro hacia ese nuevo camino sostenible tras el varapalo que ha sufrido en las municipales del pasado domingo y que le ha obligado a abrazar las demandas de los ecologistas.

De todos modos, ¿Qué nos quedaría si no apostamos por la senda de la sostenibilidad? La Agencia Europea del Medio Ambiente ha ofrecido la que, tal vez, sea la respuesta más contundente y más precisa: nada.

El motivo para ser tan tajante reside en una reciente reevaluación de los recursos hídricos de Europa, en la que ha destacado que nuestro continente se está encaminado hacia el abismo de su propia destrucción como respuesta a años de insostenibilidad en nuestras acciones.

océanos
El declive de los océanos puede matar a millones de especies marinas

Sería difícil establecer quién es el más perjudicado en todo este entramado. Obviamente, en primer lugar, estaríamos nosotros, que hemos olvidado que tanto nuestro bienestar como el de la propia economía que mueve el mundo están supeditados al mantenimiento de la integridad y resiliencia de los ecosistemas.

Sin embargo, la Agencia Europea señala a los mares y océanos que, a pesar del enorme beneficio que nos aportan, no han tenido ni un segundo de descanso y ahora se encuentran al borde del colapso.

Europa, en vista del destino que los aguardan, trató de protegerlos, pero sin éxito. De hecho, es poco probable que los Estados miembros de la UE no alcancen este año, en todas sus aguas, el «buen estado medioambiental», objetivo de la Directiva marco sobre la estrategia marina de la UE.

Pero sería injusto hablar solo de mares y océanos. También se debe revindicar la situación de los ríos y acuíferos de Europa que, tras haber sido explotados brutalmente, están bajo mínimos. El estrés hídrico que sufrimos los europeos es muy notable y lo peor está por venir porque todo esto ocurre ahora, cuando el cambio climático aún no ha desatado todo su poder.

«El agua antes tenía un rendimiento mayor que ahora, algo que se observa en la producción agrícola, sobre todo»

En este sentido nos sentimos en la obligación de destacar a nuestro país, España, uno de los países más vulnerables frente al cambio climático y uno de los que han podido presenciar dentro de sus fronteras su terrible potencial.

La Agencia Estatal de Meteorlogía así lo ha manifestado en su primer informe de evaluación del clima, en el que han señalado que España ya sobrepasado la barrera de 1,5 grados establecida en el Acuerdo de París. Y es que nuestro país no ha parado de aumentar su temperatura desde mediados del siglo XX, momento en el que pasamos de un incremento de 0,1 grados por década a 0,6 grados.

Este pequeño horno en el que nos hemos convertido ha aumentado nuestra demanda evaporativa de nuestro país y nos ha conducido en apenas 50 años a una situación muy delicada, sobre todo, si hablamos de agua. Como dice la Aemet, el agua antes tenía mucho más rendimiento que ahora y, si para producir lo mismo necesitamos más agua en un entorno donde apenas hay, se siembra el perfecto campo de cultivo para que germine una próxima crisis.

Una crisis que se está viendo reflejada en los trasvases españoles, concretamente en el del Tajo-Segura, una de las obras hidráulicas de ingeniería civil más importantes de España, que deberá reducir sus aportaciones a la región levantina debido a la reducción de precipitaciones y el descenso de aportes a los embalses de cabecera.

Sin olvidarnos tampoco de la situación que vive Aragón y Cantabria, donde el primero le niega un derecho humano a los ciudadanos cántabros por una cuestión de retórica patrimonialista que pone de relieve la falta de criterio de algunos mal llamados defensores del agua.

¿Y qué solución nos queda para revertir este futuro poco halagüeño que nos aguarda? Muy simple: ambición, ambición y más ambición, sobre todo, en materia hídrica. Porque no debemos olvidar que el agua ejerce un papel fundamental en el desarrollo sostenible.

De hecho, muchas de las metas de la ONU relacionadas con la salud, la igualdad, la prosperidad económica, la lucha contra el cambio climático o la preservación de la biodiversidad no se podrían alcanzar sin una correcta gestión gobernanza de los recursos hídricos.

Y hablar de gestión sostenible en el agua es hablar necesariamente de las biofactorias, esas infraestructuras del ciclo urbano que son capaces no solo de devolver al agua su calidad original, sino también de originar recursos con un alto valor ambiental muy necesarios para el mantenimiento de sectores como la agricultura. Por no hablar tampoco de que se abastecen de energía generadas por ellas mismas en el proceso de tratamiento. Sin duda, el perfecto ejemplo de circularidad.

Pero la ambición no solo se debe aplicar en la gestión del agua, sino también en la mitigación en los gases de efecto invernadero, que han alcanzado en nuestro planeta unos niveles que no se veían desde hace millones de años.

«La contaminación plástica será el otro gran desafío tras la crisis climática»

En este apartado, España ha advertido que la era del carbón está llegando a su fin en nuestro país, y para demostrarlo, ha anunciado el cierre para finales de julio de siete centrales térmicas que emplean carbón para su funcionamiento. Un cierre que camina en sintonía con la petición de la Comisión Europea de redoblar nuestros esfuerzos para reducir la emisión de gases contaminantes.

Para acabar, tampoco nos debemos olvidar del Día Internacional sin bolsas de plástico, una jornada que pone de reliévela importancia de acabar con una contaminación plástica que, lejos de retroceder, ha aumentado por culpa del coronavirus y de la irresponsabilidad de muchas personas que han comenzado a desechar mascarillas y guantes sin conciencia ambiental.

Para ellos, solo decir que el coronavirus es el problema las grandes portadas, pero que es solo la punta del iceberg de lo que nos deparará la crisis climática y ambiental si no actuamos con responsabilidad y empatía en el presente.



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