España sale de la fase cero de desconfinamiento después de siete semanas, aún quedarán provincias como Madrid rezagadas por precaución, pero el resto inician la desescalada económica hacia una realidad más digital, más distante, más innovadora y tecnológica y, sobretodo, mucho más higiénica
Siete semanas ya. Casi cincuenta días confinados con nuevas rutinas amenizadas de buena vecindad, moral de victoria y aplausos que han hecho que las ganas de salir a vivir diluyan el miedo al virus.
Y con menos mascarillas de las deseables, enmascarilllados que decía algún pequeño para que el virus no nos reconozca, nos hemos lanzado los españoles de todas las edades a tomar las calles, las plazas, los parques y jardines, el campo, a correr a jugar o a pasear y a reconciliarnos con esa luz solar que tanta falta nos ha hecho a todos durante la cincuentena.
Dicen que la naturaleza es sabia y algo debía de saber acerca del confinamiento porque sin que nos hayamos dado cuenta el mes de abril ha quedado registrado como el sexto abril más cálido de este siglo, en gran parte motivado por ser el tercer abril con una temperatura mínima media más alta, para ahorrar en calefacción.
Además, ha sido el segundo abril menos soleado desde 1983, por si alguno tenía tentaciones de salir de casa durante la cuarentena del 15 de marzo al 23 de abril, España ha sido el país europeo con menos horas de sol y el séptimo abril más húmedo de este siglo.
En las salidas restringidas de las que hemos podido disfrutar estos días el sol y un aumento anómalo de las temperaturas han invitado a un cierto relajo que, como ya anuncian los expertos, esos expertos indeterminados que deciden lo mejor para protegernos de la COVID, nos acerca a una segunda incluso a una tercera ola de contagios en España, algo que también la naturaleza ha comprendido y quizá por ello en las próximas semanas volverá el frío, la lluvia y el tiempo inestable.
Preludio quizá de la que se nos viene encima, una enorme tormenta de paro, caída del Producto Interior Bruto, recorte de salarios, subida de impuestos, contracción de la demanda, desplome del turismo, de la industria, rescate europeo, planes de reconstrucción……
Pero ya se acaba el tiempo del confinamiento y España calienta motores para iniciar, una vez colocados y cerciorados de que todos los mecanismos de seguridad están preparados, a vuelta a la actividad laboral.
Una actividad incierta, no solo por el temor a esos rebrotes sino porque a estas alturas de pandemia ya se palpa la percepción de que hay que ir eligiendo entre salud y economía, porque hay quién teme más al hambre y la miseria y que a la enfermedad.
La política no ayuda a generar calma
La confrontación ideológica, parlamentaria y hasta electoralista restan honestidad, eficacia, credibilidad, confianza en aquellos que elegimos para decidir nuestro destino.
El confinamiento ha funcionado y ha logrado contener después de siete semanas el desbordamiento del sistema de salud que ahora, con un mejor conocimiento del manejo de la enfermedad se prepara para afrontar esas nuevas oleadas que están por venir y eso a pesar de que el 22% de los contagios son de sanitarios.
Pero ha costado muchas vidas, 26.300 personas la han perdido por esta tremenda enfermedad, y muchos empleos, y muchos más ingresos y mucha vergüenza de los que esperamos un liderazgo que nos sepa guiar y ponernos a salvo de esta pandemia pensando en el bien común y no en cómo ganar, a costa del otro, votos para las próximas elecciones.
Bruselas relanza su recuperación verde
Y en medio de la tormenta, la Comisión Europea sigue trabajando y ha aprobado todas las solicitudes de ayuda realizadas por dieciocho Estados miembros para la preparación de sus planes territoriales de transición justa, que cada Estado miembro deberá elaborar para tener acceso a la financiación del Mecanismo para una Transición Justa.
Cabe recordar que el Mecanismo para una Transición Justa forma parte del Plan de Inversiones del Pacto Verde Europeo y que movilizará al menos 100.000 millones de euros para proporcionar un apoyo adicional y específico a las regiones más afectadas por la transición hacia una economía climáticamente neutra y que tienen menos capacidad para hacer frente a sus desafíos.
La aprobación tiene lugar después de una convocatoria específica, puesta en marcha por la Comisión a finales de febrero de 2020 en el marco del programa de apoyo a las reformas estructurales.
Cambio de fase
Volviendo a la desescalada ya es más que evidente que no será igual para todos y que Madrid, por mucho pecho que pueda sacar, tardará más en llegar a la fase 1. Porque primero está la salud y la cantidad de virus circulante no parece recomendar, desde el sentido común, la concentración de personas en el transporte público, las calles, lugares de ocio y restauración o entornos laborales.
La mayoría de los españoles sí podrán pasar a esa fase 1 y retomar actividades como ver a los seres queridos, asistir a entierros y velatorios, comprar sin cita previa o sentarse en una terraza de un bar o ir a la iglesia, cosas hasta ahora prohibidas. Los habitantes de un mismo domicilio pueden compartir un coche de hasta nueve plazas. Si una provincia completa pasa a la fase 1, las personas se podrán mover libremente por esa provincia, sin restricciones. Se permiten reuniones de hasta diez personas.
Tendrán que mantener la distancia de seguridad de dos metros y respetar las normas de higiene relativas al lavado de manos y la etiqueta respiratoria, es decir, las normas que recomiendan toser en el codo, y, si es posible, usar mascarilla. Sobre todo, hay que evitar aglomeraciones de muchas personas y poner en practica la autoprotección y todo el sentido común.
Y como antes o después iremos llegando todos, los sectores trabajan ya para adaptarse a la nueva realidad que nos obliga a convivir con el coronavirus.
De cara al verano ya sabemos que el baño será un actividad recomendable, el uso del cloro y un buen manejo del PH convierte el chapuzón en las piscinas y parques acuáticos en un acto desinfectante en sí mismo. Pero ojo, el riesgo de contagio estará fuera del agua si no se observan las distancias de seguridad, el uso de mascarillas, el control de aforos y desinfección de zonas comunes.
Algo parecido pasará en las playas, la sal y el calor húmedo unido a la insolación y el efecto de los rayos ultravioleta aniquilan la capacidad infecciosa del covid dentro del mar y hasta en la arena. Pero, el riesgo nuevamente nos espera fuera del agua y es fundamental encontrar sistemas de control de aforo y mecanismos que obliguen a respetar la distancia de dos metros entre personas si queremos una jornada playera a salvo de covid.
Advierte el CSIC, eso sí, que más peligroso resulta el baño en playas fluviales y pozas o piscinas de agua dulce no tratada.
Y el experimento de las peluquerías, con el cartel de completo para las próximas semanas, nos ha mostrado la resiliencia y capacidad de adaptación de empresarios y usuarios a las nuevas rutinas higiénico sanitarias con las que conviviremos durante meses, quizá años. Decoración superflua fuera, no tocar más que los objetos imprescindibles, todo deshechable y esterilizable y, se acabaron las esperas. Con lo que nos gusta hacer cola los españoles tendremos que acostumbrarnos a la puntualidad y a comprar con cita previa.
Emprendedores y desarrolladores de nuevas tecnologías al servicio de la prevención tienen la oportunidad de exhibir su talento y aportar soluciones para que fluya esta nueva realidad: dispensadores de gel hidroalcohólico en los paseos marítimos y en los accesos de espacios públicos, controladores electrónicos de aforos y concentración de personas que nos permitan advertir si no respetamos la distancia con el vecino de playa o en el paso de cebra, cheking digital para acceder a los hoteles, barreras de infrarojos para el control de temperaturas, máquinas de ozono para desinfectar prendas, locales y personas, rayos ultravioleta para reforzar la desinfección.
La nueva realidad, más distante, más virtual, más digital, más incierta que nunca, en la que la desconfianza del conciudadano asintomático se une a la de esas mascotas felinas que tanta compañía han proporcionado durante el confinamiento y que ahora, tras detectarse en España el primer caso de un gato domestico contagiado de coronavirus por su dueño se convierten en víctimas colaterales de esta enfermedad que también provoca el recelo de los humanos.
Pero la naturaleza lo sabe, y por eso nos regala la oportunidad de disfrutarla como ella es, sin los hombres, con esa paridera de linces que ha dejado maravillosas escenas de cachorros de esta especie en fase de recuperación; o esos osos cántabros preparando la osera para sus crías, o esas rosadas aves migratorias, los flamencos que han coloreado humedales y deltas poco frecuentados otras primaveras y esas aves migratorias que suben al norte a pasar el verano atravesando la península y que este fin de semana celebran su Día Mundial.
A falta de espectáculos disfruten del que nos proporciona el entorno que descansado de nuestra presencia aparece más colorido y limpio que nunca. Eso sí, procuren dejarlo como lo encuentra y que solo quede la huella de nuestra pisada. Mascarillas y guantes siempre al contenedor.