Vivimos un verano de incertidumbres. Queremos salir de la pandemia, pero tememos entrar en una segunda oledada del virus. Los individuos y la economía del país en su conjunto quieren recuperar la vida diaria. Pero no es fácil. Enfrentamos retos globales y mayúsculos, como la COVID-19 y la crisis ambiental. Solo una noción es evidente y cada día más: la reconstrucción debe apostar por una transición verde. Los elementos están. Falta aunar esfuerzos y … gobernanza
¿Estamos entrando en una segunda ola de la pandemia? El continuo aumento de casos desde hace semanas hace temer a las autoridades sanitarias que esto pueda ocurrir.
Y el crecimiento de la COVID-19 no ocurre solo en España. Otros países europeos, como Alemania, están viviendo la misma situación. La apertura de la actividad y la vuelta al movimiento ciudadano generan la dispersión del virus y es algo con lo que tenemos que aprender a vivir.
La enfermedad va a permanecer con nosotros durante tiempo. Por eso, vamos a tener que lidiar con ella, no solo desde el punto de vista médico, sino también desde el de la reconstrucción económica y el mantenimiento de la actividad productiva.
¿En qué tipo de ciudades queremos vivir? El virus ha puesto de relieve la necesidad de contar con espacios urbanos abiertos y de promover modos de transporte multimodales.
En ese sentido, son muchos los que creen que la epidemia debe hacernos pensar hacia dónde queremos enfocar las fuerzas productivas.
Empecemos, por ejemplo, por los entornos urbanos.
¿En qué tipo de ciudades queremos vivir? El virus ha puesto de relieve la necesidad de contar con espacios urbanos abiertos y de promover modos de transporte multimodales.
En ese sentido, esta semana, la OCDE acaba de publicar un informe que analiza las estrategias de recuperación que están adoptando diferentes ciudades del mundo para contener la propagación del coronavirus, proteger a sus ciudadanos y reforzar sus economías.
La pandemia y sus consecuencias están motivando que las ciudades del mundo se replanteen cómo ofrecen sus servicios, planifican su espacio y reanudan su crecimiento económico.
Conceptos como “economía circular”, “Objetivos de Desarrollo Sostenible” y “urbanismo táctico” están entrando de forma acelerada en la agenda de los gestores urbanos.
Las ciudades tras el virus
La OCDE habla de poner en marcha lo que llama «la ciudad de los 15 minutos». Es decir, lugares donde los servicios básicos como trabajo, sanidad, tiendas, ocio o cultura estén a menos de 15 minutos de los hogares.
También los arquitectos españoles han dado su opinión sobre estas cuestiones.
Esta semana, el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE) defendía el papel “esencial” de la arquitectura para incrementar el bienestar de las personas y para diseñar ciudades más habitables.
Los arquitectos insistían en la necesidad de preparar los edificios para las nuevas condiciones impuestas por el cambio climático.
Se trata de invertir para mejorar las infraestructuras y hacerlas más resistentes a las altas temperaturas y los episodios de lluvias extremas. Eso, unido a la instalación de energías renovables, ayudaría a lidiar con el calentamiento global y mejoraría el bolsillo de todos, además de generar una actividad económica y empleos de valor.
Un cambio de época
Estamos en la tesitura de poner en marcha una economía más verde y más circular. Una nueva industrialización del siglo XXI, menos intensiva en recursos perecederos y más basada en la innovación, la digitalización y la sostenibilidad.
Precisamente, esta semana el profesor Ramón Tamames publicaba en nuestro diario un ilustrativo artículo que explicaba los motivos del retraso de España en la incorporación a la revolución industrial en el siglo XVIII. Fue algo que lastró el desarrollo de nuestro país e impidió nuestra incorporación a la modernidad.
Según el profesor Tamames, fueron cinco las claves. España carecía de espíritu de empresa, conocimiento técnico, capital real, capital financiero y nivel de demanda.
Pero esto ya no es así. Nuestro país reúne ahora esas cinco condiciones esenciales para impulsar una economía circular y subirse al carro del siglo XXI.
El retraso de nuestro país en la revolución industrial se debió a cinco factores en los que éramos débiles: espíritu de empresa, conocimiento técnico, capital real, capital financiero y nivel de demanda
Es tarea de todos los actores el conseguirlo. Es tarea de la Administración, que debe dar seguridad jurídica y marcos estables que envíen señales claras a los mercados. Es cuestión también del sector privado, que puede movilizar sus recursos en dirección a la sostenibilidad. Y también tarea de la sociedad, que debe entender que las empresas, consideradas durante tiempo por el movimiento verde como el malo de la película, son parte de la solución, y no el problema.
De hecho, son muchas las compañías españolas punteras en el mundo en el sector verde. Esta semana, por ejemplo, se anunciaba el cierre de algunas de las últimas plantas de generación eléctrica con carbón en España, las de Meirama, Lada y Puente Nuevo. Las empresas eléctricas están renunciando ya a los combustibles fósiles. Las renovables no son el futuro, como se solía decir. Son ya el presente.
Agua: más vale prevenir que curar
Hablando de inversiones verdes, esta semana conocíamos una noticia importante relacionada con el agua. El gobierno murciano presentaba un plan de inversiones para mejorar la gestión de los recursos hídricos en el entorno del Mar Menor.
Se destinarán 120 millones de euros a cuestiones básicas como gestionar la escorrentía y separar las aguas pluviales de las de saneamiento. Se intenta evitar así que el agua de lluvia arrastre a la laguna salada los fertilizantes de la agricultura, que son el principal motivo del colapso que ha sufrido el Mar Menor.
Se da también valor a las aguas residuales y su reutilización. Algo en lo que España y la región de Murcia son punteras en el mundo.
La cuestión que cabe preguntarse es. ¿Acaso no se sabía todo esto? ¿Acaso no existe el conocimiento y la tecnología para acometer estas mejoras desde hace tiempo? La respuesta es sí, un rotundo sí.
Lo que ocurre es que hemos reaccionado solo ahora, cuando la crítica situación del Mar Menor se ha hecho notoria y se ve mes a mes cómo la laguna pierde la calidad ambiental que la hizo famosa.
El refranero español está lleno de frases que explican esta forma nuestra de ser. “Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”, dice el saber popular.
Y si esto es verdad, tendremos que reaccionar ya. Porque lo cierto es que ya está tronando. El doble impacto del coronavirus y del cambio climático, cada vez más evidente, nos fuerza a impulsar una transición verde de inmediato.
El sector del agua, de forma destacada, cuenta con muchos elementos para abanderar ese movimiento. Existe espíritu de empresa, conocimiento técnico y capital humano y financiero para ello. Falta reforzar lo más necesario, un consenso claro, de toda la sociedad para tejer políticas de futuro e impulsar la economía circular del agua. En El Ágora nunca dejaremos de recordar la importancia del ODS17, el de las alianzas para conseguir los objetivos.